El Amor Secreto Del Ceo

El amor está de duelo...

Ari:

Mi delirio por ese villano, mal hombre que me achina la piel, sintiéndome devastada y herida, porque así es como me siento… después de pasar un viernes romántico y amanecer juntos como siempre, sabiendo como él se había convertido en el único que podía hacerme sentir especial, hacer el procedimiento para poder enloquecerme pero también perderme en un abismo de mentiras, era él… Taki.

Siempre me enseñaron a como amar, pero jamás a olvidar y en verdad, ¿Qué hacía con el amor que me quedaba por dentro para él? El dolor y el rencor formó una barrera extrema. Siempre me reconstruí sola, a medias pero sola, pero esta vez era diferente, porque sentía la necesidad de tener a alguien de mi confianza apoyándome, y no estar más sola que un hongo de pared completamente aislada.

Me hundí cada vez más en mis decepciones, ese fue mi escape, mi salvación… Sí, huir como la gran cobarde y blandengue que soy y adentrándome cada vez más al mundo de la depresión y a los excesos del somníferos.

Mi carrera se está yendo al carajo.

Ese fin de semana fue el detonante para empezar con un lunes de porquería, ya empeñados en vivir con lo prohibido y hacer de cuenta que no éramos nada en la oficina más que solo la relación jefe-pasante; igual, todo daría igual ya que el potencial se denotaba por mi talento, no por enredarme en la cama de mi jefe o al contrario, tener que dar labia para conservar un puesto.

Un poco de lo que pasó el lunes:

El amor no se trataba de intentar, ya la sensación no era la misma de tener miedo, era desafiar toda ley de gravedad entre el lugar de trabajo y la estancia placentera del pecado, uno que se estaba volviendo descarado, cínico y desafiante.

—Me encanta tenerte en todos lados Ari. —Dijo pegado a mi boca.

El simple hecho de conocer esta faceta y comportarnos como dos extraños ante las miradas de la gente de la oficina y ocultarlo era lo que más nos incitaba a hacer lo que hacíamos.

—Me siento en las nubes cada que estamos así, no se si tú tienes la culpa de que estemos así, pero mejor suéltame, nos encontrarán aquí… —dije sonriendo.

Él volvió a aprisionarme con sus fuertes brazos y acuno su rostro en mi hombro, a la par mía, es un hombre gigante, pero ¿Quién diría que el robot insensible de mi jefe sería lo contrario?

—Te veo luego, debo terminar el trabajo que Marco me pidió hace rato. —le terminé dando un beso de pico y el empalmó su mano en mis nalgas, sonriendo.

Salí caminando con las bragas mojadas, ese hombre tenía ese poder en mi ser.

Una mujer muy preciosa pasó casi aventándome con su aire frívolo, mientras que la secretaria de Taki la seguía hasta donde la mujer se dirigía, y yo solo era una simple espectadora, no puse más atención y terminé por llegar a mi sitio, mientras que los chicos se encontraban ya trabajando.

—¿Qué tanto te dijo Nakamura-San qué tardaste tanto? —espetó Massie, irritada.

—Lo mismo que ella preguntó. —dice Edward.

Sólo de recordar mis mejillas se tornan de colores rojizos, uno que casi no disimula.

—Solamente me pidió una cita

—¿Qué? ¿Él mismo tipo que odia las relaciones en la empresa, te pidió una cita?

—Hey, calma. Una cita para ir a registrar el proyecto para la empresa, recuerdas que estoy cediendo los derechos de mi creación a la empresa.

Obviamente mi proyecto sobrepasó las expectativas y solo de ver que yo trabajaba sola, le había gustado mucho al grupo de diseñadores y desarrolladores, alabando mi arte.

—Si, esperamos que eso sea lo único que pase con ese… —Edward empuño su mano en señal de represión, tratando de tranquilizar su actitud.

—Bueno, basta de tanta charla, apresuremos esto, quiero ir a descansar a casa.

—Perfecto, ¡manos a la obra! —dijo Massie.

Seguimos en lo que Marco había pedido, lo que me sorprendió es que esa mujer que había entrado a esa oficina no había salido ya casi por treinta minutos, obviamente los celos fueron los que salieron a flote en el tramo de los minutos, aunque no debía porque con Taki solamente eran turbulencias a las que habían en la cama, me encantaba esa esencia que dejaba en mi cuerpo, y sabía que lo que sea que teníamos, no podría exigir mucho y él, a la larga era libre.

(***)

—¿La viste?

—¿a quién? —respondí haciéndome la tonta despistada.

Massie ya había visto a la bella mujer que había entrado a la oficina de Taki sin ser invitada y anunciada, pero yo traté de no ponerle importancia aunque por dentro me estuviera muriendo de los celos tremendos que tenía.

—Eres una pésima mentirosa.

—Es que, en serio, no me importa quien sea, Massie, mejor sigue trabajando.

—El tipo tiene altos estándares con más mujeres, ósea, jamás estaría a su altura, y ya no hay trabajo, relájate un momento.

—¿Tú crees que le gusten así como ella?

—¡Pues claro! Mira a ese ejemplar.

Edward se acercó a nosotros, mientras que a Massie no le paraba la boca nadie.

—¿Qué tanto parloteas?

—¡Mira, mira! Es esa mujer de la que estamos hablando —ella señaló disimuladamente a la bella mujer, mientras que salía con un sobre de la oficina de Taki.

Inmediatamente Edward cambió de colores, y su reacción fue demasiado incomoda, se puso de pie y salió del piso casi corriendo.

—¿Y a ese que le pasa?

—No tengo la más mínima idea.

Justo cuando creía que esto era más raro, detrás de la mujer, Taki la iba escoltando, pero su rostro no detonaba ni el más mínimo asombro por esa mujer.

«¿Qué le pasará? ¿Quién es esa mujer?» me pregunte con demasiada insistencia.

Mi mente empezó a maquinar mil escenarios sobre esa mujer, así que tomé un lápiz y salí como si fuese a traer hojas al área de impresión, pero en realidad iba viendo hacia donde iba él con esa mujer, hasta que por error y no ver para donde iba, Anastasia, una de las pasantes, tropezó conmigo y resultamos bañadas en café.




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