El ángel de la muerte

Capítulo 7: Una segunda oportunidad

Oigo como las olas del mar chocan contra la roca en la que estoy sentada, pequeñas gotas de agua salada caen en mi piel. La vista desde aquí arriba es tan hermosa, el sol empieza a descender escondiéndose detrás del mar, los últimos rayos de luz que quedan atrás reflejándose en el mar.

—Vengo aquí todas las atardeceres—doy un respingo cuando escucho su voz detrás de mí. 

—¡Maldita sea Smith! Casi me matas de un susto—pongo mi mano en mi pecho calmando mi alterado corazón. Oculta la sonrisa que amenaza en salir de sus labios. 

Maldito gusano baboso. 

—La vista es hermosa—se sienta a mi lado.—Si quieres puedes llamarme Julian. 

Ruedo los ojos. Me quedo callada regresando la mirada al hermoso atardecer. Nos quedamos así un momento más, absorbiendo la belleza de la naturaleza, hasta que la luz de la luna es lo único que nos ilumina. No es hasta que Julian da un largo suspiro que recuerdo que esta sentado a mi lado.

—¿Estas lista?—gira la cabeza para verme. 

Tomo un largo suspiro al mismo tiempo que me levanto del suelo, no lo miro, paso a su lado dejando que me siga hasta lo que parece mi nueva casa. No hablamos en todo el camino, hasta que por fin llegamos. Abro la puerta dejándolo pasar después de mí. Entra a la casa inspeccionándola de arriba abajo.

—¿Vives aquí?

—Si, ¿por qué esa cara?—me cruzo de brazos. 

—No por nada. Es muy... hogareño. ¿Puedo preguntar cómo lo encontraste?

—Investigue un poco, ha estado deshabitada por años—ladea la cabeza mirándome con advertencia.—Tenía que vivir en algún lugar. No te preocupes, todo lo hice de buen modo—explico antes de que tenga la oportunidad de preguntarme.

Asiente lentamente. 

La tensión se acumula en el ambiente y yo feliz de que se sienta de esa manera.Torturarlo de alguna manera es muy placentero. Cómo si pudiera leer mi mente, me mira con una sonrisa, apunta a las sillas que están en el comedor. 

—¿Puedo?

Also los hombros sin importancia. Arrastra la silla para sentarse, deja sus cosas en la mesa, remueve cosas en su mochila buscando los libros. Busca y busca y... busca.

—¿Algún problema?—lo molesto. 

—Creo que olvidé mis libros en mi casillero, tendremos que usar los tuyos. 

Resoplo. Agarro mis cosas sacando los libros, los dejo en la mesa para que él pueda usarlos. Yo, gracias a mi lapsus estupidus, no sé que se supone debemos hacer. Dejó que él revise el libro y tome las riendas del proyecto. Anota varias cosas en su libreta. Yo solo aguardo paciente en la silla. 

Para los quince minutos estoy tan aburrida que prefiero ayudarlo leyendo el maldito libro. Me pide que busque algunas cosas, repaso las oraciones buscando lo que me pide. De vez en cuando puedo sentir su mirada en mí. 

—Vi la manera en que mirabas el cielo—no digo nada, dejo sus palabras flotar en el aire. No quiero entablar una conversación con él, solo quiero terminar con esto para que se vaya.—¿Puedo preguntarte algo?

—¿Tengo opción?

—¿Por qué un ángel caído?

—Salió chismosito el ángel—me burlo sin quitar los ojos del libro. No aparta la mirada de mí esperando mi respuesta.—¿Por qué un ángel?—respondo a cambio.—Es decir, el mal siempre es posible y la bondad es eternamente difícil. 

—No es difícil ayudar a los humanos a hacer lo correcto, Eve. 

—¿Por qué amar a los humanos de todas formas?—lo miro. Esos ojos de color azul con destellos grisáceos me observan con detenimiento.—Ellos no hacen más que matarse lentamente por sí solos. 

Julian se remueve en su silla, no le gusta lo que escucha. 

—Mienten, abusan, roban... Están matando a lo único que les ayuda a estar vivos que este planeta—me acerco un poco más a él.—Te sorprendería saber que nosotros ya ni siquiera necesitamos meternos con ellos. Mueves un poco por aquí y por allá y ellos se encargan del resto, son un especie perdida. 

—Por eso mismo—lo miro incrédula.—Sabemos que no son perfectos. Desde la primera guerra en el cielo, los humanos cometen errores, pero tenemos la esperanza de que aprendan de ellos, de hacerlos valorar lo que esta alrededor de ellos. Nosotros los ayudamos a no perderse en el camino.—se acerca un poco más a mí para que pueda oírlo mejor.—Hacer lo correcto no es fácil lo admito, pero no deja de ser lo correcto. 

Puedo sentir como algo en el ambiente cambia, se siente diferente. 

—No te molesta que los ame más de lo que te ama a ti.

Sus ojos se abren sorprendidos. Niega repetidamente con la cabeza. 

—Nos ama a todos, Evelyn. Después de todo, todos somos parte de su creación.

—Claro, su creación—ruedo los ojos. 

—Lo hace. Créeme. El amor es un arma tan poderosa que puede hacer que hagas cosas increíbles—su rostro se aproxima un poco más, aún sosteniéndome la mirada.—Como darle una segunda oportunidad a alguien que lo necesita—dice casi en un susurro. 

No me atrevo a apartar los ojos de él, estoy hipnotizada con el color de sus ojos, esos que se han convertido en mi pesadilla, sus orbes me miran con tanta intensidad. Algo extraño sucede dentro de mí, siento como algo se remueve en mi pecho, trago duro de pronto nerviosa. Caigo en cuenta que estamos a unos centímetros de distancia. Mis ojos caen hasta sus labios rosados, grandes, ligeramente abiertos. Pasa su lengua por sus labios humedeciéndolos. Y yo... yo quiero probarlos.

Siento como una fuerza me empuja hacia adelante, hacia él. No soy capaz de detenerme. 

pum... 

pum pum... 

pum...

pum pum...

El corazón se acelera en mi pecho, retumbando cada vez más fuerte. Estoy tan cerca de él que puedo sentir su aliento chocar contra mis labios. Nuestros ojos se encuentran de nuevo, ninguno de los dos se mueve, nos miramos por lo que parece una eternidad. 

—Eve...—susurra.

Sus labios buscan los míos, apenas un pequeño rose nos une. La razón me golpea antes de cometer alguna estupidez. Me aparto bruscamente, parándome lejos de él, de este aire contaminador. Parpadea varias veces aturdido. 




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