🖤 Capítulo 10
Mi mejor amigo es humano y yo tengo alas.
Hay días en los que una simplemente no tiene energía para fingir. ,Y ese era uno de esos días.
Andrés llegó sin avisar. Como siempre. Con una bolsa de pan dulce y una sonrisa que no sabía que dolía.
—Te traje esto —dijo, dejándolo sobre la mesa—. No sabía si habías comido.
—No sabía que eras nutricionista ahora.
—No lo soy. Pero me preocupo por ti Luna.
—No deberías.
Me miró. Con esos ojos que no entienden límites mágicos ni maldiciones ancestrales. Y se sentó. Como si nada estuviera mal. Como si yo no estuviera rota por dentro.
—¿Qué estás dibujando? —preguntó, señalando mi libreta.
—Nada.
—Eso no parece nada, nuestra quiero verlo.
—Es un mapa.
—¿Mapa? ¿De dónde?
—De un lugar que no existe.
—¿de verdad? ¿Y por qué lo dibujas como si lo recordaras?
Silencio. El tipo de silencio que se cuela entre las costillas.
—¿Luna?
—¿Qué?
—¿Tú eres… normal?
Me reí por reflejo.
—¿Qué clase de pregunta es esa?
—No sé. Es que… a veces siento que hay cosas que no me dices.
—Todos tenemos secretos.
—Pero los tuyos brillan.
Me congelé.
Literalmente.
Porque en ese momento, una de las runas del mapa se encendió. Solo por un segundo. Solo lo suficiente para que él lo notara.
—¿Qué fue eso? —preguntó, acercándose—. No seas mala, soy tu amigo.
—Nada.
—Eso no fue nada.
—Fue un error de tinta, es un experimento, no seas necio.
—Luna…
Me levanté. Me alejé.
El se quedó revisando unos bocetos que tenia ahí. Mientras que yo fingía normalidad. Como siempre. Como si no estuviera rota por dentro.
Pero hay cosas que no se deben decir. Y hay cosas que se escapan. Como las alas. Como los sentimientos. Como la verdad.
Y ahí estaba yo, lo dije sin pensar:
—Mi mejor amigo es humano y yo una maldita has ¿Te parece justo?
Sentí como el parpadeó. Una. Dos veces. Y luego se quedó en silencio.
Yo me tapé la boca. Demasiado tarde. Demasiado honesto.
«Demonios» pensé en mis adentros.
—¿Qué dijiste? —susurró acercándose.
—Nada, estoy hablando sola, ya sabes que soy loca de a ratos.
—No. Dijiste que tienes hadas.
—Fue una metáfora.
—No lo fue.
Me miró como si acabara de ver algo que siempre estuvo ahí. Como si todas las piezas empezaran a encajar.
—Este diseño está increíble —dijo, señalando una figura que parecía una espiral de luz y cambiando un poco el tema.
—No es para tatuar. Es un simple dibujo.
—¿Entonces qué es?
—Un símbolo.
—¿De qué?
—De algo que no deberías conocer.
Me arrepentí apenas lo dije. Pero ya era tarde, otra vez, ¿que le pasaba a mi boca hoy?
Él me miró con esa mezcla de curiosidad y preocupación que me desarma.
—¿Luna?
—¿Qué?
—¿Tú eres… como los demás?
Me congelé. Otra vez. Porque esa pregunta ya no era inocente. Era una puerta. Y yo no sabía si quería abrirla.
—¿Qué significa “los demás”? —pregunté, intentando sonar casual—. Creo que hoy estas medio rarito.
—Eres tu la que estas actuando raro hoy. Es que… a veces siento que hay cosas que no me dices. Primero el mapa y ahora estos dibujos. Y yo, yo te cuento todo.
—Ya te dije todos tenemos secretos. Porque estoy segura que tu también los tienes. No siempre se dice todo Andrés.
—Pero los tuyos… se sienten como magia.
Me giré. Fui hacia la ventana, pero el reflejo me mostró lo que no quería ver.
Las alas. Apenas visibles. Temblando. Como si quisieran salir antes los ojos de Andrés.
—¿Qué viste? —pregunté, sin mirarlo al ver su expresión.
—Nada.
—Andrés…
—Vi algo. En tu espalda.
—Fue la luz.
—No. No fue la luz.
Me giró suavemente. Y ahí estaban. Las alas. No completas. No desplegadas. Pero ahí.
—¿Qué eres? —susurró.
—No puedo decirlo.
—¿Por qué?
—Porque si lo sabes, todo cambia.
Silencio. El tipo que no se llena con palabras.bSolo con decisiones.
—¿Y si ya cambió? —preguntó él.
—Entonces estamos en peligro.
Me alejé. Me cubrí. Él Solo me miró. Como si acabara de entender algo que siempre estuvo frente a él.
Y yo… Yo sentí que todo se rompía. No por magia. Por verdad.
Porque cuando el humano empieza a ver las alas…
ya no hay vuelta atrás.
—¿Quién eres Luna? —preguntó de nuevo y sin miedo—. Dímelo, por favor.!
Solo con curiosidad. Y eso fue peor.
Porque si me hubiera temido, habría sido más fácil alejarlo. Pero él quería entenderme.
Y yo… Yo ya no sabía cómo esconderme.
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Andrés:
Ella estaba de espaldahí La luz del estudio entraba oblicua, como si supiera que algo estaba a punto de revelarse. Y entonces lo vi.
Podía sentir una vibración en el aire, junto con elndestello leve. Una forma que no debería existir… y sin embargo, lo hacía.
No sé cómo describirlo. No eran alas como las de los libros de fantasía. No eran sólidas. No eran del todo visibles. Pero estaban ahí. de eso estoy seguro.
Ella hablaba, pero yo apenas podía procesar lo que veía. Pues lo que tenia en su espalda vibraba con la luz.
No era un reflejo. No era mo imaginación. Era real. O al menos, lo parecía.
Las alas diría que no se veían completas. quizás porque no estaban desplegadas.
Pero ahí. Como una promesa que no se había roto del todo.
Me quedé quieto. El corazón me latía como si estuviera corriendo sin moverme. Como si algo dentro de mí reconociera lo imposible.
Y cada palabra que decía me golpeaba distinto.No por lo que decía. Sino por lo que no podía decir, lo podía sentir.
Ella no se dio cuenta al principio. O fingió no hacerlo. Pero yo no podía dejar de mirar.
Había belleza en eso. No solo por lo que era. Sino por lo que significaba.
Luna. Mi amiga. Mi caos. Mi refugio.