Taki
Cuando por fin Ari y los niños fueron dados de alta, mi corazón dió un respiro reconfortante ya que no había podido estar en paz en ese lapso, amaba ver a mis hijos, a la sangre de mi sangre y también ver que mi novia estaba feliz, que esto era nuestro complemento perfecto, que había incluso hasta desafiado al tiempo y ella a la muerte.
–Estos bellísimos se van a robar la atención de cualquiera, muchísimas felicidades.
–Gracias tía, si no es así ni nos vemos.
La familia de Ari era enorme, era demasiada gente que de solo verlos me abrumaba, ya entendía porque ella tenia ese lado extrovertido, aquí todos eran muy escandalosos, alegres y, a comparación de mis padres que eran muy callados. Kayo y Markus se habían venido a Roma cuando le envié un mensaje a Kayo, contándole que Ariadna estaba mal después del parto, haciendo a que llegara con Markus a los dos días después del suceso y nacimiento de mis primogénitos, necesitaba ese apoyo de amigos y lo obtuve.
Mi madre seguía con la loca idea de irnos a Japón, de criar allá a los bebes, pero con Ari los planes eran absolutamente otros, sin herir la susceptibilidad de mi madre, y haber hablado antes con la madre de mis hijos, la invite a que se quedara en la casa, total, la casa era demasiado grande para nosotros cuatro, así que mi madre acepto con la condición de que Ari se dejara cuidar y solo encargarse de darles de comer a los bebes, nada de trabajo, portátiles y móviles cerca de allá, a lo cual me asusto que Ari aceptara, con también una condición; Bañarse diario porque si no se volvería loca y dar caminatas por el gran jardín.
Mi suegra solo me veía y sonreía, hasta que me acerque a ella y pregunte lo que pasaba, ella muy amable me abrazo y empezó con una charla muy amena, y felicitándome por haber sido fuerte en el día que todo había ocurrido, que esta nueva oportunidad que la vida nos estaba dando debíamos aprovecharla al máximo y, ahora siendo cuatro, tener un lugar para establecernos, lo necesitábamos.
–Fuiste muy valiente, ya veo todo lo bueno que mi hija vio en ti, contigo ella es una mujer entera, disponible para amar y cerro muchas etapas de su vida en las que ella no se encontraba, gracias por eso Taki, en serio, no pensé que en Japón ella encontraría a su alma gemela.
–De hecho, nos conocimos desde le avión hacia Japón, recuerdo cuando ella fisgoneaba en mi computador, desde ese instante me robo el corazón, nos costó al principio por la relación jefe y pasante, pero ahora henos aquí, con dos gemelos y una gran familia que nos apoya y nos respalda.
Mi padre, mi suegro, el abuelo, los primos de Ari y sus hermanos, todo estaban locos cargando a los gemelos de la suerte, eran algo especiales porque tendían a unir a la familia, unir el amor que su madre y yo nos profesábamos todo el tiempo, incluso cuando estuvimos lejos, ella conservaba el amor en su cuerpo, ese amor y esas noches largas de repasar su cuerpo como un demente, no solo por el placer, eso era secundario, era el acto de unir nuestros cuerpos en una batalla de adueñarme de su piel, de sus sentidos y de su maravilloso corazón.
Así trascurrieron dos meses, mamá había aprendido a respetar espacios, Ari había sido muy paciente y yo seguía manejando la empresa desde aquí, Kayo y Markus eran muy responsables, la empresa había crecido un veinte por ciento más estos dos meses y me sentía genial. Sabía que había valido la pena cada segundo dedicado al trabajo y también dejar a cargo la gestión de esta en Japón y en Vancouver.
–ya casi cumplirán tres meses los rollitos de sushi, ¿aún sigue en pie irnos a New York? –pregunto Ari, mientras estaba visitándola en la habitación.
Si, desde que habían nacido los bebés, no habíamos compartido cama, por respeto a su cuerpo y porque mi madre si había impuesto a que ella debía sanar por mucho tiempo, aproximadamente ese proceso llevaría dos años, pero acordamos que nos daríamos un año, un año largo y, aunque me estuviera muriendo de deseo por poseerla y hacerla mía en todos los lugares de la casa, así como en el ático en Japón, debía controlarme por el bienestar de ella.
–Pues, creo que un año aquí en Roma no nos vendría mal, además, aquí casi cumplirás el año de estar después de lo que paso en Tokio, por mí no hay prisa, la empresa marcha bien, estoy al pendiente y al pendiente de mis rollitos de sushi y de mi hermosa y deliciosa mujer…
Ella se sonrojo a tal manera, que tuvo que cubrir su rostro con su abundante melena color miel, del rosado que me volvía loco ya no quedaba rastro alguno, y es que, después del secuestro, ella había decidido ya no teñir su cabello, solo de recordar lo que le decían del mismo cuando estuvo ahí en ese lugar, quedo con algunas secuelas que intentábamos trabajar.
Entre la depresión post parto, la maternidad y los recuerdos de un pasado que nos había marcado a ambos, ella fingía estar al cien por ciento, pero sabía que no era así y necesitábamos acomodar esa parte, prometí cuidar de ella y evitar que sufriera, ella y mis hijos merecían todo lo mejor de mí y yo los necesitaba para ser feliz.
–Mi amor, ¿quieres cenar conmigo esta noche?
–Siempre cenamos juntos mi amor, claro que si
–Lo sé, pero esta vez es cenar fuera… tienes ya dieta libre y… solo iremos a cenar.
Ella tomo mi mano y la beso, acuno su rostro entre ella y sonrió, amaba a la Ariadna feliz, a la mujer fuerte y valiente que era cuando estábamos juntos, batallando con el enemigo.
–amo estas citas, nos amó así Taki, yo… yo solo quiero salir de esta casa y que todo se acomode, me está volviendo loca el encierro mi amor, he sido paciente, nuestros rollitos de amor cada vez están más grandes y hermosos, pero, necesito tiempo para los dos, y amo que siempre estes ahí para mí, te amo como el padre de mis hijos, pero también quiero amarte como mi novio, como ese amor prohibido, con ansias y…– respiro profundo y sus lágrimas cayeron sin que ella lo notara, sabía que se sentía atosigada, que me necesitaba más de la cuenta así como yo la necesitaba a ella.
–Y aquí estoy mi bello sakura, soy todo tuyo, no me iré de tu lado, todo estará bien y esto se acomodará, solo ten paciencia. Ponte más hermosa, quiero presumirle a toda Italia que tengo una mujer hermosa, que hizo a que rompiera las reglas en mi propia empresa y que hace dos meses acaba de darme dos preciosos hijos y que muero de ganas de hacerla mía en todos los lados de la casa…– estaba a punto de besarla, cuando mi madre entro y me vio seria, mientras la cara de Ari estaba roja, mi madre acababa de escuchar lo último que dije, pero me no me retracte, era completamente la verdad.
–Hoy saldremos con Ari, mamá, te agradezco que la ayudes a ponerse hermosa y gracias– dije besando su sien, abrazándola–, por cuidar de nuestros bebés.
Mi madre no protesto, sonrió y entendió que yo y mi mujer necesitábamos acomodar las cosas, acomodarnos la vida.
Editado: 02.10.2024