Epílogo – Un Milagro de Amor
POV Alexander
El aire del abrazo es pesado, cargado de eternidad y de posibilidad. Ruze flota entre la vida y la muerte, y cada fibra de mi ser siente lo que no debería: miedo a perderla y un deseo imposible de ignorar.
—Te doy mi fuerza… mi decisión —susurro, y en mis labios hay un temblor de humanidad—. Yo voy a cumplir tus sueños.
Con una mano sello la vida de Ruze; con la otra, la hago invisible para el Cielo y el Infierno. Su respiración vuelve, su cuerpo vibra con calor humano; su alma ya no pertenece a la eternidad ni al abismo.
Dos lágrimas caen de mis ojos mientras la sostengo: una para darle vida, otra para desobedecer al Cielo. La observo, viva, humana, y sé que lo que hago es irreversible.
Nathaniel desciende con otros guardianes divinos, la luz y la autoridad celestial golpean mi pecho, y el mundo me exige rendición. Mis alas se quiebran; la inmortalidad se me escapa. Soy desterrado del Cielo, condenado a vivir como humano, pero he salvado a quien amo.
Miro a Ruze, y la abrazo un instante más, sintiendo la vida palpitar en su cuerpo, un milagro tangible y frágil.
—Sé feliz, amor mío —le digo, y el mundo que conozco se derrumba tras esta decisión.
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POV Ruze
Abro los ojos y la luz del hospital me ciega un instante. Los pitidos del monitor son regulares, fuertes, perfectos. Miro a mis padres; sus lágrimas se han transformado en sonrisas. Mi cuerpo no duele. No hay cáncer. Cada fibra de mí está viva, humana. Un milagro.
Parpadeo y pienso que estoy soñando. Todo lo que he vivido, la visión del Paraíso, la tentación de Lucian, Alexander… ¿fue real o producto de mi mente entre la vida y la muerte?
Pero algo me dice que no: un ramo de flores rojas aparece ante mí. Alexander. Humano, real, sonriente, con ojos llenos de amor y un calor imposible de describir.
—Sabía que habías visto la muerte a la cara… y me habías sonreído —le digo, con una mezcla de incredulidad y alivio.
No hay palabras suficientes. Él se acerca, y siento que todo el dolor, todo el miedo, se disuelve en ese instante. Me besa, y con ese gesto se sella la historia que ambos escribimos: un amor que desafió la eternidad, la muerte y el Infierno.
Fin.
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Nota del autor: Esta historia es la precuela de Cherry Blossom. Los eventos aquí narrados revelan el origen de Alexander Drake y el destino de Ruze Friswerd, cuyo amor desafió la eternidad y cambió para siempre las leyes del Cielo y del Infierno.
Resumen de la novela precuela
Alexander Drake fue alguna vez un ángel de la Muerte, encargado de consolar a las almas y guiarlas al más allá. Su deber era absoluto… hasta que conoció a Ruze Friswerd, una joven con cáncer terminal cuya dulzura y fuerza transformaron su eternidad.
En lugar de llevar su alma al Cielo, Alexander desobedeció las leyes divinas y le devolvió la vida. El castigo fue inmediato: fue desterrado del Cielo, perdió sus alas y su inmortalidad, y selló su poder y el de Ruze para protegerlos del Reino Celestial.
Durante cinco años vivieron como humanos en Praga: él como un prestigioso médico, ella como una aristócrata feliz y saludable. Pero la paz duró poco: el sello que los protegía se rompe.El Cielo los encuentra.
Nathaniel, el nuevo ángel de la Muerte, descendió a la Tierra para reclamar el alma de Ruze. Para salvarla, Alexander encerró su esencia en una rosa negra dentro de un cristal . Sin embargo, la flor empezó a marchitarse, poniendo en riesgo el alma de su amada.
Desesperado, Alexander viaja a Nueva York en busca de Cherry Blossom, una joven con un don imposible: devolver la vida a las flores muertas. Su “hospital de flores” es un milagro botánico, pero pronto descubrirá que está atrapada en un misterio mayor: un alma dormida, un pacto celestial roto, y la lucha entre la vida y la muerte.
Porque cuando la vida y la muerte se enamoran… el Cielo tiembla.