El Ángel de Cristal

capitulo 16

Entre el Fuego o Caos

El viento trajo consigo el fresco que necesitaba para soportar el verano. La costa de Portland estaba abarrotada por playeros, los niños no paraban de correr de aquí a allá con una pelota. Mientras descendía de dos en dos los escalones, Ghanzel gesticulaba y alardeaba de habernos conseguido un lugar: había estado hablando con la chica de la entrada, y luego de treinta minutos teníamos pase libre. 

—Cualquiera puede seducir, sino no lleva playera y su torso como abdomen musculoso está al aire—dije llevando las mochilas y un parlante.

—Vamos, sabes que entre nosotros, yo soy la carnada y tú la genio—replicó acomodando la hielera que tenía en el hombro y su playera en su cabeza como turbante—. Pero no desesperes aún queda mucho de Ghanzel para divertirse.

Rodee los ojos y le golpee despacio en las costillas.

Cuando llegamos a la arena y dejamos nuestras cosas cerca de un puesto de batidos, no pude evitar mirar el extenso océano que se extendía, el sol se reflejaba en ella como pequeñas chispas de oro, mientras las olas se levantaban y los surfistas se deslizaban por ellas siendo otra extensión. Desde donde estábamos podía ver el faro de la bahía, y las montañas extendiéndose más allá, los barcos del Puerto Antiguo pasaban ayudando a levantar olas, y los pescadores volvían devuelta. 

De entre el gentío se acercaba Leila envuelta en una toalla de Naruto y su cabello rubio húmedo le caía en los hombros. Se oía a Ghanzel hablando pero no lo escuchaba, como si todo dejará de oírse, el bullicio y las olas fueran opacadas. Ella me sonrió y sus ojos verde manzana destellaron cuando algunos rayos del sol pasaron por su rostro. Se arrodillado hasta quedar a mi altura y habló, pero lo que salió no era su voz, sino una más gruesa.

—Se agota el tiempo y tus padres están a punto de perder sus dedos—dijo la voz inconfundible de Azazel y cuando desvíe la mirada detrás de ella, puede ver a mi padre y madre abrazados, medio cubiertos por escarcha tiritando. 

Volví de vuelta a Leila que había desaparecido y todo era un páramo estéril cubierto de cenizas. Los esqueletos adornaban el suelo, se oyó un crujido, un chivo negro de cuernos largos y blancos parado en una pila de huesos. Sus ojos lineales amarillos me observaron, juraría que se reía. Una mano se posó en mi hombro, miré a quien lo hizo y era Ariel en su armadura.

—Despierta—dijo y abrí los ojos.

Los trozos del tren estaban esparcidos por doquier envueltos en llamas azules, creo que se podía oír a los fuegos Fatuos llorando. Traté de moverme pero un pedazo de hierro me estaba aprisionando la pierna. No veía a Matthew ni a Malcolm de entre el humo y fuego, seguido del dolor de la pierna, trate con otro pedazo de hierro hacer palanca para salir, pero fue en vano. El dolor me hacía dar vueltas la cabeza y la bilis me subía.

«Ariel—llame mentalmente—. Necesito un poco de ayuda.»

Y al instante contestó.

No puedo, estoy usando todo mi poder para que Azazel y, el Oscuro que lo acompaña, no nos encuentre—se oía cansada como un radio perdiendo la frecuencia—. Estaré fuera… un tiempo… te daré acceso a la lanza para que te defiendas, pero nada más. Cuídate Jessica, que Dios esté con nosotros.

Ya no hablaba pero aún estaba dentro de mí, como una pequeña flama palpitando en mi pecho, otro corazón, mente y…¿alma?. No sé si los ángeles tenían eso, o eran sólo formas de luz conscientes y poderosas. Escuché pasos hasta estar al frente mío Matthew, con su ropa de invierno medio echada a perder. Su rostro como cuello con cortes, arañazos, y moretones debajo de su pómulo como barbilla. Se arrodilló y vio mi pierna atorada, su mirada estaba cargada de pánico.

—Jessica...—comenzó y se notaba su nerviosismo—. Y-yo voy a cortar… el hierro con mi espada—lo mire incrédulo y llevó su mano a la collar forma de pluma, se lo sacó y cambio en una espada corta de oro—. Creo que deberías apartar la cara por si salen chispas.

Levantó la espada hasta detrás de su cabeza y de un corte limpio seccionó el pedazo de hierro cómo si fuera helado, una mitad cayó con estrépito aun lado y la otra parte Matthew, a mano limpia, la cogió y lanzó por los aires hasta caer contra un árbol. El chico inspeccionó mi pierna, cerró los ojos e impuso su mano, luego los abrió haciendo una mueca.

—¿Es grave doc?—dije burlona, hasta para reír me dolían las costillas y la cara. Matthew trató de sonreír pero no podía—. Matthew dime qué pasa.

—Tienes los nervios, músculos y huesos de la pierna destrozados—suspiro, abrí los labios en una "O" perfecta. Volvió su espada a la pluma y la puso alrededor de mi cuello—. Por suerte esto arreglara parte de la pierna, solo que necesito a M.J para potenciar la curación, pero no hay tiempo.

Mi pierna comenzó a cosquillear y a picar, seguido de un sonoro «¡crac!», los sonidos viscosos de la carne uniéndose y otras heridas de mi cuerpo también curándose. Lo gracioso de todo era que no me dolía. La pluma brillaba tenue y cálida contra mi pecho, me hacía sentir que estaba en casa, sin nada de esto siendo normal, siendo una ignorante en esto del Mundo Sobrenatural, pero algo me decía que no es cierto. La «ignorancia mata» decían y no lo iba a contradecir pero seguro que ellos, los seres sobrenaturales, querían que se mantuviera en secreto todo esto. Mantenernos en la ignorancia y resguardarse de nosotros.

La pluma dejó de brillar y sentí devuelta la pierna, aunque me dolía un poco. Cojeando fui hasta la parte delantera del tren, cada vagón estaba ardiendo en fuego azul, pare un rato cuando un malestar me recorrió la pierna entera, era difícil caminar por la nieve. A unos tres vagones más adelante, la voz gutural de Otto, notablemente molesto daba instrucciones seguramente a Matthew y Malcolm. Mire a la derecha y grandes árboles se extendían hasta perderse la vista, los grillos y cigarras cantaban y las luciérnagas se mostraban entre los árboles. 




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