El amor te quita las alas.

Confesiones con advertencias.

🖤 Capítulo 7
Confesiones que deberían venir con advertencia

> Hay cosas que no deberían decirse sin anestesia.
Como “me gusta alguien” cuando esa alguien podría ser tú.
O peor… cuando tú no sabes si quieres que lo sea.

Andrés llegó esa tarde al estudio con cara de “necesito hablar”. Cuando yo no quería hacerlo, al menos no con él.

Yo estaba tatuando una serpiente enredada en una rosa. Perfecto para el momento.

—¿Tienes tiempo? —preguntó.

—¿Para qué? —pregunté tratando de ocultar mi emoción por verlo y las ganas de enviarlo a Marte.

—Para que me ayudes —dijo con voz suave como un niño.
—mm ¿Con qué?
—Con algo emocional.

—Entonces no.

—Por favor. —pidió de nuevo.

Suspiré. Guardé la aguja, después de terminar con el cliente. Y me senté frente a él. Y esperé el drama.

—Creo que me gusta alguien —dijo.
—Ya todos sabemos que te gusta Valentina —suspiré.
—No. No es ella.

SSilencio y mi corazón se cayó por las escaleras emocionales. Mis alas se estremecieron y Drama Queen, desde el rincón, me miró como si supiera lo que venía.

—¿Entonces quién? —pregunté, fingiendo desinterés.

—No sé. Es raro.
—¿Raro tipo “me gusta alguien que no debería”? Porque, si estás con Valentina, pues obvio no debe gustarte nadie mas.
—Exacto.

—O ¿Raro tipo “me gusta alguien que no es humana”? —susurré mas para mí que para él.

—¿Qué?

—Nada.

Me reí, por el pánico que me invadió que él haya escuchado.

—Olvídalo. ¿Qué sientes?

—Confusión.
—¿Y qué quieres?

—Consejos.
—¿De mí?

—Sí. Eres mi mejor amiga, Luna.

Amiga.

La palabra me golpeó como un hechizo mal lanzado. Yo no soy su amiga. Soy su tatuadora emocional. Su sarcasmo con alas. Su error cósmico.

—¿Y qué te hace pensar que te gusta esa persona? —pregunté, con voz temblorosa.

—Porque cuando estoy con ella, todo se calma.
—¿Y con Valentina?

—Es lo contrario, todo se activa.

—¿Y cuál prefieres?

—No lo sé. Por eso vine.

Suspiré, este amigo mío estaba mas confundido que King Kong en la ciudad de New York. Me levanté.

Fui al rincón donde guardo la tinta especial.
El frasco brillaba, sentía que cad vez se hacía mas intensa esa luz. Luego regrese a donde el estaba.

—¿Y si esa persona no puede corresponderte? —pregunté.
—Entonces me alejo.
—¿Y si esa persona ya está conectada contigo? —pregunté y quise darme un golpe.
—Entonces me quedo.

Un Silencio se hizo presente. Yo lo miré. Él me miró. Y en ese momento, el tatuaje de Lyra brilló. Una línea nueva apareció y otra estrella que no estaba antes.

Drama Queen maulló. Sofía apareció en la puerta con una vela encendida.
—¿Todo bien? —preguntó Sofía en mi oído.

—No.
—¿Qué pasó?

—Cupido dejó de usar wifi.

—¿Y ahora?
—Está usando Bluetooth.

Andrés se quedó mirando a Sofía como si acabara de ver a una criatura mitológica en su hábitat natural.

Yo, mientras tanto, me concentré en limpiar las agujas, como si eso pudiera salvarme del colapso emocional que se avecinaba.

—¿Tú aquí? —preguntó él, frunciendo el ceño.

Sofía se acomodó en el sillón como si fuera suyo desde siempre, cruzando las piernas con una sonrisa que olía a caos.

—¿Y por qué no? También tengo derecho a visitar a mi amiga, no te creas especial humano insignificante.

—Pensé que solo venías cuando había drama.
—Y tú pensaste que no eras parte del drama.

Me giré hacia la ventana.
El tráfico de mariposas nocturnas era más interesante que verlos intercambiar miradas, siempre se peleaban como niños.

Andrés se acercó, me rozó el hombro con la yema de los dedos —como si pidiera permiso para irse— y se despidió con esa sonrisa que siempre deja algo encendido.

Cuando la puerta se cerró, el silencio se volvió denso. Como si el aire se hubiera llenado de tinta emocional.

Sofía se levantó sin decir nada. Caminó hasta el rincón donde guardo las velas y se quedó observando una que había empezado a derretirse… sin fuego.
Perfecto. Ahora hasta las velas decidían cuándo colapsar.

—Esto se está saliendo de control —murmuré, sin mirarla.

—¿Te refieres al vínculo? —preguntó, como si no lo supiera.

—Sí. Tengo que romperlo. Como sea.

Se acercó y me tocó el brazo con cuidado. Odiaba cuando hacía eso. Porque sabía exactamente dónde tocar para que se me deshiciera la coraza.

—Hay una forma. Pero no te va a gustar.

—Dímela igual.

—Tienes que volver a tu ciudad. Al Reino de las Hadas.

Me reí, pero no por gracia, sino por rabia. Por impotencia.

—Eso no es posible.
—¿Por qué?
—Sofia, tu lo sabes porque estoy exiliada. Y porque mis alas no aguantarían el viaje.

Ella se quedó en silencio. Yo me dejé caer al suelo, crucé las piernas y me abracé.
Las alas, apenas visibles, temblaban como si quisieran rendirse.

—¿Y si no lo rompes? —preguntó.

—Entonces él va a seguir sintiendo cosas que no debería, o sea, no las puede sentir por mi. Tiene que sentirlas por una humana.
—¿Y tú?

—Yo voy a seguir fingiendo que no me importa, mis sentimientos no son importantes. Siempre y cuando el no me ame. todo bien.

La vela se apagó sola y Drama Queen apareció en la puerta, con una hoja en la boca.

Una hoja que no estaba ahí antes. Una hoja con símbolos antiguos. Sofía la tomó.

La leyó. Y se quedó pálida.

—¿Qué dice? —pregunté, sin moverme.
—Dice que el vínculo ya no depende de ti.
—¿Entonces de quién?
—De él.

Cerré los ojos. Sentí el peso del exilio, el ardor en la espalda, el eco de algo que no quería nombrar. El hechizo había mutado. Y yo lo sabía.

Ya no era solo magia. Era el destino.

Y el destino no se rompe. Solo se enfrenta.

Me quedé sola cuando Sofía se fue sin decir más, como si supiera que cualquier palabra extra sería dinamita emocional. Drama Queen desapareció tras ella, con la cola en alto y la misma actitud de siempre: “te lo advertí”.



#1912 en Otros
#595 en Humor
#1347 en Fantasía

En el texto hay: comedia fantasia misterio romance, humor negro

Editado: 14.11.2025

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.