Reino Unido, Londres
Se deslizó de sus suaves sábanas, sus pies descalzos tocaron la madera fría, le habían despertado los gritos de sus dos progenitores, al parecer estaban teniendo una discusión que no parecía tener fin, caminó hasta su puerta y la dejo entre abierta para escuchar mejor, el joven Dante Bianco sólo tenía 8 años, no tenía la edad suficiente para comprender las discusiones de los adultos. Al no poder oír muy bien, se fue hasta las escaleras y se sentó en una de las gradas, sus padres estaban en la sala de estar.
- ¡Es que tan solo quiero un poco de atención!¡Salidas familiares o cosas así! - vociferó la madre del pequeño, Amelia, quien era la perfecta referencia de la palabra "belleza" su piel era blanca como la nieve y tenía unos hermosos ojos azulados, su cabello era color azabache con algunas ondulaciones.
-No tengo tiempo para esas cosas y lo sabes muy bien, la empresa me necesita y debo dedicarle mi tiempo. - dijo Víctor Bianco, un hombre alto y de cara alargada, su rostro era atractivo y tenía unos ojos color aceituna, su cabello era castaño rubio y tenía una barba de hace tres días que crecía como una manta rubia que cubría sus mejillas y mentón.
-No puedo seguir así, piensa en nuestro hijo, te necesita. - rogó la mujer con los ojos llenos de lágrimas.
-Amelia, yo les estoy dando la mejor vida que pudieran desear tú y él, trabajo para que no les falte nada y tengan todo en sus manos. - sus facciones eran duras.
-Nos falta amor, Víctor. - su voz se quebró y empezó a llorar. El pequeño Dante al oír a su madre, quiso correr a ella para darle un fuerte abrazo, pero unas manos lo tomaron de los hombros evitando que se levante. Volcó su rostro encontrándose con la sonrisa de su nana, Julie, quien hace 8 años se había dedicado a cuidarlo y darle las atenciones que necesitaba cuando su madre y su padre asistían a fiestas. También tenía que estar pendiente del nuevo integrante de la familia Bianco, el bebé Frederick quien dormía plácidamente en su cuna, en la habitación contigua.
-Joven Dante, estás no son horas de andar despierto, mañana tiene que asistir al colegio. - susurró su nana, lo tomo de la mano para llevarlo de vuelta a su habitación.
-No podía dormir nana, los gritos se escuchan hasta mi habitación. - se justificó, caminaron de nuevo hasta el dormitorio del pequeño y Julie lo colocó entre sus sábanas de nuevo.
-Tienes ya que dormir pequeño. - dijo acariciando su rostro con mucha ternura.
- ¿Tú crees que mis padres lleguen a separarse? - pregunto el pequeño temeroso.
- ¿De dónde sacas eso mi niño? Son tonterías.
-Mi amigo Nicholas, me dijo que sus padres se peleaban seguido y luego de unos días ya vivían separados, su papá le consiguió otra mamá más joven y ahora van a jugar golf los domingos ¿Tú crees que mi papá nos conseguirá otra mamá a Freddie y a mí? Porque sinceramente no quiero otra mamá.
-Cariño, no te hagas ideas en la cabeza. Tus padres se aman y bueno, esos problemas que tienen no son asuntos de niños.
-Pero...
-A dormir, deja de pensar en tonterías. - depósito un corto beso en su cabeza y se marchó de la habitación dejando al pequeño con algunas dudas en su mente.
Con el pasar de los días llegó el momento que Julie dijo que nunca llegaría, Amelia se marchó con el pequeño Freddie en brazos a vivir a París a un cómodo y lujoso departamento. Dejando a Víctor a cargo del pequeño Dante, ya que según él debía convivir y aprender sobre el negocio familiar porque asumiría el cargo de jefe cuando tenga ya la madurez total. Pasaron doce años, Dante ya tenía muy claro que el sentimiento tan aclamado por el mundo llamado "amor" no era compatible con él. Con sus veinte años recién cumplidos, recibió uno de los comunes golpes de la vida como son los engaños. Su adorada novia con la que llevaba tres años de relación, le fue infiel con un trabajador de la empresa de su padre. A sus veinticinco estaba asumiendo su puesto en el negocio familiar, con todo el peso del mundo sobre sus hombros no tenía tiempo para nada y eso lo agradecía porque no estaba apto para sentimientos absurdos. Veía muy poco a su hermano menor que a diferencia de él, vivía muy bien sin preocupaciones, hasta cuando hablaban le comentaba que se dedicaría a la fotografía o cosas que fueran diferentes al negocio familiar. Pero ni él sabía que, con sus treinta años recién cumplidos, le pasaría algo sobrenatural que vendría a alterarle todas las ideas que había creado a lo largo de su vida y que le haga creer de nuevo en las cosas que considero muy tontas. Dante Bianco ya no sería el mismo