🖤Capítulo 5
No es celos, es alergia al amor
—¿Con dientes? —Fruncí el ceño.
—Sí. Dientes que se caen, dientes que crecen, dientes que brillan.
—Bueno… anoche soñé que mis dientes de elfo se volvían molares humanos, y que por alguna razón tenían sabor a café frío.
—¡Ahí está! —Sofía dio un golpe en la rodilla con una emoción desbordada. —El amor va a devorar una parte de ti que creías fundamental. La simbología es clarísima.
Yo solté un suspiro dramático. Este era el problema de Sofía. En el mundo de las hadas, soñar con dientes era una advertencia de que te ibas a quedar sin presupuesto para la reparación de tu trono. En el mundo humano de Sofía, todo era amor.
—Pero no es amor, Sofi. Es pánico. Es una conexión mágica accidental y potencialmente ilegal. Si el Consejo se entera, me rebajan el exilio a…
—A peor, sí, ya sé. Pero escucha lo que mi yo superior me está gritando —interrumpió, acercando su rostro al mío, con una intensidad que traspasaba la barrera de mi glamour de hada.
—Estás jugando con un fuego que solo quema alas —Su voz era baja y resonaba con una convicción que me heló la sangre, más que cualquier estornudo de escarcha.
Me soltó las manos, se recostó de nuevo en el suelo y tomó un sorbo de su café, como si no acabara de pronunciar una profecía de pesadilla.
—La conexión mágica no es el problema, Lunaria. El problema es el humano. Los síntomas de Andrés, los sueños, el brillo... no son por las lágrimas. Son porque el tatuaje solo facilitó lo que ya existía: que el amor te rompe las alas —dijo, cerrando los ojos. —Esa frase me la dijo una taxista en un semáforo. La anoté y si que tiene poder.
Me quedé en silencio, sintiendo el peso de sus palabras. ¿El amor rompe las alas? En mi cultura, significaba perder la magia, la inmortalidad. Significaba ser… humana.
—¿Y qué hago? —pregunté en un susurro, sintiendo un dolor punzante en la espalda, justo donde solían desplegarse mis alas.
—Tienes dos opciones. O te rindes a la belleza del caos y te enamoras...
Sofía se levantó, me sonrió con esa alegría extrovertida que me hacía querer abrazarla y estrellarla contra la pared. Se acercó al espejo de su sala.
—O haces un ritual viral para desvincularte —Se puso frente al espejo, se alisó el flequillo y me guiñó un ojo—. Di conmigo: "No eres tú, Andrés. Es mi trauma con el exilio" tres veces frente al espejo. A lo mejor desaparece el hada en pánico.
Me miré al espejo, viendo mi reflejo en el de ella. No lo dije. No podía. Sentí una punzada de miedo, no por el exilio, sino por esa verdad ridícula y punzante que me había soltado mi amiga barista: El amor te rompe las alas.
Y justo en ese momento, el timbre de la puerta sonó. Tenía que ser él.
—¡Llegó tu trauma! —gritó Sofía.
Yo solo pude respirar hondo, tratando de que mi pulso de hada exiliada, que corría tan rápido como si acabara de robar un banco de polen, se calmara. Porque nada de esto se cerraba, solo se abría a mi propia catástrofe que me acabaría matando.
—¿Quien es? —pregunté cuando ví que mi amiga se asomó por la mirilla pero aún no abria la puerta.
—Amiga, te lo digo de todo corazón, tú estás a punto de romper tu promesa.
—¿Cuál de todas?
—La única que te mantiene con alas.
El silencio se hizo presente y Drama Queen maulló.
Sofía abrió la puerta con una sonrisa. Y yo, por primera vez en semanas, sentí que el hechizo ya había empezado.
Porque si hay algo que aprendí en este mundo humano… Es que las señales no gritan. Susurran.
Y cuando lo hacen, ya es tarde.
Y ese humano que estaba ahora frente a mi no vino a salvarme. Vino a recordarme que el amor, en mi mundo, se paga con alas.
Después de salir de mi la casa de mi amiga sofia, la cual pensé que podría tener algo de paz, pensaba en muchas cosas y en esas en que:
> Hay humanos que te hacen temblar las alas.
Y hay otros que te hacen querer arrancártelas y usarlas como abanico para huir del drama.
Valentina apareció como aparecen los errores de ortografía en los tatuajes: sin aviso, con glitter, y creyendo que son profundos.
Una Influencer. ¿Espiritual?
Aún me resonaba las palabras de Andrés que nos daba la emocionante noticia. Así que hurgaba en mi Instagram.
Vegana por fases. Dueña de una cuenta llamada @AlmaCósmica donde sube frases como “Si no te elige, no vibra contigo” y “El amor es una frecuencia, no una promesa”.
Conté los días. Andrés empezó a salir con ella semanas después de que el tatuaje de Lyra reaccionara por primera vez. Yo fingí que no me afectaba. Pero mis alas empezaron a doler. Literalmente.
¡Maldito dolor!
—¿La conoces? —me preguntó Andrés, mientras me mostraba una foto de Valentina meditando sobre una piedra.
—Solo por sus frases. Y por el trauma que me provocan —mentí aunque una parte era verdad.
—Es linda.
—También lo es el veneno de serpiente —Sofia me miraba a la vez que apuntaba las ganas de reír.
—Tiene buena energía.
—Yo también, pero no ando publicándola con filtros.
Se rió per yo no. Porque cada vez que hablaba de ella, algo en mí se apagaba. Como si el tatuaje estuviera reaccionando. Como si la tinta estuviera celosa. Como si yo… estuviera sintiendo.
Pasaron los días y Valentina vino al estudio una vez.
Quería un tatuaje de una luna con cristales.
Yo le ofrecí una luna rota con espinas, pero no aceptó.
—Tu energía es intensa —me dijo.
—La tuya es reciclable.
—¿Eso es bueno?
—Depende. ¿Te gusta que te digan la verdad?
Hubo un silencio incómodo. Andrés me miró como si no entendiera por qué yo no la toleraba. Yo tampoco lo entendía. O no quería entenderlo.
Porque si hay algo más que aprendí en este mundo humano… Es que el amor no siempre se siente como mariposas. A veces se siente como alergia.
Como incomodidad. Como ese sarcasmo que no puedes controlar.