Había pasado ya dos semanas y media después de toda la locura que habíamos vivido en casa, la turbulencia bajo muchísimo, disfrutando a plenitud lo que restaba del embarazo y preparándome para la llegada de mis hijos, mientras mi chico japones sensual había adecuado la biblioteca del Vitoriano en una oficina de trabajo, ya que no me quería dejar sola en ningún lapso de tiempo, no quería perderse la llegada de sus hijos y menos se lo perdonaría yo, aunque últimamente ya no era su sakura, me había convertido en su bola de pelusa con piecitos de salchicha, una bolita de arroz y hasta un dompling relleno de exquisitas carnes, mi novio ya no me veía como una sexy embarazada, me veía como la comida que más le gustaba.
–Sabes algo… me ha gustado Roma durante este tiempo que hemos estado aquí, aunque no se si a nuestros hijos les parezca la idea de quedarnos aquí más tiempo de los tres meses estipulados– dijo Taki, leyendo uno de los artículos de la revista Forbes, donde en primera plana salía que el videojuego que le ayude a modificar semanas atrás, se había convertido en tendencia haciéndole ganar más reconocimiento y dinero, haciendo a que brindara más trabajo y nos expandiéramos a la ciudad del futuro; Singapur.
–¿quieres que nos quedemos en Roma?
–No sé qué quieras tú, yo quiero lo que tú quieras, mi amor.
Sonreí y lo dejé leer, la verdad quería estar lejos de Japón y de Italia, después de todo lo que habíamos vivido solo quería ir lejos donde nadie nos juzgara, nos dijera que hacer y que no, y menos, hacernos daño y hacerles mal a mis hijos que ya estaban a punto de llegar a este mundo.
Mi abuelita y mi mamá se habían quedado en casa, alegando que antes de que mi suegra me secuestrara a Tokio y me encerrara por cien días sin bañarme, preferían aquí cuidarme y consentirme de igual forma, pero bañándome todos los días que fueran necesarios.
Mi suegra prometió estar aquí una semana antes de mi cesárea programada, ya habíamos acordado como seria el parto, amaba la idea de un parto natural y asistido en casa, pero eran gemelos, y no merecían estar luchando por salir a última hora y arriesgar sus vidas. Eso era algo que jamás me iba a perdonar, es más, hasta me alteraba de solo pensarlo.
Me levante para comer algo, aunque últimamente no cargaba mucho apetito, mi pancita había bajado unos cuantos centímetros y mi abuela me dijo que eso era algo normal y que estaba a punto de convertirme en mamá muy pronto, y eso me emocionaba y me estresaba a la vez, porque el miedo a que hubieran complicaciones me tenía muy preocupada, al punto de estas tres noches no había dormido nada y Taki, que estaba agotado de tantas reuniones por videollamadas y con Kayo super pegada a la pantalla para terminar de firmar una sociedad que él había creado en Vancouver con la universidad central. Lo tenía muy ocupado y cansado, además, nos mandaron a llamar para asistir al juicio condenatorio de Samuel Aparicio, pero ni siquiera me presente, es su totalidad Taki fue el que tomó las riendas del asunto y se encargó de eso.
Por fin llegué a la cocina, tomando un vaso de leche y preparándome un sandwich liviano, cuando de repente sentí como agua caliente escurría por mis piernas, aunque mi vejiga ya no soportaba estar tan apretada, esta vez no era pis.
Me tranquilicé y empecé a contar hasta cinco, y fue entonces que una contracción se hizo presente, haciéndome retorcer de dolor, sentía que me quemaba por dentro, un dolor inexplicable.
Un alarido de dolor fue el que solté, cuando grite su nombre, inmediatamente Taki Nakamura, el CEO respetado de su propio imperio de juegos, el hombre serio y un tempano de hielo con sus empleados, estaba patinando entre el líquido que había botado, ya que descalzo llego corriendo a mi auxilio, empecé a reír de los nervios y de la escena tan cómica en la que los cuatro éramos protagonistas, porque mis hijos ya querían salir, no dieron tiempo de llegar la otra semana, haciendo que mis suegros se perdieran tal acontecimiento así como mi padre, excepto mi abuelo y Gael, ya que mi mellizo estaba más que feliz de ser tío, y, aunque León me hiciera falta, entendía que él debía atender sus asuntos y más, con su nueva prometida, ya que con Maria Elvira las cosas se habían ido a pique, haciendo a que se distanciaran y el viajara a Estambul un tiempo largo, de eso habíamos sabido tiempo después ya que prefería no decirnos nada para preocuparnos, hasta que yo hable con María E; con lágrimas ella demostraba que la pelea que habían tenido había sido la más tonta, y mi hermano un inmaduro.
–Tranquilízate, todo va a salir bien, solo respira profundo, no te alteres, por favor.
Taki era el más nervioso, como pudo fue a levantar a mamá y a la abuela, inmediatamente regreso con zapatos puestos y mi maleta, mientras que las abuelas llevaban pañaleras y emocionadas llamaron a papá.
Taki saco la camioneta grande, acomodándome poco a poco, mamá se subió al pequeño auto con la abuela y llamaban a la obstetra, organizando todo para la llegada de mis niños.
Íbamos en el camino, no distinguía casi nada, pero no quise preocupar a mi lindo novio quien estaba en modo emocional llorando como todo un romántico de primera, y es que, realmente solo era así conmigo, eso era lo que me había enamorado al millón, porque era un oso gigante, pero todo un cachorro cuando estaba conmigo.
–Llegamos mi amor, solo ire a traer, ah no, ya está aquí, voy a bajarte poco a poco.
Una enfermera traía una silla de ruedas, lo agradecía porque era poco lo que estaba elucidando, con amor y placer recibiría a mis hijos, sin saber que muchas cosas pasarían en esa bienvenida al mundo, realmente me sentía demasiado mal.
(***)
Taki:
Estaba muy nervioso por lo que fuese a pasar en el parto, la obstetra estaba contenta, nos esperaba ya con todo listo, le hicieron tacto a Ariadna, ella decía que le dolía poco, aunque su aspecto decía otra cosa, la cigüeña no se estaba llevando bien con ella para entregar la encomienda, aunque a este paso ya todo debía ser cuestión del cuerpo.
–perderíamos más tiempo si te practicamos una cesárea, ¿puedes intentar pujar? –poniendo la bata y alistándola para lo que se venía, yo estaba terminado de ponerme la cofia que me habían dado y el demás equipamiento para recibir a mis hijos, pero esto se estaba saliendo de lo planeado y más por la salud de Ariadna.
–Doctora, mi esposa y yo ya habíamos tomado una decisión, no hacer sufrir a nuestros hijos, así que tocara regirse al plan que ya estaba antes. Una cesárea es lo que debe de ser. –ya estaba seguro de que esto no era una buena idea, pero ella reclamo que si se podía hacer un parto vaginal y todo saldría bien.
Ari se veía hasta verde, y eso me preocupaba, llevaba días sin comer, aunque yo le rogara y le diera de comer hasta en la boca, era poco lo que comía y eso me asustaba ahora, porque todo traía sus consecuencias.
–Bueno Ariadna, a la cuenta de tres empezaras a pujar sin detenerte ni jalar aire, ¿de acuerdo?
Mi bella y valiente chica asintió, guardando todas sus fuerzas para ese momento.
Empezaron a contar y ella a pujar, sin descanso, mientras el parto era asistido por un grupo grande de médicos, aunque no me parecía en nada lo que estaba pasando.
En cuestión de unos minutos, anunciaban que estaba saliendo la cabeza de uno de los bebés, ella seguía pujando hasta que un grito estruendoso junto con un llanto de vida, retumbo en las paredes de la sala de partos, había llegado el primero de mis hijos poniéndolo en el pecho de su mamá. La que había sido la cuna perfecta durante casi nueve meses, lo beso y me dedico una mirada feliz y cansada, algo no me parecía bien, llevaron a mi hijo a control y vieron que no podían sacar al segundo de mis hijos, y ahí entramos todos en pánico, con miedos y yo con nervios.
–Doctora, ¿Qué es lo que está pasando? –pregunte, mientras mi esposa quería pujar y ya no podía.
–practicaremos una cesárea de emergencia señor Nakamura, el niño no quiere salir.
En ese momento quería matarlos a todos, excepto a mi mujer y a mi otro bebé, dando paso a que anestesiaran a Ari y empezaran con el procedimiento, me acerqué a ella, pero ella no hablaba, solo se llenaban sus ojos de lágrimas, tuve miedo.
–Mi amor, todo saldrá bien, te lo juro, todo saldrá muy bien.
Ella ya no hablo, mis lagrimas cayeron sin mi permiso, y empezaron todos los médicos a actuar, en menos de unos largos minutos, que para mí fueron eternas horas, el llanto de mi segundo hijo se hizo presente, poniéndome un poco en paz, lo vi y era el más regordete de los dos, ambos varones preciosos, habían heredado mis ojos rasgados y el color de piel de su bella madre, tome a mi hijo en brazos y lo bese, mientras que mi mujer solo nos veía y cerro sus ojos.
La máquina que estaba monitoreando su pulso empezó a pitar, haciendo a que me sacaran de inmediato de la sala, me puse a gritar, porque si bien mis hijos estaban perfectamente bien cuidados, la cuna que los había albergado se encontraba al borde la muerte.
–¿Qué está pasando Taki? – dijo mi suegra, angustiada.
–Se complico todo allá dentro, me sacaron, Ariadna no responde…
Editado: 02.10.2024