El Amor Secreto Del Ceo

Profundidades del alma

Quiero revivir esa noche en la que nos hicimos uno solo, así que me importa un pepino que es lo que pasará en cuanto lo tenga aquí, justo frente a mí porque no puedo quedarme sin probar de nuevo sus labios, su piel tersa y contemplar su rostro perfecto en una de las almohadas de mi cama.

Me pongo una de mis mejores pijamas de satén, blanco, como uno de los colores que me encanta lucir para sentirme sexy. Perfume cítrico, incienso de olor a frambuesa y velas aromáticas, una noche totalmente digna para recordar.

A los minutos, el timbre de mi apartamento me hace caer en cuenta que estoy haciendo las cosas mal, que está no soy yo, pero en el fondo sí habita una Ari atrevida.

Corro hacia la puerta, abriéndola de par en par, y ahí está él, con su imponente porte de magnate, de maduro sensual y esos ojos rasgados que me tienen babeando en la banqueta.

—Estas preparada justo como lo suponía —dice, envolviendo mi cintura con su fuerte brazo, afianzando sus dedos en mis carnes, enterrando sus uñas en mis costillas.

El calor que su sola presencia emana, me obnubila la vista, queriendo solo ser feliz, entregarme por completo al deseo de sentirlo sobre mi o debajo de mí, porque solamente soy suya.

—No sé qué es lo que me hiciste Taki San, pero esto, esto lo pagarás caro— digo, cerrando la puerta y sujetándome de sus hombros, trepada como una pulga chupasangre.

Su boca encaja con la mía, sus ojos no se han olvidado de mi, mis pensamientos se han ido esfumando con ese tiempo, son milésimas de segundos los que llevamos en ese beso voraz, mientras que él camina hacia el sofá, tanteando el terreno que hay, conmigo a horcajadas de su cuerpo, llegamos al sofá por fin, mientras que dejo de besarlo y contemplo su rostro, cayendo en cuenta que es prohibido, sí, prohibido porque es mi jefe.

¡Joder!

—¿Qué pasa?

—No debemos vernos nuevamente así

—¿Quieres ser más clara? Por favor.

Me trueno los dedos con pánico, porque sé que esto cambiará, estoy pensando ahora, y, si yo no hablo, esto llegará lejos y la herida será más grande, no quiero ocultarlo, no quiero hacerlo peor… pero yo soy cobarde en ciertas cosas y, esta, era una de ellas.

—Recuerdo el día en que te conocí en ese avión, ver como fisgoneabas lo que estaba haciendo en mi computador… eres bella Ariadna.

Trago grueso, mi corazón se me quiere salir del pecho, pero debo de terminar con esto.

—Sé que esto sonará extraño pero… no podemos estar juntos, y menos sexualmente —digo con voz tambaleante.

Él suspira largo, como frustrado, afianza sus manos sobre mis caderas y me ve serio.

—¿Estas enamorada o comprometida con alguien más?

—No, no es eso.

—¡Uff! Menos mal. No me gusta compartir lo que es mío.

Sonrío como idiota, me acerco a su rostro, borrando centímetros de distancia y apoyo mi frente junto a la suya.

—Yo estoy puesta para lo que desees hacer conmigo, porque la verdad es que no entiendo qué es lo que ejerces en mí… aunque quiera alejarte, creo que estamos destinados a estar juntos —beso sus carnosos labios y acuno su rostro con mis manos, besándolo con ganas dementes de que me desnude por completo.

Él me toma de la cintura y me posa en el sofá, quitándose los pantalones de fina tela sastre, los zapatos ya no los tiene y me deja ver su largo y erecto amigo, aguándome la boca del deseo que tengo por probarlo, por sentirlo y hacerlo gozar como él lo hizo conmigo.

—Me tienes caliente —Dice en ronroneo.

Me quito el sostén, dejando mis pechos a la gravedad del viento, mientras le desfilo hasta mi habitación, mientras que él me sigue como un perro faldero, con ganas de hacerme mil cosas y yo, yo dispuesta a hacer lo que fuera.

No puedo ignorarlo, es imposible, así que si me toca tener esto en secreto, no me importa.

(***)

Por la madrugada asimilo la situación, yo soy un caso perdido, de nada servía que me estuviera lamentando, ya he tenido un excelente servicio de lujuria en mi habitación, sintiéndome la peor de las mujeres, porque con él me sentía adicta, desde esa noche no quedé igual…

Me levanto para ir al baño y darme una ducha, llorar y olvidar este deseo que me carcome, estoy a punto de perder el trabajo de mis sueños por andar de calenturienta y eso, eso no es como había planeado mi futuro.

Salí de la ducha, y él ya no está en la cama… me las cobró sin duda.

Me pongo una pijama de colores, salgo a la cocina para tomar agua, y está ahí, bebiendo un vaso con leche…

—pensé que te habías ido —exclamo consternada.

Él me sonríe y se acerca a mí, dándome un beso en la frente.

—No me gusta la venganza, ni las bromas de mal gusto… y menos los secretos. Eso no va conmigo Ari Chan—.

Cuando ahínco en eso, me sentí miserable, me sentí una pésima mujer y mucho más, sabiendo que él no sabe nada de lo que está pasando y que la verdad la tengo en mis manos.

—¿Te molesta si me quedo a dormir contigo? —expresa sin miedo.

—No, no me molesta pero… mañana debo ir al trabajo a las siete de la mañana… así que mhmmm… dormiríamos nada más —digo con un nudo en la garganta.

—No te preocupes… yo debo irme a casa… ¿Puedo invitarte una cita?

—Hemos tenido sexo dos veces Taki, ¿no crees que eso debió ser antes de esto?

—Para el amor nada espera… una cita, el jueves… te estaré llamando— Dice con su voz gruesa, dándome un beso delicioso y dejándome sola ahí, guardando el secreto, uno enorme y que dañaría su reputación como el CEO intachable, el dueño de un imperio que ha protegido con recelo y que su inestabilidad emocional está ahí, trabajando para él desde las sombras.

(***)

Rumbo a mi día laboral, con los nervios en un manojo, me entro al edificio, encontrándome con Massie y Edward, los saludo como si nada, pero ella está ahí, la pesada de Tory, así se llamaba esa zorra que se le está sometiendo a Taki, lo puedo ver desde aquí.

—¿Tory le está coqueteando al jefe?—dice Massie en voz alta, mientras que Edward le tapó la boca con la mano.




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