Taki
Mi suegro llegaba hoy de Madrid para hablar sobre mis intenciones con Ari, ahora seriamos cuatro y teníamos dos vidas que llevar con demasiado amor, cuidado y educación, formar dos niños de bien y futuros hombres de éxito, el señor Bernardo tendría la razón en muchas cosas y eso no lo pondría en tela de juicio, sí me sentía nervioso, pero sabia que todo saldría lo mejor posible.
Ariadna había programado la cita con su nuevo obstetra y así poder conocer a mis hijos, aunque por lo que ella había retratado en su lienzo el día anterior, no me quedaba duda que mis hijos eran sanos, fuertes y guapos como su bella madre.
–Vamos, ya se nos hace tarde y papá llega hoy.
La tomé de las manos y fuimos directo a comer, ella tenia mucha hambre, gustos extraños por la comida y sonreía cada que me entretenía verla comer, era como verme a mi comiendo cosas inimaginables, luego fuimos a la cita con la obstetra y con esa sonrisa que mi sakura me regalaba, adicional escuchando los latidos de los corazones de mis hijos, justo en ese momento llegué al cielo, y solo con esos detalles que la vida me regalaba me daba por bien servido.
–él, es Fermín y el de lado izquierdo es Emiliano…
–Amo sus nombres, no cambiaria nada de ellos… los hiciste hermosos, mi amor.
La doctora nos veía, éramos un par de chicos enamorados, llorando al ver que el amor se había materializado en dos bebés preciosos y que los esperábamos con ansias, mis padres en Tokio, estaban extasiados con la noticia, así que decidieron venir a formalizar el compromiso con Ari, pero con ella hablamos que aún no nos casariamos, que de momento viviríamos en New York, quería que estuviéramos en otro escenario, respirar los nuevos vientos y las oportunidades que se venían luego del nacimiento de los bebés.
–Bueno, la fecha probable de parto será en mayo diez, pueda que antes pero, siempre sabes que los chequeos ahora serán cada semana, cuídate mucho y ¡felicidades papis! – la doctora se despidió y salimos rumbo al aeropuerto a recoger a mi suegro…
(***)
Nos sentamos en el living, mientras que doña Gabriela organizaba la casa y Don Guido llego también a hablar conmigo, la conversación era de hombres y solo faltaba mi cuñado, por suerte llegaría hasta el fin de semana, así que actividad por la llegada de mis hijos había por montón.
Ariadna se sentó a mi lado, mientras que mi suegro me veía con cara de molestia, sabia que merecía en cierta parte lo que fuera que me dirían pero, en verdad yo no sabia de la llegada de mis hijos a este mundo y tampoco se lo iba a reprochar a mi novia, ella solamente me dió espacio como yo y contra eso nadie podía hacer nada.
–Bueno querido yerno… necesito pongamos este tema a rajatabla, ahora no solo es mi hija lo más preciado que te llevas, también son mis nietos los que necesitan estabilidad no solo económica, sino también afectiva… ¿Qué haras al respecto? – preguntó serio, mientras Ari solo me apretaba duro la mano.
Iba a hablar, pero don Guido tomo la palabra, de forma muy seria.
–cuando Minerva la esperaba a ella , la situación fue casi igual, aunque mi hija lucho para que el amor de su vida estuviera junto a sus hijos en todo momento y, ellos siguen luchando juntos aun por su amor. Bernardo tiene toda la razón de preguntar lo que viene a continuación, por que un hijo no es solo por tenerlo y lucirlo, es de entregar amor, dejar tu vida en su vida, ser responsable de todo lo que ellos necesiten, no todo es el dinero.
–Muy bien señores, yo lamento haber tenido que dejar a Ari todos esos meses, aunque no hubiese nunca querido separarnos, debíamos hacerlo, y ahora estamos aquí por amor, el amor mas reforzado y que jamás nos falte confianza y amor. Viviremos juntos en New York después de que los gemelos cumplan tres meses de haber nacido, y nos casaremos mas adelante, eso hemos decidido con Ari, ¿no es así, amor? – Ariadna sonrió y afirmó con un fuerte y decidido ¡Sí!
Mi suegro y el abuelo asintieron, mientras que el abuelo saco de un cajon tres habanos, dándonos uno a cada uno menos a Ari, nos pusimos de pie y mi suegro estrecho mi mano y me abrazo, palmeando mi espalda; –¡Bienvenido oficialmente a la familia! – acotó, encendiendo el habano y así mismo el abuelo también me felicitó, esto había sido un paso grande, la celebración de una nueva generación y que también ya pertenecia a la familia Santander-D´angelo.
Esa cena fue la mejor, mi mujer estaba feliz, la casa estaba amena y esperando a que todos se reunieran el fin de semana en el Vitoriano, besé a mi hermosa bolita de algodón de azúcar, aunque ahora el cabello lo tenia largo y de color castaño natural, pero igual, para mí siempre seria mi algodón de azúcar.
–Solo hablaré con Kayo unos minutos por temas del trabajo, ya vengo– mi mujer entendió y se quedó hablando con los abuelos y mi suegro.
Saqué mi teléfono y llamé a Kayo, el horario era otro tema, pero quería hacer las cosas bien, en Vancouver eran las once de la mañana del miércoles mientras que aquí eran las ocho de la noche del jueves, así de raros eran los horarios, ella me contestó emocionada, diciéndome que el sábado iría a una de las carreras de la formula uno, a ofrecer también los servicios tecnológicos para las monoplazas de cabina única, así que dejé que me hablara de toda su emoción y poniendole atención en todo momento, al fin dejó de parlotear y empecé a designar trabajo, también para que se lo comunicara a Marco en Japón, yo había estado haciendo un videojuego para Ariadna, diseñando a la perfección cada detalle, eso tendría algo especial al final de los niveles, eran doce mundos en el video juego y jugaríamos un mundo distinto cada mes.
—Eso es todo lo que necesito y, no te olvides Kayo-Chan, el apartamento en New York, me urge que lo compres y lo pongas a su nombre.
—Claro jefe, así se hará. Créeme que si tú no fueras mi amigo, yo te robaba a tu mujer—Ella empezó a reír, pero a mi no me dió risa en absoluto, yo era demasiado celoso con lo mío.
Editado: 02.10.2024