El Amor Secreto Del Ceo

Todo me lleva a ti...

Ari

Con cuatro meses de embarazo, me sentía toda una esfera navideña, mis abuelos me consentían demasiado y mis padres ni se diga, estaban todos emocionados con la llegada de mis bebés, aunque, aun no sabía si serian niños o niñas. En esa cena navideña en el Vitoriano, pasaron muchas cosas ya que llegó el doctor que me había atendido cuando sufrí el desmayo por el embarazo de los bebés, traído por Emilio; Tadeo Banks, mi guapo doctor y según todos, futura conquista, aunque yo tenía claro que no quería a nadie más en mi vida que no fuera Taki Nakamura, así que Emilio le contó por todo lo que había pasado en Japón y sobre la situación que tenía con el papá de los bebés, fue tanta su indignación al respecto que, ese había sido el motivo de su llegada a la cena navideña.

–Lo bueno es que mi hermano no es tan comunicativo– expresé con tono sarcástico mientras mi hermano se engullía las uvas.
–Perdóname hermanita, pero debía de contarle todo con pelos y señales, ya sabes que no puedo guardar secretos y menos verte triste.

Mi nuevo amigo y doctor me abrazó como si nos conociéramos de años y, aunque el afecto lo necesitaba demasiado por las tontas hormonas, anhelaba que ese abrazo y esa calidez me la brindara el japones de mis sueños, el dueño de mi corazón.

–Por esos hombres, piensan que todos hemos sido cortados con la misma tijera, y no es así, algunos tenemos el deseo de amar y proteger e, incluso el de ser padres, a veces creo que mi destino es estar solo y no cumplir con brindarle mi amor a la persona especial e indicada que la vida me ponga– espetó en tono anhelante y dolorido.

Dejamos de hablar de cosas tristes, mientras que mamá y la nonna colocaban la cena en la gran mesa, papá hablaba con mi primo y mi abuelo estaba fumándose un habano en el balcón, ese balcón y ese mismo cielo que contemplaban mis ojos llenos de lágrimas, que me acompañaban cada que arrullaba a mis bebés con canciones de cuna.

Era algo demasiado triste lo que pasaba, pero quería dar tiempo ya que en esos meses no supe más de él y no quería dañar nuevamente todo ese amor que tenía atravesado.

–Ari, por favor, ayuda a tu abuela con la mesa en lo que Emilio termina de acomodar los regalos– acotó mamá, me levanté poco a poco del sofá y me encaminé hacia la cocina, dejando a Tadeo solo.

Entre el pavo, uvas, panecillos blancos, gravy, ensalada, vinos y delicias dulces de postre, se me aguaba la boca, y lo más cómico del caso; mis antojos de dumplings y tempuras, realmente no podía olvidarlo así, terminamos de colocar la mesa y llegue junto a Tadeo, quien tenía en la mano el teléfono de Emilio.

–¿Qué pasa? Parece que has visto a un muerto– dije, mientras él me tomó de las manos y me abrazó.

–Sabes que te aprecio mucho, y quiero lo mejor para ti y tus bebés.
–sí, lo se completamente y no dudo de ello, pero ahora mismo, me estas asustando.
Él sonrió y dejo el teléfono de mi hermano en la chimenea, llevándome a la mesona y a festejar esta fecha especial, aunque yo estuviera tranquila, estaba triste y necesitada de ese amor que me había hecho sentir en otro planeta, en una dimensión diferente.
Pasaron las doce de la media noche, entre abrazos y risa, camine hasta el balcón, contemplando a la luna y rogándole que, de mi parte, le diera al amor de mi vida un beso y que lo consolara, que no me olvidara… que no nos olvidara.
(***)
Ya habían pasado tres meses desde la navidad, ya siete meses de embarazo y hoy tocaba chequeo, mi amigo y doctor; Tadeo, se había quedado dirigiendo el área central de maternidad en el hospital, pero lo notaba extraño desde la cena de navidad y eso no me gustaba. Mi abuela era la que había decidido venirse a vivir conmigo después del parto, pero todos los días estaba al pendiente de mí y de mis hijos, a veces o. más bien dicho, la mayor parte del tiempo me encontraba llorando en el balcón, en esas tardes hermosas que cedían lugar a derramar mis lágrimas de amargura y de tristeza que albergaba en mi dolido corazón.
Mis padres habían redoblado la vigilancia en la casa, habían mandado más colaboradores para que la casa estuviera siempre llena con gente ya que por cuestiones de trabajo ellos no podían mantenerse en Madrid ni en Italia, pero siempre sin importar la hora, llamaban diario.
–Mi bella bambina, ya no puedo seguir viéndote llorar, te vas a deshidratar de tanto llanto… yo creo que el tiempo ya supero ese suceso con esos ojos rasgados, ya es hora de que hablen y sepa de sus hijos, no es justo tampoco para él y menos para esos bebes…
–Abuela, lo sé, pero él está mejor sin mí, sin nosotros, ya a este tiempo me hubiera buscado, pero ni siquiera ha llamado a León… ya cansadas de esperar, mis ilusiones se fueron abuela, solo quedaran los recuerdos y el amor que nos tuvimos está reflejado en nuestros hijos, más nada.
–Bueno ya no insistiré, vamos que ya se nos hace tarde y Tadeo ya llamo para vernos.
Asentí y tomé mi bolso, las llaves del auto y nos fuimos con la abuela y con Fran, el guardaespaldas que papá había designado para cuidarnos por cualquier cosa, ya que todos habíamos quedado con miedo después de todo lo que había vivido en Japón.
Llegamos al hospital en donde estaba Tadeo, ya nos estaba esperando, me recibió con un abrazo grande, se había convertido en un amigo muy especial para mí, aunque él quisiese ser más que eso, pero se había equivocado. Alguien diría que estoy loca o que ya se me había ido el juicio, pero seguía amando al papá de mis hijos.
–Bueno Ariadna, súbete un poco la blusa y veamos cómo están esos bebes hoy.
obedecí y mi abuela se sentó a la par mía, dejando el espacio entre Tadeo y yo, me aplico el gel frio en mi vientre redondo, y empezó a mover el Doppler, tomada de la mano de la nonna, empecé a llorar, porque este momento lo debía vivir Taki, conmigo.
–¿tienes pensado los nombres según el sexo que sean? – espeto.
–Si, si son niños, uno se llamará Emiliano y Fermín. Si son niñas; Azumi y Chihiro… por su padre, claro.
–Bueno, dale la bienvenida a Emiliano y Fermín–acoto, mis ojos no pudieron más y empecé a llorar peor, sollozando como una niña pequeña porque, me di cuenta de que había sido cruel y despiadada y no había dejado el miedo para decirle al amor de mi vida que éramos cuatro y que hoy que no estaba a mi lado, maldecía a mi decisión. Me había humillado ante el gran amor, pero ya había sido tarde.
–Cálmate por favor– dijo Tadeo.
Me tranquilice media hora después, luego de la revisión y ver que mis hijos si llegarían a término, algo muy extraño porque por lo general, esos embarazos múltiples casi nacían sietemesinos, así como yo y Gael, pero esta vez era diferente.
–Te llegare a ver mañana por la noche, hoy debes descansar– me quede hablando con Tadeo en lo que mi abuela se fue a hablar por teléfono, se tardó como veinte minutos, no sabía con quién hablaba, no le puse importancia, mi felicidad se había convertido en tristeza, y ahora con más ganas me aferraría a salir adelante sola y terminar de pegar mi corazón.
Solo de recordar las noches de cine en casa, las cenas para dos y pasar metidos en la cama todo el fin de semana, me sentía muy vulnerable, mi abuela lucia nerviosa, pero no pregunte más nada, llegamos a la casa y me acosté, me sentía muy cansada, así que llame a Cassie, ella estaba en Australia con su hija y su chico, pero, al momento de tomar el móvil, vi en Instagram una foto de Taki, lucia más guapo, se había dejado crecer el cabello, se veía malditamente deseable ¡malditas hormonas! Y, en otra foto, se veía acompañado de una chica un poco más joven que yo…
¿será que ya me había olvidado?




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