El Amor Secreto Del Ceo

Presos del amor

Viernes:

Se había llegado el viernes, un día menos para la boda, para unir mi vida en su vida, para hacernos cautivos de este amor que nos profesábamos y que, en ninguna otra piel ni en otros brazos íbamos a encontrar. Con esta serian dos noches en las que no habíamos dormido juntos y es que, mi abuela estaba con esa idea tradicional de que antes del matrimonio no podíamos vernos, solamente hablar por teléfono por los bebés, pero que era mejor separarnos esos dos días ´para “no caer en tentación”.
–Aunque no este allá contigo, mi alma y mente estarán velando de tu sonrisa, esa que me enloquece y que elegí ver en cada amanecer hasta que estemos arrugados como uvas pasa– expreso al otro lado del teléfono, sin duda era el hombre perfecto.
–Uvas pasa eh, veras que cuando te vea recordare eso y me reiré de las uvas pasa.
–Te amo, amo la familia que estamos construyendo Ari, y eso me hace feliz…
Iba a responder cuando al fondo se escucharon los gritos de mis hermanos, sonsacando a Taki y que ya era tiempo de salir de fiesta, que tendría toda una vida para hablar y volverme loca. Sonreí y me despedí del amor de mi vida, mientras yo me arreglé y estaba lista para mi despedida de soltera, una que mi abuela había organizado con Kayo, Cassie que había llegado el miércoles por la noche, mi madre y María Elvira; la interpelada ya había ajustado cuentas con el cabezota de mi hermano mayor, declarándole que lo de la prometida había sido falso y solo para hacerla poner celosa.
Sin importar el pasado que había tenido mi relación con Taki, me sentía feliz que haya decidido junto con el destino ser yo con quien compartiera el café y el periódico por la mañana, dándome la certeza que, aunque no todo fuera miel sobre hojuelas y ni una corona de lágrimas, este matrimonio seria sólido, uno que iba a mantenerse vivo con la llama del amor y eso me ponía mucho más alegre y así, con ese pensamiento me fui directo a la sala, donde seria toda la celebración.
La despedida de soltera era de lo más tranquila, decorada la sala con toques de elegancia y un tanto lujuriosos, porque si, Cassie y Kayo habían organizado la decoración en forma de pollas por todos lados, haciendo a que contemplara todo y me ruborizara como un tomate. ¿Por qué mamá o la abuela no impidieron esto? –pensé, mientras que todas gritaban sorpresa, con gorritos con lo mismo, y pasteles en esa misma forma. Agradecí que los gemelos estuvieran dormidos y supervisados por las niñeras que los amaban muchísimo.
–¿en serio esta roja? –dijo mamá, engulléndose un pipi de pastel con ansias dementes.
Todas reían y yo seguía con pena, porque, aunque yo era una enferma sexual con mi prometido, esto me daba muchísima pena.
Varios juegos, ver a mi abuela y mamá ponerse lo suficientemente ebrias y a mis amigas hablando de penes con Henry que, era el que había sugerido llevar strippers, y lo detuvieron, esto según María Elvira, pero no fue así, a mi abuela casi le da un ataque cardiaco por ver a semejantes romanos muy, pero muy buenos.
POR FIN SÁBADO, EL DIA DE LA BODA:
Taki:
La despedida de soltero había estado demasiado extrema, en lo que a mí me parecía, por supuesto, mi suegro y sus amigos que habían llegado de Madrid, eran una locura total, mientras que Gael era también un despreocupado alma de la fiesta, por su parte, León estaba tratando de no ponerse ebrio ya que su novia, la pequeña María E, lo había acompañado a la boda y lo tenía castigado por la mentira que había montado hace meses de casarse con otra mujer para hacerla sentir celosa y que regresaran a estar juntos, así de tóxicos eran a pesar de que mi cuñado era el más cuerdo de todos en la familia, o, aparentemente eso nos quería hacer creer. en fin, el abuelo también nos había acompañado, todo empezó en un billar, tranquilo con puros hombres, hasta que Juan y Tommy, junto al señor Sergei, habían destinado una discoteca con bailarinas, el abuelo casi se infarta de ver a esas mujeres en medio vestido, expuestas a que cualquiera contemplara sus cuerpos voluminosos. Yo, había sido promiscuo en mi tiempo de mujeriego feroz, pero era con mujeres exclusivas, no tanto como mi mujer, la que me había hecho adicto a ella y a sus cuervas.
Llegamos a casa porque el señor Guido estuvo a punto de un ataque cardiaco, y la abuela había estado igual, vaya a saber Dios que era lo que había pasado en la casona.
Ya hoy era sábado por la mañana, un día totalmente especial para mí y mi bella prometida, quien me había hecho falta estos dos días en mi cama, solo amanecer sin ella era una tortura y me sentía seguro al haber elegido amanecer con ella para siempre hasta el final de nuestros tiempos.
De los amores en Japón que había tenido, este fue el que me había curado las heridas, me había hecho grande, me había dado el regalo más gratificante de todo ser humano anhelante; una familia bellísima con dos hijos gemelos que me hacían enloquecer de ternura y, la madre de ellos, una preciosa mujer valiente e inteligente que siempre luchaba por lo que quería y lo conseguía, esa entereza me había dado fuerzas y, en los obstáculos que la vida nos había puesto, siempre salíamos victoriosos de cada uno.
–¿estas listo, hijo? –pregunto mi padre, quien con mamá había venido a la boda, se sentían felices de que estuviera dando uno de los pasos más grandes y lo mejor, que era con la mujer que amaba y la que me había demostrado día a día que su amor era más grande que cualquier otra cosa.
–Ya, padre. Estoy listo.
No había visto a mi futura esposa por dos días y siete horas, y eso me había ya desestabilizado, sé que el tiempo en el que estuvimos separados fue para luchar contra esa dependencia que ambos teníamos, pero no podíamos estar así lejos el uno del otro, porque para eso estábamos hechos; para estar juntos.
Mi madre lloraba de emoción y felicidad, cargando a Kenji, Satoru estaba al lado de mi padre y Markus, mi fiel amigo, colega y mano derecha, acompañando en este día tan especial y mágico.
mi madre me había puesto un pedazo de hierro en el saco, se había informado de las tradiciones en Italia, recordando que mi novia era ítalo-española y, que ese amuleto alejaría todo lo malo que la gente nos pudiera desear.
–No pensé que este día llegaría, porque, aunque ya haya pasado una vez, esta vez es la verdadera y para siempre… que tu matrimonio sea prospero, bendecido y lleno de amor, Taki-san.
Mi madre me abrazo, salimos del brazo hacia el jardín, era una de esas tardes que mi adorado sakura amaba, cuando mis ojos contemplaron la belleza que había en el jardín, se aguaron de felicidad dejando caer lágrimas de emoción, felicidad y dar crédito que lo que estaba pasando era real, que en verdad me casaría con el amor de mi vida, la que había pintado mis días oscuros de color, un color rosa pastel.
Todos aplaudieron en cuanto notaron mi presencia, dejándome ver al frente y ver un árbol de cerezos florecer, en medio de la casa, y no se ni me percate desde cuando ese árbol yacía ahí, adornando la bella tarde del Vitoriano, todo estaba lleno de los lirios que ella amaba y los músicos de una orquesta, con la soprano que había sido parte del compromiso. Me pare en el altar a esperarla, todos los invitados no dejaban de sonreír, tomar fotografías y nuestros amigos, familia y personas importantes en este día especial.
Mis hijos jugaban con el corbatín de sus mini trajes, yo estaba pensando en mis votos, porque no sabía que decir, las palabras nacían de mi corazón solo al verla, y eso era lo que impostaba verdaderamente y se reforzaban al ver a mis hijos; nuestros hijos.
Pasaron doce minutos, el tiempo lo contaba desde que no la veía estos días y añoraba ver como cruzaba el umbral de esa puerta, luciendo preciosa.
Empezó a sonar el “Ave maría”, me voltee de frente al momento de ver que los invitados ya estaban de pie, la música, el lugar, mis hijos, nuestra familia y ese ambiente lleno de amor me erizaba la piel, hasta que ella hizo su entrada triunfal, como toda una reina, la reina de mi corazón.
Ella había mezclado las dos culturas, poniéndose un hermoso vestido de novias tradicional, blanco marfil, dorado, y debajo del velo lucía un “Tsunokakushi” con un tocado de sakuras.
Al verla llore, de alegría y de amor, de felicidad y de dar gracias, gracias al destino y a la vida por ponerla en mi camino, de un amor prohibido, habíamos sido los mejore amantes en Japón.
Ariadna:
Camine hacia el altar, donde se encontraba mi guapo japones, ese mismo que había derretido su corazón de hielo por mi amor, con el que habíamos estado construyendo un imperio y que hoy, por fin, sería mi esposo.
Nuestros hijos llevaban flores y regando todo el jardín de gracia y belleza, yo, al lado de mi padre quien no dejaba de llorar al saber que su pequeña revoltosa estaba casándose con el hombre que amaba y que había elegido, con el que, a pesar de las pruebas de la vida, habían vencido todo el daño.
Llegamos al fin a donde me esperaba ese hombre que estaba llorando de emoción y de amor, el que había estado dispuesto a convertir su vida en la mía.
–Te hago entrega del tesoro más bello de mi vida, no dudo en qué la haces muy feliz... bienvenido a la familia, yerno amado y, cuídala, porque no dudare en hacerte morcilla si le haces daño y peor aún, afectas a mis nietos.
Mi padre lo abrazo luego de intimidarlo y todos reían, sabían que mi padre era de armas tomar, pero que quería a Taki por ser un excelente hombre y ser humano.
–Te ves… eres hermosa– dijo entre lágrimas, besando mi mano y acariciando mi rostro.
El sacerdote empezó la ceremonia, mientras todos ponían suma atención en todo, nuestros padrinos estaban al borde de un ataque de llanto, amaba estos momentos y más este que era el que iniciaba un nuevo tramo de nuestras vidas, haciéndonos uno solo y poder llevar a nuestros hijos por el camino correcto y compartir nuestra felicidad día a día.
El no dejaba de verme, y amaba eso porque me hacía sentir protegida.
Llegó el momento de nuestros votos, yo empecé con los míos, al ver su carita preciosa y sus ojos totalmente cerrados, me había causado muchísima gracia, pero empecé.
–Hoy estoy aquí, frente a ti, frente a los testigos que han visto recorrer nuestro camino, uno que no ha sido fácil, pero que ese hilo rojo sigue bordando detalladamente para que estemos juntos, fortalecidos en el amor que nos profesamos día a día, con el que hemos criado a nuestros hijos, a los que son fruto de nuestro amor… hoy, te entrego mi vida y mi corazón, soy enteramente tuya y estaré a tu lado en la salud y la enfermedad, en la riqueza y la pobreza, en la abundancia y la miseria, estaré contigo en esta y en todas las vidas que nos toque por vivir, te amo Taki Nakamura, te amo inmensamente…– entre hipidos termine de decir mis votos, mientras todos aplaudían y mi chico seguía llorando.
–ahora, es su turno, Taki– dijo el sacerdote.
Mi hombre tomo mis manos y empezó a recitar sus votos.
–Sabes que cada que te veo, las palabras para definir lo que mi corazón siente por ti no alcanzan, es más, ni siquiera se asemejan a todo lo que quiero expresar, pero aquí estamos… Desde que te vi en ese avión te robaste mi corazón, pero fui testarudo en no obedecerlo y resignarme a estar solo, pero llegaste a ese Izakaya y, desde entonces no has logrado salir de mi mente, de mi piel y de mi corazón. Hoy no quiero ver más atrás, porque contigo, le prometí al destino y al universo, que solo me dedicaría a escribir nuestra historia, a ser feliz contigo, con mis hijos y con los que vendrán en el camino, pintaste mis días grises con un hermoso rosa pastel; mi sakura. Te amo por quién eres y por lo que me haces ser cuando estamos juntos, gracias por quedarte aquí conmigo y ver en mi corazón lo que nadie había podido ver, por ser ese bálsamo reparador que fuiste en todo momento, por ser mi sostén, por ser mi roca y por darme el regalo más grande que podías darme; tu corazón. Te amo Ariadna Monserrat, te amo infinitamente, eres una parte de mi cielo, nunca me imagine envejecer con nadie más, haces de todos mis días lo mejor, eres mi única verdad, en la abundancia y precariedad, en la salud y en la enfermedad, siempre estaré para ti, soy tuyo.
En ese momento llore demasiado, porque él siempre había sido para mí.
Me puso un bello anillo, a diferencia de el de compromiso, esta tenía muchísimas piedras zafiro rodeando al zafiro principal, de color rosa, en forma ovalada de oro blanco, destellaba del color, era precioso al igual a la argolla de bodas que le puse, con un zafiro sutil color rosa y grabado nuestros nombres en cada una de ellas. Luego, firmamos el acta de matrimonio por el civil, seguido de beber tres vasos de Sake, de diferentes tamaños y para honrar las tradiciones de mi madre, quebramos un vaso de vidrio con nuestros pies, y se quebró en muchísimos pedazos; estos auguraban los años que viviríamos en feliz matrimonio. Nos declararon marido y mujer y, oficialmente éramos los señores Nakamura-Santander.
Un enorme y delicioso beso, fue el que reafirmo lo que Dios había unido y que nadie iba a poder separar. Una boda multitradicional que había unido a dos almas que se amaban.




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