BARKEL
Semanas antes...
―Barkel ¿cuánto falta? ―preguntó un niño.
―No te preocupes, ya estamos cerca del puerto.
La tribu se dirigía hacia el pico de Alfron al norte de Katroiva, donde se encuentra el puerto de barcos más grande del continente, el cual es liderado por el gordo Toyama comerciante y esclavista, es un tipo sádico y sin compasión, lo menos que se puede esperar de él, es la empatía.
―Aquí estamos ya, prepárense iré a hablar con Toyama ―les comentó Barkel.
―Vamos Barkel, ese tipo es un usurero ―le dijo partrol.
―No tenemos de otra ―le respondió.
El lugar era rústico, llenos de cantinas de mala muerte, había mercenarios de todos lados, esclavos atados como perros en troncos de madera, y mucha gente teniendo sexo en las calles, la ley y el orden parece no existir en este apestoso ambiente andrajoso.
―Déjenme pasar, vengo en paz ―le dijo Barkel a unos tipos que custodiaban la cede del gordo Toyama.
―Forastero, no hagas escandalo o yo mismo te sacaré a patadas de aquí ―le dijo uno de ellos.
―Créeme, nisiguiera podrás tocarme ―le dijo mientras su mirada se fruncía en seriedad.
―No me provoques maldito lobo ―le dijo el otro compañero de seguridad.
― ¿Qué pasa aquí? ―se escuchó una voz fuerte y grave.
―Jefe Toyama, tenemos a un forastero que no sabe dónde se encuentra, déjeme ubicarlo ―exclamó mientras empuñaba sus puños.
―Espera, he visto de todos estos últimos meses, prostitutas de tres tetas, negros esclavos de cuatro ojos, ciclopes teniendo sexo con vacas y hadas haciendo un oral para cagarse ―comentó Toyama.
‹‹Pero en mis veinte años de trabajar aquí, nunca he visto a uno de la tribu de los lobos, te hago una pregunta muchacho, ¿Es verdad que se cogen a sus madres?››
―Al menos que sea la tuya, si ―le respondió Barkel.
Los dos hombres de seguridad se iban a lanzar a Barkel, sus caras ya estaban cansadas de él, empuñaron sus puños mientras desenfundaban sus cuchillos.
―Esperen muchachos, sabes algo me agradas, vamos pasa a mi oficina ―le dijo Toyama.
Sentados ya, tomando la mejor cerveza extranjera proveniente de Orión, ambos ya estaban pensativos de lo que pasaría; sin embargo, Barkel tenía un propósito y no podía desviarse de él.
―¿Cuéntame Barkel, que te trae por estos lados? ―preguntó Toyama.
―Necesito transporte hacia a Orión ―dijo Barkel―. Para toda mi tribu.
― ¿Por cuestiones de? ―cuestiono Toyama, tan curioso.
―Protección y mercenarios ―le dijo―. Además, es algo que no te incumbe, mi tribu te pagará y muy bien, Toyama.
―El punto es te saldrá un poco caro ―le insistió.
―Ya te dije, te pagaremos muy bien Sr. Toyama ―le dijo Barkel ya arto de estarle rogando―. Perfecto, mi gente y yo nos iremos a otro puerto más cercano.
―Oye, no te he dicho que no Barkel ―le dijo Toyama sonriendo y tomando cerveza.
Al salir de la cede de Toyama, se dirigía hacia el campamento de la tribu, pero notablemente era perseguido por alguien de túnica negra, la noche tan oscura y el puerto casi sin velas o fogatas, no le permitía ver con claridad ese rostro que lo seguía. Al seguir caminando Barkel se metió en un callejón para sorprender al desconocido que lo perseguía, coloca su cuchillo en su garganta, y le quita la tela que cubría su rostro.
―¿Que hace una mujer a estas horas y más en un lugar de mierda como este? ―preguntó
―Eso mismo te iba a decir a ti ―le respondió la misteriosa mujer.
―Ha Ha, valla cuanto tiempo Carolina, pensé que ya no te iba a ver más.
―Y tu cuéntame, que has hecho, aun sigues sin bañarte o ya te bañas ―le dijo Carolina riéndose.
Ambos ya estaban en una cantina tomando y comiendo, se estaban poniendo más cálidos, aunque las malas vistas no se separaban de ellos, todo mundo no estaba contento con tener a un lobo tragando y emborrachándose en su templo, un bar de mala muerte.
―Se lo que buscas, te he investigado ―le dijo ella tragando una gran pieza de pollo―. Y créeme, esta vez sí que no te fallare.
―De igual manera, como puedo confiar en tus hombres ―le cuestionó―. Dime guerrera de Orión.
―Pues, dijiste que tienes mucho dinero ―le evocó Carolina―. Y pues el dinero a mí me da confianza y así tú confiaras en nosotros.
―No cambias nunca, te daré un tercio y es justo.
―Barkel, se serio tengo a doscientos hombres cerca de aquí ―replicó enojada―. Vamos, dame más.
―Te daré una parte del tesoro de nuestra tribu, pero necesito esos hombres para ya ―le dijo el mientras fumaba una pipa.
―Tendrás tus hombres al amanecer, le dijo ella a la vez que brindaban y juntaban sus vasos.
Ya ebrio, cansado se fue al campamento, más sin saber que el consejo de la tribu estaba tomando decisiones en su contra, Partrol y Cukol disponían de sus largas lenguas para decir mentiras tanto de Ajax como de Barkel, tratando de meterles semillas podridas en las mentes de la gente de la tribu. Sin medir ni una de sus palabras, Partrol continuaba diciendo tonterías.