El ángel de la muerte

Capítulo 28: Confesiones

—Evelyn—susurran mi nombre.

No quiero despertar.

No aún.

Quiero seguir soñando bonito, quiero disfrutar de este sueño en el que estoy feliz en una isla lejana junto a Julian, disfrutando del mar y del atardecer pintado de colores cálidos que es un placer para la vista.

Sé que cuando abra los ojos la brutal realidad de las consecuencias de abrir el portal me arrebatarán la poca paz que tengo en este momento. 

No quiero despertar.

Quiero permanecer en mi pequeño paraíso.

—Eve, despierta—insisten sacudiéndome un poco el hombro—Tienes que venir conmigo.

Abro los ojos con pesadez, el hermoso rostro de Julian aparece frente a mí. Sus ojos me miran ansiosos. Suspiro enamorada por esos preciosos ojos, por ese bello rostro, su sedoso cabello, su trabajado cuerpo, sus dulces labios, su tiernas caricias, su confianza en mí aún después de todo… suspiro enamorada con este ángel que me tiene babeando como una tonta.

No me molestaría ser despertada así todos los días.

—Buenos días—digo aún adormilada.

—Buenos días, hermosa—saluda con una leve sonrisa. —Espero hayas dormido bien.

Hay algo en su mirada que cambia, y no me gusta.

—¿Qué pasa?

—Tenemos que irnos.

Me enderezo en la cama para verlo mejor.

—¿A dónde?

—Están convocando una junta, creo es importante que tu estés ahí.

Una junta de ángeles.

No sé si sea lo mejor.

—Julian, no creo…

—Está pasando.

¿Qué?

Se aleja de mí parándose a un lado de la ventana, me uno a su lado para ver lo que él, muevo la cortina a un lado, todo el sueño que tenía desaparece de golpe, el cielo luce más naranja de lo normal.

Está pasando, es cuestión de tiempo para que los jinetes lleguen a la tierra.

*_*_*_*

Me sorprendo al ver que llegamos a una casa que por fuera luce normal, aunque sé que por dentro está hecha un caos, con ángeles quebrandose el cerebro tratando de entender que sucede. 

Julian toca la puerta mirando a todos lados, asegurándose que nadie nos siguió. El aletear del animalillo llamado nerviosismo revolotea en mi interior, no sé con qué me enfrentare cuando entré, ni como reaccionarán ante mi presencia. 

Escuchamos fuertes pasos acercarse a la puerta, para después ser abierta por uno de ellos.

—¿Julian? —un ángel, grande e intimidante, saluda a su hermano. —¿Qué estás haciendo aquí? ¿Qué hace ella aquí?

Me mira con el ceño fruncido, parándose erguido, preparándose para defenderse si lo requiere.

—Tengo que hablar con Miguel, sé que esta aquí.

—No es posible en este momento…

—Es urgente Tomás.

El ángel resopla.

—Esta bien, pero ella se queda aquí.

—Ella viene conmigo.

—Julian—utiliza un tono de advertencia.

—Ella viene conmigo—repite con más seriedad que antes.

Tomás me mira de arriba abajo por lo que siente como una eternidad, hasta qué por fin, muy a su pesar, decide hacerse a un lado.

El eco de sus voces resuena en la casa en cuanto entramos, todos callan tan pronto se percatan de nuestra presencia, mis orbes conectan con los de Miguel al otro lado de la habitación, la sorpresa de verme evidente en su cara, el corazón me martillea con fuerza en mi pecho, mis manos empiezan a sudar, olvidé cómo debo respirar. 

La tensión que siento por su mirada incrementa con el silencio abrumador, no sé que decir. 

—El portal fue abierto, los demonios que reporte lo abrieron—Julian explica a mi lado llamando la atención de Miguel, sin embargo, sigue sin apartar la mirada de mí, como si tuviera miedo que desapareciera en cualquier momento.

—¿En dónde están ahora? —escucho como alguien pregunta.

—Me hice cargo de ellos.

—¿Tuviste algo que ver con esto? —Miguel habla por fin, Julian abre la boca para responder, pero no es a él quien le pregunta.

—También te extrañe hermano—logro decir.

El ángel a mi lado voltea a verme confundido, Miguel no responde esperando que conteste su pregunta. Entiendo que siga molesto conmigo, después de todo él tuvo que hacerse cargo del desorden que hice cuando me fui del cielo.

—No fui yo quien abrió el portal—aclaro sabiendo que esa es su principal duda.

—Lo dudo—escucho una voz femenina quejarse.

Miguel entrecierra los ojos, estudiándome. Los demás comienzan a debatir entre ellos a nuestro alrededor.

¿Cuál es su plan?

Cómo el gran poderoso ángel que es, mi hermano logra poner en segundo plano aquellas voces para poder tener una charla solo él y yo.

No lo sé. Nunca me lo dijo, solo sabía que teníamos que subir para luego abrir el portal y subir más de sus demonios. Eso es todo, que los demonios llegarían para reclamar la tierra.

¿Subiste a esos demonios?

Pregunta, aunque sé que ya sabe la respuesta.

Lo hice.

Después de todo este tiempo les sigues teniendo rencor años humanos.

Lo hacía

¿Lo hacías?

Me mira expectante.

Aprendí mucho en mi regreso a la tierra.

¿A que viniste en verdad, Eve?

A enmendar mis errores, los humanos no deben seguir pagando por mis errores.

Ya lo hicieron una vez.

Me mira con dureza.

Lo sé y me arrepiento.

—Ella es un demonio, ¿por qué no traer a los de su clase aquí?, bien puede ser esto una trampa.

Alguien dice trayéndome de vuelta a la sala.

—Evelyn esta diciendo la verdad, ella no tuvo nada que ver con eso—insiste Julian.

—¿Entonces estás diciendo que permitiste que esto pasara? ¡Lograron abrir el portal con tu sangre!

Julian aprieta los puños visiblemente molesto.

—¿Te estas escuchando Dina? ¿Estás escuchando la tontería que estás diciendo?

—Tontería sería confiar en esta—repasa la mirada por mi con asco. Me cruzo de brazos retándola a continuar, a ninguno le gustará el resultado si sigue refiriéndose a mi de esa manera.




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