Taki
Marco ya me tenía listo el jet, le llamé en cuanto iba camino al ático con Kayo, le conté sobre la llamada que había recibido desde Italia, ella tomó mi teléfono y volvió a llamar, rastreando el número con bastante ansiedad, ella más que nadie me instaba a buscarla y a que luchara por ella, por empezar de cero y hacer las cosas bien, porque el tiempo me había demostrado que en la única que podía confiar era en ella solamente y ya no ocultar nada, dejar atrás mi ego de hombre y ser un equipo, que era lo que todas las parejas hacían, comprenderse y sobre todo, la lealtad, la confianza y saber cómo, cuándo y dónde pedir perdón.
–El número proviene de Roma, exactamente pude tomar las coordenadas, el numero está a nombre de Gabriela D´Angelo.
–Ella es la abuela de mi flor de cerezo, no lo entiendo.
–Yo creo que te tendieron una trampa, Taki-Chan.
–¿por?
–La llamada que hiciste para la navidad, ese hombre te mintió, si no, la señora no te hubiese dicho que Ariadna no dejaba de llorar por ti…
Kayo tenía razón, así que rápidamente subi al ático, tomé mi pasaporte, una maleta con ropa necesaria y directo angar.
(***)
En cualquier situación estaría con miedo, pero esta vez tenía esperanza, tenía un nudo en la garganta, pero increíblemente no era de tristeza, era de nervios, emoción por lo que fuera que encontraría allá y, ¿Qué hacía Ari en Roma? Si sabía que su familia por el lado materno, eran italianos, pero no la imaginé que todo este tiempo estuviera ahí…
¿Qué haría en todos estos meses que estuvimos lejos el uno del otro? ¿alguien había intentado borrarme de su vida?
¡Dios! Eran tantas cosas las que pasaban por mi mente y el tiempo realmente era escaso, Kayo trataba de descansar y yo sentía que jamás aterrizábamos en suelo itálico y con miedo de que ella me rechazara.
–Trata de dormir un poco, ella estará feliz de verte, ya lo verás.
–¿tú crees eso? Han pasado varios meses y no creo que esto esté pasando por fin, me siento un completo cobarde
–Las almas gemelas se encuentran hasta el final de los tiempos, en su caso; ambos debían sanar muchas cosas, tú ya lo hiciste y entendiste que lo mejor para estar bien con una relación es la confianza en el otro… aparte, a veces nos parece tan importante lo que sentimos, que no nos damos cuenta de lo que siente el otro y tendemos a herir corazones, romper lazos o en tu caso, hacerle un suicidio al amor que sienten…
–Dime, ¿Qué haría yo sin ti, Kayo?
–Ser un total idiota, lo sabemos perfectamente, ¿Tú crees que yo le llegue a caer bien?
–Claro, mi sakura es el alma más noble y pura de este mundo, va a amarte. Gracias por acompañarme, infinitamente te lo agradezco.
Ambos reímos, quedándonos dormidos durante el vuelo, ya que la distancia era abismal y dieciocho horas de vuelo me parecían una eternidad, mas, teniendo en cuenta que ya no podía seguir sin ella.
(***)
Por fin estábamos ya en suelo itálico, mi piloto tuvo algunos percances por las turbulencias del clima. Pero estábamos aquí con bien, así que, solo fuimos a la habitación de una pequeña posada y deje a Kayo descansando, me refresqué y me puse impoluto, presentable para verla, tomé las coordenadas que Kayo había rastreado, le pedí a un guía del país que me llevara al lugar descrito y aceptó, quería llevar bajo perfil, no quería sofocarla con tanto si solo con mi presencia ya estaba invadiendo su privacidad.
En el camino hacia el lugar que se llamaba Vitoriano, un lugar muy exclusivo, me gustaba que tuviera seguridad reforzada, y eso me dio mucha tranquilidad, sabía que ella estaba protegida y lo agradecía en el alma.
–Bueno señor Nakamura, aquí es, ¿tiene a quien llamar para que le autoricen la entrada? Si no, me temo que no le dejaran pasar.
Tomé el teléfono y llame a Emilio, a los dos timbrazos respondió; –Cuanto tiempo sin hablar, hermano– expresó.
Solté el aire que, sin querer, tenía retenido, y lo saludé.
–¿Cómo esta Ariadna?
–Ella esta… bien.
–Estoy aquí en el Vitoriano, necesito que me dejen entrar, verla y arreglar esto. Además, sabes que merezco saber si ella es feliz y si es así, alejarme y verla desde lejos ser feliz.
–¿Cómo supiste que está en el Vitoriano?
–Recibí una llamada de tu abuela hace veintidós horas, diciéndome que Ariadna la estaba pasando terriblemente mal, aunque para la navidad te llamé y me contesto su esposo de tu teléfono…
–¿Esposo? ¿de qué rayos hablas?
–Dime como entrar al Vitoriano, prometo contarte todo, pero necesito verla. Por favor, Emilio…
Mi tono era suplicante, en verdad moría por verla.
–pasa en el portón de residentes, marca el código 254809 y, con eso ya estas adentro, ya te digo, felicidades.
Agradecí con el corazón en la mano y así entramos con el guía, un guardia de seguridad trato de no dejarme entrar, pero al ver mi cara, mejor decidió dejarme pasar.
Mis manos sudaban frio, pero ya estaba aquí y pude identificar la casa de los Santander-D´angelo, caminé hacia la puerta, una linda chica me salió a atender y cuando me vio, me dejó pasar a la casa sin más, definitivamente ella hablaba de mi o lo había hecho.
Caminé por el pasillo que daba a una habitación con balcón, en el, se encontraban varios retratos pintados a mano alzada, acuarelas y grafitos, ella no me olvidaba y Kayo tenía razón, me habían tendido una trampa, o talvez su esposo aún rogaba por su amor.
Toqué la puerta de la habitación vi como en fila estaba la servidumbre expectante a lo que fuera a pasar, y ahí se reinició mi vida, mi corazón se encendió al ver que ella abría la puerta, con su carita más redonda, y sus hermosos ojos conectaron con los míos de inmediato, pero, fuimos interrumpidos por su llanto, uno incontenible, lleno de dolor y pueda que tal vez hasta rencor u odio.
Las nubes negras que traficaban soledad se habían esparcido como cenizas, pero sus ojos aun seguían goteando…
Editado: 02.10.2024