El Amor Secreto Del Ceo

Encierro mortal...

Taki

Las cartas estaban ya dadas, listas para empezar éste largo trayecto desgastante, no sabía porqué o cómo es que siempre íbamos a caer con gente loca, añoraba estar libre de todo mal, de todo lo que no nos hiciera bien, quería que mi novia y mis hijos estuvieran a salvo, mientras mi cabeza hacia mil preguntas a la vez y todo sin respuesta alguna, cada ítem que llegaba se quedaba vacío, sin explicación alguna.

–¿Estás listo para lo que vaya a pasar allá dentro?

–Si, todo sea por el bien de mi familia.

Estaba nervioso, no sabía con lo que me toparía allá dentro, era un bar clandestino cerca de un lugar muy silencioso, me habían colocado un chaleco antibalas, nadie sabe de lo que sería capaz de cometer ese hombre, me puse firme, ajuste mi saco y caminé como si nada estuviera pasando, entre al lugar con suma confianza y viendo hacia todos lados, y no había nadie en particular.

—¿De Japón?

—Si, de Japón.

—Lo esperan en la bola ocho de abajo.

—¿Bola ocho? ¿Qué es eso?

—Es una habitación especial, así que, andando.

Obedecí a la máxima señal, bajando por unas escaleras y centrándome en encontrar a ese hombre que estaba obsesionado con Ariadna.

En esa habitación había toda clase de jeringas y otros utensilios de dudosa procedencia salubrista, todo era muy sucio, así era como iba a trabajar este loco, drogándome o matándome.

—¿Sabes por qué estás aquí?
—Creo saberlo, no te preocupes, aprendo rá

—No lo creo, si hubieses aprendido rápido, hubieras dejado a Ariadna en paz, yo soy el que será héroe hoy…
—¿Tan seguro estas?
—Claro, por qué después de que estés protegido, nada te ayudará a salir de esto. No debiste volver y lo sabes bien… ella era solo para mí, ya la habías dejado libre.
—Jamás la deje de amar, nunca estuvimos lejos, una parte de ambos estaba atada a nuestro destino, no sabes nada… Manuel.
En cuanto dije Manuel, el hombre se alteró y empezó a tirar todo a su paso, mientras yo seguí de pie esperando a que llegara hacia mí.
Estaba fúrico, al punto de que, si me movía de ahí, lo tendría como lapa en cuestión de segundos, su cara se ilumino de odio, y se lanzó a mí con una jeringa en la mano, esquive el ataque con astucia, esta vez haría todo como debía ser; con prudencia.
Siguiendo mis instintos, tome un taco de billar, golpeándole la mano y tirándole la jeringa hacia otro lugar, cuando la policía intervino, entrando mi suegro con los demás, arrestándolo, mientras el pobre gritaba todas sus frustraciones, dejando en claro que estaba loco, pero que también podía hacer a que muchas personas le temieran por sus planes malévolos, esto había sido más fácil, y, en ese instante recapacite y mil ideas pasaron por mi mente, y los recuerdos de ese suceso que nos había marcado con Ariadna. ¿y si yo le hubiese contado desde un principio a Ari sobre la entrega de ese dinero? ¿Qué hubiese pasado si le hubieran hecho daño a mi flor de cerezo? Muchas más preguntas rondaban por mi cabeza, la mayoría sin respuestas, porque preferimos tomar caminos distintos y todo había sido por mi egoísmo, por pensar en que había obrado mal al separarme de Akira, y que gracias a la vida, ahora estaba con una mujer que me hacía feliz, que me adoraba y que estaba a punto de darme una familia, la que siempre soñé tener, así como en toda esa colección de películas y videojuegos románticos que tenía en esa sala privada y que solo Ari conocía, porque con ella yo era diferente, era yo mismo, después de años de oscuridad.
–Muchacho ¿te encuentras bien? –pregunto el señor Guido, mientras la policía hacia todas sus pesquisas y salimos como si nada hubiese pasado, porque eso había sido como pan comido, la confianza que había tenido con mi novia había ayudado a ver muchas cosas de las que hasta ahora fui capaz de ver.
–Si, señor, estoy bien, ansioso de ver a mi novia, gracias por todo.
–¿ves cómo los problemas cuando se comparten en pareja son mejor resueltos? – dijo mi suegro, ya que el había sido el mejor ejemplo en esto.
Cada vez que podían contaban la historia de amor y dolor que tuvieron que superar para estar juntos, y eran un ejemplo de lucha y sobre todo de confianza y amor.
–Si suegro, la confianza es importante, estuve ciego durante mucho tiempo, pero ella llego para ayudarme a ser mejor persona y el hombre que ella y mis hijos necesitan.
–así se habla, muchacho.
Debíamos ir a declarar en contra de este hombre y, al llegar a la comisaria, había muchas mujeres molestas y otras nos veían y agradecían, no estábamos entendiendo nada, lo único que quedaba claro era que todos estábamos ahí por ese loco que merecía tantos años de cárcel por la irresponsabilidad que había cometido años atrás.
–Señor, gracias por llegar a tiempo, esto es una locura.
–¿Qué es lo que está pasando aquí y que hacen todas estas mujeres aquí?
–Todas ellas vienen a demandar al señor Manuel Aparicio, alias Tadeo, el obstetra, por engaño estafa y bigamia.
Todas esas mujeres estaban esperando a poner una denuncia formal hacia ese hombre que era un estafador, los casos eran cada vez más descabellados ya que una a una contaba la historia de como lo conocían, venia estafando desde Lisboa, Argentina, Ecuador, España y ahora en Roma.
–¿algo que deseen agregar?
–No lo creo, ya con todos estos casos, estén todos por seguros que este hombre jamás verá la luz del día desde la libertad de un balcón de apartamento, aquí tendrá todo lo que necesita, desde psicólogos psiquiatras, hasta charlas dominicales, tal vez así se arrepiente de lo que les hizo a tantas mujeres y principalmente a su exesposa y su hijo…
–No olvides lo que le hizo a esta pareja, este chinito sufrió demasiado– dijo una de las señoras con tres niños algo grandes.
No iba a aclarar que era japones y mis padres eran los chinos, nos despedimos de todas, subimos al auto de la policía y a los demás en los carros de mi suegro, ya le había pedido un deseo a la vida, al ser supremo y este me lo había cumplido hoy; recapacitar, y dar el siguiente paso con Ari, mudarnos a New York.
(***)
Llegamos por la tarde al Vitoriano, la tarde estaba como esas en las que Ari aprovechaba a pintar, entramos y lo primero que recibí fue el abrazo de mi madre, seguido de un tierno beso de mi suegra y de doña Gabriela, y, por último, esa bolita de arroz que ya no podía caminar ya faltaba poco para que nuestros hijos llegaran a este mundo que los esperaba para verlos triunfar, brillar y devorárselo, así como su mama y su papa lo habían hecho y lo seguirían haciendo.
–Gracias por regresar con bien…
–Gracias a ti por enseñarme lo que es el amor y la confianza, por enseñarme a hacer las cosas en equipo, con madurez y por darme esta bella familia.
Sellamos la tarde noche pintoresca con un beso casto, sabía que esta noche dormiríamos abrazados, con ganas de congelar el momento, de no despegarnos.




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