—“Lovers keep on the road you’re on, runners until the race is run
Soldiers you’ve got to soldier on.
Sometimes even the right is wrong, they are turning my head out
To see what I’m all about
Keeping my head down, to see what it feels like now
And I have no doubt… One day we are going to get out—”
Coldplay estaba en nuestra boda, mientras entonaban esta canción que nos había identificado tanto con mi esposa, ahora si, ella oficialmente era mi esposa.
Todos celebraban y cantaban al compás de la banda, mis hijos se divertían en mis brazos, bailando una especie de ronda, mientras que Ari nos filmaba con una cámara de video que mi madre le había regalado, diciéndole que esperaba que ella también grabara momentos lindos, felices y llenos de amor así como ella los había grabado con mi padre, seguiríamos viviendo aventuras juntos, con una enorme casa en Tokio y siendo plenos, sin ataduras del pasado y luchando día a día por seguir siendo la fortaleza del otro y así, empezar una nueva vida en Japón.
La fiesta seguía, pero a la mañana siguiente nos esperaba Santorini de Luna de miel, los niños se quedarían con mis suegros y mis padres, de un mes, decidimos irnos solo quince días, y todavía así con el corazón arrugado, pero, no podían presenciar todo lo que quería hacerle a su mamá… nuestra boda había sido grandiosa, llena de amor, de felicidad y de unión y lo más importante; había sido muy íntima.
No dormimos ese día, pero nuestros hijos si, así que nos despedimos de ellos dormidos, de nuestra familia y amigos, no sin antes lanzar el famoso ramo, cayendo en las manos de Marco, mi mejor amigo.
Fuimos en vuelo ejecutivo, así como nos habíamos conocido, a excepción de que la chica fisgona del cabello rosa como el de un sakura, lucia la melena castaña, larga y ahora era mi esposa; la madre de mis hijos.
–¿recuerdas cuando nos conocimos por primera vez? –espetó ella, abrazada a mi brazo.
Suspiré y reí, asintiendo y dándole un beso, solo de recordar que ese día venia de hacer unos negocios lejos de casa, huyendo de mi amarga soledad y de la situación tan deprimente y, que en ese vuelo conocería a mi felicidad completa, tomé su pequeña mano y entrelacé sus dedos con los míos, y así viajamos en ese tiempo a Santorini, enamorados de la vida, de los frutos de la lucha de nuestro amor y soñando con un futuro maravilloso.
(***)
–Soy toda tuya, mi amor…– era lo que salía de los labios de mi amada, mientras hacíamos el amor junto con la luz de la luna, haciéndola gozar de placer, introduciéndome en ella con fiereza, dándole profundo por atrás, tomando sus caderas con mis manos y enterrando mis uñas en su fina piel.
Verla en cuatro solo para mí, era como mi droga, no podía parar de hacerla mía a mi manera y complementando todo su cuerpo con el mio, marcándola con mi aroma y mis caricias, ella era sólo mía y completamente.
Ambos gozábamos de ese amor que nos teníamos, no era sexo, era complementarnos como los salvajes que somos, y que siempre estaríamos en esta llama, en esta lumbre que ya no era prohibida, en todo eso que nos enloquecia del otro...
Dormimos hasta tarde, cosa que con los gemelos ya no hacíamos, aunque tuvieran una rutina marcada de sueño, así pasamos la luna de miel, sin salir de la habitación más solo para comer y volver a hacernos uno solo, embriagándome de su delicioso sabor y remarcando lo que me pertenecía.
No voy a negar que los últimos tres días si salimos a hacer turismo, a documentar las bellas playas de Santorini y la estructura de sus edificios, la gente amable y poniéndolo como destino para traer a nuestros hijos y… darle paso a los que vendrían, porque sí, quiero una familia numerosa.
Ella era mi todo, y lo sabía firmemente.
Así pasaron los quince días, hasta que nos tocó volver a casa, llevando recuerdos y cansados, porque no habíamos parado de hacer el amor dos veces al día; enfermos de amor.
(***)
La inauguración del parque temático había sido un éxito total, mi esposa era una gran empresaria, tanto, que nos volvimos socios, todo en menos de cinco años.
Nuestros hijos ya tenían siete, mientras que nuestra princesa Akane, tenía apenas cuatro meses de estar habitando la cuna que Ariadna le ofrecía, una cuna segura, ella, nuestra tercera hija había llegado ya cuando sus hermanos estaban grandes, convirtiéndolos en hermanos mayores y mi esposa se había puesto más deliciosa, más llena y con la cola más grande, adoraba verla desnuda, con ropa, con lo que fuera y con lo que no, ella era maravillosamente hermosa.
El tiempo había pasado, pero nuestro amor seguía creciendo día a día, nuestras peleas eran a veces hasta tontas, eligiendo el color de las habitaciones de los niños en la casa grande que había comprado, mudarnos a Tokio, Japón, había sido fantástico, para todos, íbamos en las vacaciones a España, Italia y siempre a vernos y reencontrarnos con nuestras familias.
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Akane había llegado al mundo en una mañana donde alumbraba el sol en Osaka, mi esposa era la más fuerte, era increíble porque siendo madre de tres niños, aun así tenía tiempo para ser empresaria y una esposa amorosa, los dos nos dividíamos las tareas del hogar, a pesar de tener gente al servicio, éramos un excelente equipo, así fuimos y hemos sido en estos diez años de matrimonio, los niños con once años y nuestra bella Akane con tres años, mi esposa creo otra empresa, dedicada al cine, ella estaba segura que una plataforma digital haría que todo se complementaria, desde las becas que otorgaba Nakamura´s Legacy Co, hasta el parque temático que era muy visitado por cientos de turistas a nivel mundial.
Esta era mi historia y de como un romance prohibido en Japón, me hizo tan feliz hasta mis días.
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Ari:
Ser madre de tres hijos era un mundo lleno de sorpresas, pero era hermoso, más, teniendo el apoyo de mi esposo, aunque a veces éramos patéticos peleando, las reconciliaciones eran las mejores, y eso jamás había cambiado, en estos diez años de casados habíamos logrado hacer muchas cosas, profesionalmente y personalmente, ya que habíamos adquirido muchas propiedades dentro y fuera de Japón, lo malo que a veces quería llegar a nosotros no podía hacernos nada, aprendimos a luchar juntos como un equipo, y una familia muy unida, nuestros amigos eran esenciales para todo así como nuestras familias, aunque nos vimos tristes hace un año que mi abuelo Guido, había caído enfermo casi muriendo, pero aún seguía luchando con nosotros.
Editado: 02.10.2024