Ari
Estando ya en el avión privado, sentía un enorme vacío en el estómago y en el corazón, ni siquiera habíamos despegado del suelo japonés y ya lo extrañaba, aquí había llegado con sueños y metas y sin querer, resulté también encontrando al amor de mi vida, de aquí me lleve a los amores de mi vida, aquí hubo esperanza así como también hubo tristeza, no voy a negarlo, sufrí, lloré pero, también amé y disfruté de muchísimas cosas y había venido a enfrentar mis miedos, los cuáles con éxito superé y me di cuenta que por los hombres de mi vida yo, sería capaz de hacer hasta lo impensable.
–¿Ya extrañas Tokio?
–Llevo una parte de Tokio para todos lados… a mi futuro esposo y a mis hijos, ¿Qué más puedo extrañar de Tokio?
Taki apretó mi nariz y mis mejillas, sonriendo y dándome un beso que invitaba a pecar, pero debíamos contenernos, estaba Henry con nosotros, Kayo y Marco ocupados con los rollitos de sushi, todos habían aprovechado para instalarse en la casona, un mes había pasado en el que nos habíamos establecido en Tokio y estaba feliz, pero mi boda, el día más importante, el paso que me faltaba para estar totalmente en la cúspide de mi cuento de hadas.
El vuelo estuvo tranquilo, no hicimos escala, gracias a nuestros padrinos de boda y a Henry, que iba más emocionado por conocer a mi madre, estaba feliz porque mi madre era uno de mis ejemplos más influyentes, uno de superación y de que los sueños si se cumplen, también mi padre era un ejemplo de perseverancia, jamás se daba por vencido y de mis abuelos, mi abuelo era necio y yo a veces lo soy, debo confesarlo y, de mi abuela heredé el talento por la pintura, amaba pintar por ella.
En ese transcurso, dormimos muy bien, hasta que sentimos la turbulencia que nos alertaba a que ya íbamos a aterrizar a suelo itálico, emocionados despertamos y tomamos a los bebés en brazos, alistándonos para el aterrizaje y gracias al eterno, había sido un vuelo perfecto, esperamos unos veinte minutos y bajamos del avión, habían sido doce horas de vuelo, los colaboradores del Vitoriano ya se encontraban esperándonos, mis padres también y lucían más enamorados que nunca, y eso me alegraba muchísimo ya que a cómo los había dejado y ellos se hayan ido de paseo, hizo a que su amor y mi tranquilidad regresaran, ahora yo había entendido que alejarse un tiempo de la rutina también hace bien y además; mi tristeza les había afectado como pareja, ahora todo tenía sentido.
Taki no me había dicho nada a excepción de que no me metiera donde no me correspondía, y tenía razón, yo había metido demás mi vida y les había quitado parte de la suya, haciendo sentir desplazado a mi papá, ahora ellos habían arreglado su relación como yo mi vida y los miedos, regresando como una mujer nueva a casa.
–¡hija, mi amor! –grito mi papá, corriendo hacia mí, y esto me hacía recordar a cuando iba a recogerme al colegio e incluso a mis primeros años de universidad, ya que siempre fui miedosa para manejar auto, aunque me encantaba también estar al tanto de los sistemas operativos del mismo.
–¡Papi, te extrañé mucho!
–También mi amor ¿Y mis nietos?
Taki traía a Fermín mientras que Marco llevaba a Kenji, ambos dormidos y muy bien abrigados, Kayo y Henry venían muriéndose de la risa, congeniaron como amigas de inmediato y así no fue tan aburrido el viaje.
Mi mamá llegó hasta nosotros, dándonos la bienvenida de la mejor manera, dándole un abrazo a Taki y besando en la frente a Fermín, ella era tan bella que no necesitamos de palabras para decirnos mutuamente que ambas habíamos sanado y dedicado tiempo a nuestros amores, y que todo estaría bien de ahora en adelante, fuimos todos llegando a las camionetas, escoltados hasta llegar a esa enorme casa en donde nos esperaban la mitad de la familia, y yo estaba más que feliz y con muchos nervios, solamente faltaba una semana para la boda, retocamos por un milésima vez los detalles ya que debía ser todo perfecto para nuestro gran día.
(***)
Lunes:
hoy amanecí de mejor humor, me tocaba ir a revisar el banquete, el menú que había solicitado era una sorpresa, a combinación de tres culturas era una locura, ya que había encargado tres bufetes; comida japonesa, italiana y española, mis padres, mi futuro esposo y yo.
La chef se reía cada que me metía una cucharada de las tres comidas a la boca, y sí, esta última semana antes de la boda me tenía con ansiedad, haciendo a que comiera como una demente por la comida.
–Señorita Santander, lo recomendable es que, después de haber probado cada platillo me pueda decir que le parece– realmente todos podían notar mis nervios.
Y es que sí, me ponía nerviosa saber que iba a dar un paso gigante y que estaba segura de pasar el resto de mi vida con ese hombre que era único en su especie y me hacía sentir en el cielo cada que hablábamos, que sonreía para mí, atendía a sus hijos con ese amor tan puro y porque además de ser mi novio, prometido y futuro esposo; mi amigo fiel, había sido él.
–Perdóname, son los nervios, aunque no lo creas, mi futuro esposo tiene ese poder en mi desde siempre y, solo de imaginarme que es con él con quien quiero envejecer, me pongo con mucha ansiedad.
Ella sonrío y pasamos al área de postres…
Martes:
Hoy tenía que ir a ver el tema de las flores, realmente era demasiado afanada con la perfección, tanto que, quería unos lirios bellísimos para los arreglos de enfrente del altar, uno para la mesa nupcial y los del corredor, realmente quería mi boda entre flores, alternando muchísimo lo de ambas culturas y alegrando a Taki, quería que el sintiera su hogar en otro país, y eso sólo lo lograría al mandar a traer, desde hacía ya meses, un cerezo…si, un árbol de cerezos.
Miércoles:
Hoy tocaba prueba de vestidos y los trajes del novio y de los padrinos, junto con los niños, era algo que me tenía en vilo ya que estos días había estado mitigando mi ansiedad con la comida, sabiendo que, si seguía comiendo como jabalí, nada iba a quedarme, por fortuna, mi madre me conocía tan bien y el vestido estaba intacto, amaba los diseños de mamá, pero definitivamente conmigo se había lucido.
Editado: 02.10.2024