Escaparon por unos túneles totalmente casi destruidos que conectaban con Katroiva, parecían más un laberinto sin mencionar sus trampas por todo el camino, estos duendes sí que tenían habilidades para hacer este tipo de cosas que solo los enanos los superan. Llegaron en horas a la playa Arilo en Katroiva a dos kilómetros se divisaba la montaña del lobo, tan espléndida y grande, la cual impone poder, pero en su historia pasada fue donde el dios Lupus fue traicionado y encerrado para siempre.
Derrumbaron una gran roca que no los dejaba avanzar, ahí estaba la salida de esos pestíferos túneles.
Los guerreros y la ninfa llegaron con gran prisa, pero sin antes ver como una gran columna de elfos marchaba a sus barcos, abandonando su comarca la cual había estado ahí durante mucho tiempo, los niños llevaban sus pertenencias y las mujeres organizaban todo, los hombres elfos preparaban los barcos, los campesinos llevaban a sus ovejas y vacas en barcos más grandes, estos navíos escoltados por soldados elfos evacuaban a su gente de katroiva.
Minerva tan curiosa no dudó en preguntarle a una señora por que se iban.
―Disculpe, cual es la urgencia de su pueblo al irse.
―No podemos seguir aquí, Katroiva ya no es seguro.
―¿Qué es lo que los amenaza? ―preguntó.
―Es que no se han dado cuenta, los demonios han quemado dos comarcas humanas y se aproximan hacia aquí.
Los demás estaban observando desde lejos a Minerva, ya cansado Welno le pidió agua a una muchacha elfa, el coqueteo era intenso, mientras Darlo curioseaba los barcos élficos lo cuales tenían estilos asombrosos y muy bien diseñados.
―Que miras tanto ―le dijo un soldado elfo.
―La verdad, les hace falta mejorar más sus barcos ―le respondió Darlo.
En tanto a Ajax se aproximaba hacia el comandante de los elfos, un tipo alto, cabello rubio y ojos azules como el mar, estaba charlando con unos soldados.
―¡Espera ahí, no puedes pasar! ―le dijo un guardia elfo, que custodiaba esa zona.
―Quiero hablar con su comandante.
―Jefe comandante del quinto sector ―le llamó.
El comandante se acercó.
― ¿Qué quieres? ―le dijo el comandante.
Ajax soltó una sonrisa sarcástica, se le notaba la furia que tenía, pues claramente había sido un mal día con duendes, ogros y ahora soportar el mal genio de un elfo.
―Lo que quiero es tu ayuda para que juntos detengamos a los demonios.
―Escucha, aquí ya no hay nada y no voy a sacrificar la vida de mis hombres, por una guerra que no es mía ni la de mi pueblo.
―De verdad crees eso, adivina señor comandante, que pasara si los demonios llegan a apoderarse de katroiva, a donde crees que irán.
―Escucha indígena mediocre, no es mi problema así que lárgate de aquí.
―Algún día te darás cuenta de tu error elfo.
Todos ellos se marcharon de ese lugar y se dirigieron a la montaña del lobo, tan empinada y muy resbalosa, el viento estaba enojado como las nubes todas oscuras avecinando una lluvia, lograron subir a una parte más plana y segura, ahí se encontraba una gran puerta de hierro con letras impregnada, había dos lobos de estatuas a la orilla de la puerta.
―Chicos hemos llegado ―expresó Ajax.
Se aproximaron, abrieron esa gran puerta provocando chillidos en esta, ya estaba sarrosa y llena de costras de hielo. El lugar era una cueva con piedras que tenían un brillo en su interior, en el centro un gran círculo lleno de agua cristalina había estatuas de dioses y lobos, también espadas en las paredes y escudos con logos de tribus, pero lo más importante en el centro del círculo había una especie de pared dorada con una figura en el centro.
―Los estuve esperando queridos lobos génicos, ah y una ninfa ―dijo una voz extraña en la oscuridad.
―Manifiéstate ―dijo welno.
El zumbido de un chillido tan agudo penetró los oídos de los guerreros, estos del dolor que provocaba se tapaban sus oídos, pero era inútil detener esas vibraciones.
―Basta ―gritó Ajax.
―Así que eres tú ―comentó―. El elegido de Lupus.
‹‹Sabes algo de tu dios muchacho, lo sé, no sabes nada, cuando lo conocí él se enamoró de mi hija y yo pensé que estaría bien unir fuerzas con él, pero la hora y el día se me acabó, le pedí un favor y no lo cumplió. Que podía hacer un hombre como yo y lo peor es que llevamos la misma sangre joven Ajax››
―Así que tú eres Tack Maltan, quien diría que mataría a la leyenda que admiró ―dijo Ajax.
―Ese es Tack Maltan ―dijo darlo―. Carajo estamos perdidos ya.
Salió de la oscuridad, portaba armadura y una espada, llevaba el honor en su pecho pues este hombre no era cualquiera, era el mismo que acabó con el dragón de hielo.
―Elige bien tu camino Ajax ―dijo tack―. No te lo preguntaré de nuevo.
―Pues no lo hagas anciano.
Tan rápido como un estallido o un relámpago, ya estaba a la par de Welno, dándole un gran golpe que lo mandó a veinte metros de distancia, los lobos de los guerreros intentaron atraparlo, pero Tack era muy rápido, Minerva intentaba emboscarlo, pero fracasaba y siempre era derrumbada pero no la mataba para humillarla más.