Taki
–Ella era extrovertida, cuando la vi en el avión y nos tocó compartir asiento, una fuerza diferente me hizo estremecer, pero, en cuanto la vi fisgoneando mi trabajo quise asustarla, pero lo único que logré fue que me dijera que debía de soportarla durante las trece horas de vuelo y encima; verla dormir y babear en mi brazo. Así la vería todos los días de mi vida exceptuando su cabello rosa; como un sakura floreciendo en pleno febrero, ese bello sakura había convertido mi vida en una revolución, en un idilio de amor, uno que sobrepaso tiempo, espacio y lugar porque en el amor no importaba que nuestro romance haya sido prohibido y, a quienes no habían aceptado y seguían sin aceptar nuestro amor, los arrojábamos a un abismo sin mirar atrás– espeté, viendo como le hacían las primeras fotos a mis hijos y a mi mujer.
Así había pasado nuestro amor, demostrando que no era un pasatiempo de ese CEO que era un adicto al trabajo y se había vuelto un amargado después de que una arpía haya llegado a burlarse de su corazón, hoy por hoy; me encontraba siendo un padre de familia, un prometido atento, un hombre pleno y renovado, gracias a ella era un hombre diferente.
–Entonces señor Nakamura, ¿ella fue su redención?
–Así es, y todos los días agradezco a la vida que la haya puesto en mi vida, en mi camino y sea la dueña de mi corazón.
Todos estaban embelesados en mi entrevista, del plano profesional ya habían recabado demasiado información, pero de mi vida privada, esta era la primera vez que la extendía como un libro abierto y dejar que todos se enteraran de lo feliz que estaba siendo en esta parte de mi vida, y que amaba a mi mujer como a más nada en el mundo.
–Nos deja en claro que la señorita Santander, futura de Nakamura, fue el bálsamo que su corazón necesitaba y un impulso más que su empresa merecía para ser un imperio en Japón, nos alegra muchísimo que nos haya abierto las puertas de su corazón y que algo tan íntimo y lindo sea compartido para todo el que lo lea. Gracias, señor Nakamura por esta entrevista.
Terminaron de tomar las fotos de los niños con Ari, y este era nuestro momento de darles la mejor cara de nosotros al mundo.
Caminé hacia donde estaba mi amado sakura y con mis rollitos de sushi, ella sonrió al verme y le devolví una sonrisa más grande, en serio que me sentía en las nubes cada que la miraba, si retrocediera unos años atrás, me reiría al pensar que alguien me haya domado tan bien, que haya descongelado mi corazón de hielo, porque yo le había cerrado las puertas al amor; ¡pero que tonto!
–Sabes, no escuché nada de lo que hablaste allá, eso es trampa.
–Solamente le vamos a dar al mundo lo que necesita, que fluya más amor y cese la guerra.
Sus mejillas eran dos lumbres, me encantaba saber que aun causaba ese efecto en Ariadna Santander, y que pronto estaríamos ya unidos como debía de ser, aunque para muchos e incluso para mí, solo sería un papel que diría que estábamos unidos, pero, sabíamos que en el corazón ya nos habíamos transcrito que éramos dueños de nuestro amor, de nuestro futuro y que envejeceríamos juntos, llenos siempre de ese amor sanador y que nada ni nadie nos iba a separar.
–Te tocará comprar la revista en cuanto salgamos publicados…
–Es lo justo, con tal de leer al señor Nakamura hablar así de enamorado, no me perderé por nada ese ejemplar.
La tomé de la cintura y pegué mi frente a la de ella, dándole un beso suave, ella enredó sus brazos en mi nuca, y sólo
escuchamos los ruidos de las cámaras, ella sonrió en mi boca y en serio que no sabía cómo describir todo lo que yo sentía por ella, en una palabra.
–¡amamos esta faceta suya, señor Nakamura!
Mis hijos iban caminando aun torpemente en todo el lugar, y nosotros solo sonreíamos viendo como la mitad de ella y mía iban por todos lados curioseando todo.
Terminamos las fotos familiares y por fin salimos ya rumbo a casa, pero quería que fuéramos a comer fuera, necesitaba hacerlo para seguirle dando seguridad a mi mujer que, después de lo que había pasado con el hombre que quiso dañarla en el estudio, había quedado algo susceptible, aunque ella lo negara.
Nos reunimos con nuestros amigos, y justo, le pedí en un mensaje a Marco para hacer a que cerraran uno de los mejores restaurantes de todo Tokio, el acató la orden y nos dirigimos hacia allá, íbamos muy bien de ánimos y yo me sentía muy, pero muy romántico, y solo de ver su pequeña mano y en ella, luciendo ese anillo que caracterizaba tan bien su esencia como mujer, como mi alma gemela.
Aparcamos el auto y el chofer nos ayudó a salir, y recordé como estaba hace un tiempo, cuando salía a caminar solo por las calles de Japón sólo, creándome muchas ideas en la cabeza y vagando en modo solitario, o recordar como en las noches follaba con modelos y no me llenaban en absoluto, y eso, bastó una chica auténtica, una que no se doblegaba a mí y me dejo solo ese amanecer en mi cama.
Habíamos fallado en un pasado pero nuestro presente marchaba bien. Aprete su mano y la vi, amaba verla ahora como toda una diva, con su cabello miel y rayos de sol, a mis hijos como su mejor accesorio, suena tonto, pero si, ver que de ella habían salido esas dos bolitas de carne con ojos era lo más lindo de la vida.
–Gracias por ser mi mujer…
Entramos al establecimiento, nuestros amigos ya estaban ahí, listos para ordenar, sentamos a los bebés en esas sillas especiales y Kayo estaba muy pensativa, así que, ella extendió su mano hacia la de Marco, y él se quedó asombrado de tal gesto, respondiendo a la atención que necesitaba la pequeña Kayo.
–¿todo bien? –preguntó
mi amigo en modo comprensivo.
–Pues no, no todo está bien… ella está allá– menciono, volteamos a ver y esto era una pésima broma de mal gusto.
Mi mujer, como pudo, acerco más a nuestros hijos, Kayo acerco a Kenji a su regazo y mi mujer tomo a Satoru con mucho recelo, era Akira, la camarera que nos atendería en el restaurante.
Editado: 02.10.2024