Ari
Llegamos al aeropuerto con los gemelos, Dimitri nos escoltó hasta el avión privado de Taki, acomodaron las maletas y nos desearon buen viaje, sería un vuelo con escalas por el tema de los niños, ya estaban grandes en el tema de la desesperación de quedarse quietos en un solo lugar, lo increíble de esto era que tenía una mini habitación en el jet, y llevábamos juegos lúdicos para que se desestresaran por el vuelo largo que nos esperaba y nos unía cada vez más con Japón.
–Deja de estar nerviosa mi amor, todo saldrá bien.
–Lo sé, pero no dejo de estar susceptible, perdóname.
Quería ocultarme entre la niebla que cubría el firmamento, pero no podía ya que mi prometido hacia el esfuerzo por mantenerme bien, por estar al cien por ciento para sus hijos y protegernos, obviamente sabía que todo cambiaba y eso era lo que había pasado en Japón, todo había cambiado y debía de ser fuerte por que ante mis hijos debía ser esa madre empresaria, la mano derecha de su padre y salir de esa oscuridad en la que me sumergía a veces, a veces el silencio era mi mejor acompañante y me decía que debía enterrar en ese lugar el recuerdo de lo que una vez me hizo daño, porque aunque Taki me haya ido a rescatar en esa bodega de la mano de esos locos, mi vida había corrido peligro, si, estaba loca.
–Te amo y te prometo que eso no pasará nuevamente, menos con mis hijos de por medio y lo sabes, solo dame un voto de confianza, sé que no te fuiste de Japón en los mejores términos, pero aquí estamos juntos y con un hogar formado, además, sabes que lo que Dios unirá, el hombre no lo podrá separar, y eso no volverá a pasar.
Asentí y traté de tranquilizarme, así pasaron unas horas, los niños estaban emocionados, la mayor parte del tiempo estaban comiendo y durmiendo y agradecí eso, porque así no sentían la angustia que yo sentía.
Hicimos escala en Francia, y de ahí iríamos directo a Tokio, solamente estuvimos cinco horas de escala para ir directamente a nuestro destino, traté de dar la mejor versión de mí y curar ese trauma del pasado, así que empecé a hablar con mi chico especial, entre los negocios, la sesión de fotos de la revista y la oferta hacia los inversores del parque temático era algo que hacía a que no me echara para atrás en nada y así no borrar huellas del camino que tanto me había costado recorrer y por lo que siempre soñé.
–ya nos falta poco para tocar suelo japonés, ¿estás lista? –preguntó, mientras se me acortaba el aire para respirar.
–si mi amor, estoy lista.
Lo besé con muchísimas ganas de fundirme en él, pero habíamos venido solos con los niños y los colaboradores de Taki en Japón nos esperaban allá, junto a Marco y Kayo; una aventura más.
–¡aterrizaremos en veinte minutos! –dijo el piloto, muy animado.
Tomé a
mi Fermín y Taki a Emil, empezamos a cantarles canciones de coco melón, distrayéndoles para que no sintieran la turbulencia al descender por fin a la tierra de su padre, a la tierra donde habían sido concebidos y que también, su madre había vivido experiencias malas, aunque las buenas eran las que debían de pesar más, en fin; ya estábamos listos y nos tomamos de las manos, mientras seguíamos cantándole a los gemelos y nuestras miradas conectaban, sus ojos me decían tanto que ahí era el único lugar donde podía encontrarme y ser feliz, sentirme plena y completa, no podía ser egoísta en hacerle la vida de cuadritos al chico que daba todo por mí y que siempre estaba para mi haciéndome feliz, al fin aterrizamos sin ninguna dificultad, así que si, ya estaba lista para regresar y demostrar que había vuelto completa y recargada de amor y éxito para apoyar a mi prometido.
Los niños estaban felices, eso nos motivaba, empezamos a alistarnos y esperar unos minutos para bajar del jet, y allí estaban ellos, los incondicionales y los demás colaboradores de Taki.
–eres lo mejor que me está pasando en la vida, gracias por ser fuerte…
Sonreí y nos dimos un beso de pico, mientras nuestros amigos caminaban hacia nosotros, los bebés estiraban sus brazos para ser aupados por los tíos que, aunque no eran de sangre, eran los mejores en dar un buen ejemplo y amor.
–¡mis niños bellos! –gritaba Marco, mientras llegaba a unos veinte pasos de distancia, bajamos de inmediato y por fin los niños abrazaron a su tío, sintiéndose felices de verlo, Kayo nos saludó alegremente y muy feliz de por fin estar en casa, en su país.
–es una alegría que estés aquí Ari, en serio.
Sonreí y si, recordé como había llegado a Japón con ganas de comerme el mundo, ser grande y ganar un puesto en una de las empresas más importantes de tecnología avanzada en todo el mundo, y, sin querer, ganándome el corazón del empresario más influyente del medio... de todos los medios.
Una turba de paparazzis era lo que se había dejado venir en cuanto vieron que era Taki Nakamura el que regresaba a su país luego de un año y meses de estar lejos de su emporio tecnológico y que ahora, venía acompañado de una mujer de melena color miel con destellos de sol y dos retoños con su misma cara y hasta en los pequeños pasos que ellos daban, firmes y decididos como el guapo y poderoso CEO.
Lo veía desde un prisma viendo que la perspectiva no era la misma, visualice todo con tranquilidad y dejé la paranoia de estar en peligro, bajando la guardia y sintiéndome emocionada por todo lo que lograría con mi futuro esposo, el padre de mis hijos.
Taki me tomó de la mano y Marco con Kayo llevaban a los bebés. Los flashes de las cámaras obnubilaban la vista de los seis, y de los colaboradores, las preguntas no se hicieron esperar, ya estábamos en el ojo mediático, ya todo Tokio se había enterado de la llegada del CEO que tenía el corazón como tempano de hielo, el robot adicto al trabajo; siendo un padre imponente y un amante digno de enmarcar una foto melosa.
–Señor Nakamura, por favor díganos, ¿por ella fue que usted estuvo lejos de su empresa por un año y dos meses?
–Taki-San, por favor atiéndanos, ¿son sus hijos o los adoptó?
Editado: 02.10.2024