El amor también arde

Capítulo 1

Isabel

Hay días que empiezan como cualquier otro, pero terminan marcándose en la memoria.

El mío empezó con el mismo café frío, el mismo cansancio y las mismas ganas de pasar desapercibida en la universidad. Ese salón era mi refugio, mi pequeño rincón donde podía respirar sin sentir que el mundo me exigía más de lo que podía dar.

Me senté en mi lugar de siempre: tercera fila, cerca a la ventana, donde la luz entraba lo suficiente para calmarme. Abrí mi cuaderno, repasé mis notas. Sentía que, por primera vez en semanas, iba a poder concentrarme.

Hasta que una silla se arrastró frente a mí.

No levanté la mirada, porque no suelo buscar problemas.

Pero entonces escuché su voz.

—¿Está ocupado?

Era una voz firme, ligeramente ronca, como si hubiera hablado demasiado poco o vivido demasiado. Mi respiración se detuvo por un segundo antes de obligarme a responder.

—No.

Y ahí lo vi.

Jam Walker.

El chico del que todos hablaban. El que llegó hace dos semanas y ya cargaba con susurros detrás. No era el típico “misterioso atractivo”. No. Él tenía un aura que imponía, como si la vida lo hubiera golpeado tantas veces que ya no le dolía. Como si no temiera a nada, aunque todo fuera peligro.

Se sentó en silencio.

Y lo sentí.

Su presencia era como una corriente fría entrando por una puerta mal cerrada.

—Te he visto por aquí —murmuró.

—Vengo seguido —contesté, torpemente.

Él sonrió un poco, no sé si por mi respuesta o por el hecho de que yo intentara sonar tranquila cuando claramente no lo estaba.

—Soy Jam.

—Isabel.

—Lo sé.

Esa frase me atravesó. ¿Cómo lo sabía? ¿Hace cuánto me miraba sin que yo lo notara?

La clase empezó. Yo intenté concentrarme. Lo juro. Pero su respiración, sus movimientos, la forma en que jugaba con el bolígrafo… todo me afectaba sin sentido. No era común que alguien me desordenara así por simplemente existir a dos metros de distancia.

Cuando terminó la clase, él se levantó primero.

Antes de irse, se inclinó hacia mí.

—Nos veremos luego, Isabel.

No fue una pregunta.

Ni un deseo.

Fue una promesa.

Una advertencia.

O ambas.

Ese día entendí que mi vida, tan ordenada, tan tranquila, acababa de recibir su primera grieta.

Y algo dentro de mí quiso huir…

pero otra parte, muy silenciosa, muy peligrosa, quiso quedarse.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.