🖤 Capítulo 6
Cupido tiene wifi y yo tengo alergia
> Hay días en los que el universo parece tener señal perfecta.
Y justo ese día, Cupido decide conectarse y mandarte el peor match posible.
Andrés no deja de salir con Valentina, ya me tenía verde fosforescente de mencionar a "la influencer"
Es que literalmente se había convertido en el tema diario entre nosotros.
Pero es que la tipa no me cuadra porque sube fotos con frases baratas, creo que las de mi amiga son mejores que estás.
Yo me repito que no son celos. Que solo es alergia al amor. Pero cada vez que él la menciona, mis alas se contraen como si estuvieran en huelga.
—¿Y si Cupido tiene wifi? —le dije a Sofía, mientras me servía té de menta con intención emocional.
—¿Y tú tienes antivirus emocional? —ella mi miro arqueando una ceja.
—No. Tengo sarcasmo y bastante, si quieres te empacó un envase.
—No es suficiente. Te estás enamorando —respondió con una convicción que me dieron náuseas.
—Me estoy intoxicando.
—Con amor.
—Con estupidez humana —le respondí arrugando mi cara.
Sofía se rió y Drama Queen, su gata, me miró como si supiera algo que yo no.
Y entonces, Sofía sacó su arma secreta: una revista Tú del año 2009, la cual era bastante vieja para mí. ¿acaso no tenía una más actual?
—Aquí hay rituales amorosos que podrían ayudarte —dijo, con la seriedad de una bruja profesional.
—¿Qué tipo de rituales? la revista es vieja ¿lo sabes?
—Vieja, pero eficiente, pero escucha lo que tiene. Uno con pétalos de rosa, otro con miel, y uno que incluye escribir su nombre en papel rosado y quemarlo con una vela de vainilla.
—¿Y si en vez de atraerlo, invoco a su ex?
—Eso también puede pasar —Sofía se río a carcajadas.
Así que lo intentamos. Por diversión. Por desesperación o quizá por drama.
Pero nada salió como se esperaba. El primer ritual terminó con corazones flotantes en el techo.
Literal.
—¿Qué es esto? —mi pregunta salió mientras miraba a esos corazones, pues eran globos que no compramos.
El segundo hizo que el espejo del baño mostrara el rostro de Andrés por tres segundos.
Y el tercero…
El tercero hizo que Drama Queen se subiera a la mesa, me mirara fijamente y maullara tres veces.
—¿Eso es normal? —pregunté.
—No, contigo nada es normal amiga mía.
—¿Y qué significa?
—Que el gato sabe algo.
—¿Y tú?
—Yo sé que estás jodida.
Silencio. Yo miré el papel quemado. La vela de vainilla. El corazón flotante que se quedó pegado al techo.
Y por primera vez, entendí que la magia no siempre obedece. A veces se burla. A veces se adelanta.
Y a veces… te muestra lo que no quieres ver.
Cupido tiene wifi. Y yo tengo miedo de que Andrés ya esté conectado a otra red.
Y así la tarde parecía tranquila. Sofía estaba en modo “bruja de revista”, yo en modo “hada en negación” y Drama Queen en modo “oráculo peludo”.
Los rituales habían fallado.
O eso creía.
Hasta que Andrés llegó ese día.
Entró al estudio como siempre: con una sonrisa que debería estar regulada por ley y una bolsa de galletas que ya sabía que me gustaban.
Se sentó en su rincón habitual, sacó su cuaderno y empezó a hablar.
—Hoy salí con Valentina.
Rodee mis ojos al escuchar semejante nombre.
—Por favor, no me contamines el ambiente.
—¿Con palabras o con vibras?
—Con ambas, tu noviecita no trae nada bueno.
—Ok, cambio de tema —dijo con un tono serio.
Silencio. Yo seguí tatuando a mi cliente. Una luna rota. Perfecta para el momento.
—¿Te puedo contar algo raro? —dijo, sin mirarme.
—Solo si no incluye frases tipo “el amor es cuántico”.
—Lo juro.
—Ok, dame un momento.
Ví que el cliente dormía plácidamente, así que more a Andres quién se acomodó. Respiró hondo. Y soltó:
—Estaba haciendo un diseño esta mañana. Algo simple. Una constelación con flores.
—Ajá, ¿Para Valentina?
—No. Para mí.
—Ok, sigue.
—Y de pronto… aparecieron corazones flotantes.
—¿Qué tipo de corazones? —lo mire confundida y temerosa.
—Pequeños. Rosados. Como si fueran emojis pero con vida propia y en vida real.
—¿Y tú qué hiciste?
—Pensé que estaba soñando.
—¿Y lo estabas?
—No lo sé. Porque después apareció tu cara.
Me detuve. Literalmente y el tatuaje que estaba haciendo se desvió. La luna rota ahora parecía una oreja.
—¿M... mi cara? —tartamudeé, como si me faltaran palabras.
—Sí. Como si estuvieras saliendo del papel. Con cara de “¿en serio estás dibujando esto?”.
—Esa es mi cara estándar, cada vez que mencionadas a tus benditas constelaciones, Andrés.
—Lo sé. Por eso fue tan real.
Me reí, quizás por varias razones. Por defensa. Por la incomodidad o por un miedo que me invadió.
—¿Y luego qué pasó?
—Me sentí… raro. Como si me hubieran roto el corazón.
—¿Y quién lo rompió? Porque aún sigues con tu guía espiritual.
—No sé. Pero Valentina llegó justo a tiempo. Me abrazó. Me dijo que todo estaba bien.
—¿Y tú le creíste?
—No. Pero me hizo sentir mejor.
Y otra vez silencio. Yo lo miré. Él me miró. Y en ese momento, el tatuaje de Lyra brilló. Solo por un segundo. Solo para mí. De pronto Andrés se levantó y fue al baño.
Drama Queen entró y se subió a la mesa. Me miró. Maulló tres veces. Y se fue.
Sofía apareció en la puerta con una vela de vainilla encendida.
—¿Todo bien? —preguntó.
—Depende. ¿Qué significa que los rituales fallidos están afectando al humano?
—Que la magia está confundida —ella se encogió de hombros.
—¿Y qué hacemos?
—Nada.
—¿Nada?
—Sí. Porque cuando la magia se equivoca… es porque el corazón está diciendo la verdad.
Andrés regresó y se acercó a mí. Me tocó el brazo. Justo donde tengo tatuadas las estrellas.