Ari
Pensé que eran alucinaciones al contemplar con los ojos entrecerrados la silueta de mi hermano.
Luego del golpe que Edward me había propinado, lloró como un estúpido enfermo, mientras me sujetaba y Akira contemplaba la estúpida escena que protagonizaba el ridículo de su compinche.
–Ya pasó, déjala en su lugar y que le inyecten de nuevo un poco de morfina, Edward, levántate de ahí, das vergüenza– en eso si habíamos coincidido con esa jodida loca.
Taki aun no llegaba y tenia las esperanzas que entrara por algún lugar y cumpliera con la promesa que me había hecho, estaba llena de razones para darme mi tiempo, más sin embargo; su felicidad era la que me importaba a pesar de mi sufrimiento, no sabia a quien contarle lo mucho que lo amaba y, cuando se me dió la oportunidad, le dije a Edward todo lo que jamás seria y su hermano si lo era conmigo, que de este infierno en el cual para el era gloria, su hermano me llevaba al cielo, pero, también me había arrastrado hasta aquí, un infierno que no acababa.
Llegó la misma mujer patética, inyectando un poco del claro liquido en mi brazo, haciéndome relajar y quedarme dormida, hasta que Emilio apareció en ese sueño, dándome la paz que me servía de consuelo y acabar con toda esta porquería que me estaba matando.
–¿Qué tú no estabas muerta? – pregunto mi hermano, mientras que ella nos apuntaba con una pistola.
La vida nos ponía en riesgo, y, aunque amo a mi hermano yo quería ver a Taki entrar a mi rescate, y en cierta parte era decepcionante que pensara ese tipo de cosas, por su amor que tanto anhelaba y que correspondiera a como yo lo hacía, eso no estaba pasando porque él seguía viviendo en el pasado; ese mismo que nos estaba pasando y no quería que hoy en adelante yo cediera y me perdiera en sus besos o un buen polvo de reconciliación.
–¡baja el arma! – expresó Edward, quien salió con los potros guardaespaldas de Taki.
Todo esto parecía surreal, hasta que él, por fin entró y viendo a Akira quedándose parado en el mismo lugar como si hubiese sido un fantasma y si, podía ser un fantasma, pero uno que había reencarnado en un demonio, en la peste misma, así como la plaga esparcida en la siembra y que todo lo echa a perder; pues así, era así la misma Akira.
–¿Por qué haces todo esto? – Taki derramaba sus lagrimas al contemplar el cadáver de su pasado que había regresado para hacernos mal.
–Por que eres mío y de nadie más, estos pelos de muñeca vieja no me quitarán lo que tantos años me costo y, con el estúpido de tu hermano de mi lado, todo es posible.
Edward le apuntaba a Taki, mientras que levanté bien mi mirada, quitándome del regazo de mi hermano levantándome, caminé hacia Akira, mientras todos se seguían apuntando contra todos.
–Hoy lograste lo que tanto quieres… Taki– exclamé, dirigiéndome hacia ese hombre imponente, oscuro, que cuando estaba conmigo era como un ratón dominado por su deseo con el queso–, hoy te dejo en libertad, yo ya no puedo más contra esto y contra ella, ya no más. Solo, déjenme libre, por favor.
Todos me vieron con cara de susto, y, en un descuido, Marco soltó un disparo a Edward y la policía inmediatamente entró, apresando a todos y Edward herido, me había quedado en el mismo lugar, pero Taki se acercó a mí y me plantó un beso con demasiada urgencia, demasiado amor, necesidad y dolor.
Un beso era el decisivo para dejar todo esto hasta aquí, pero mi decisión ya estaba tomada y sí, necesitábamos sanar y no era estando juntos, el hilo rojo se estaba deshilando, y, antes de que desapareciera por completo, sabía que debía darle descanso a esa aguja que trataba de adecuarse al punteo de la costura.
Entre el sonido de las sirenas tanto como de la policía y la ambulancia, los radios que emitían reportes apresaron a Akira, se estaban llevando a Edward al hospital y mi hermano me esperaba ansioso, pero esta noche seria diferente.
Me separé de Taki, fui a abrazar a mi hermano y le pedí esta noche, después de rendir la declaración correspondiente, me quedaría con Taki y luego… solo mi tristeza y Dios conocían lo demás que estaba sintiendo.
–coordinaré los boletos de regreso, ya no tienes más nada que hacer aquí en Japón, debes estar al pendiente del teléfono, ¿vale? – dijo mi hermano, mientras que asentí y caminé con uno de los agentes que había llegado antes de que pasara algo grave.
En la otra patrulla, estaba un fulano que me veía con odio y yo no sabia quien carajos era, me acerqué a él y Taki inmediatamente llego a tomarme de la cintura y vio al hombre de frente; –Ahhh, Fujinuma, eres una escoria– acotó Taki, llevándome a su auto.
Los policías se quedaron haciendo las investigaciones pertinentes y Taki iba manejando, toda esta turbulencia había pasado, ahora solo faltaba despedirme de él, para siempre.
Me llevó al ente investigador, rindiendo declaración, pero ahora con el tema de no levantarle cargos a Akira, iba a cumplirlo, pero Taki puso todo el peso de la ley sobre la mujer, tomó mi mano una enfermera y me llevaron a curar la herida que tenia en la boca y llevarme a un hospital era lo mejor luego de pasar con el forense, ya que habían visto los pinchones que tenía en el brazo.
Esa noche Taki la pasó en el hospital junto conmigo, mientras que Edward había intentado escapar así herido, Marco se defendió diciendo que ese disparo había sido en defensa propia y, yo estaría en eterna deuda con mi amiga Massie por lo que había hecho por mí.
–tu amor ha sido mi alivio en estos meses, yo solo me dediqué a perderte, a matar el amor que tenias para mí y eso lo vi ya demasiado tarde, Ari… ¿Qué será de nosotros ahora? – dijo en un hilo de voz.
Mis lágrimas rodaron, y lo atraje hacia mí, plantando un beso en su nariz.
–todo esto que vivimos, quedará solo en los recuerdos feos y no podemos borrarlos porque si no, no tendríamos recuerdos… si de verdad me amas, déjame ir…
Editado: 02.10.2024