Localizo el reloj en la pared, arriba del pizarrón. Doy pequeños golpes con el lápiz al ritmo en que se mueve la manecilla, contando los segundos para salir de aquí. No pensé que esto tardaría tanto. Minutos más tarde la campana por fin suena por toda la escuela. El golpe de libros cerrándose se escuchan a mi alrededor. Al igual que yo, todos toman sus cosas para salir de aquí. Y yo que pensé que disfrutaban estar aquí. Me levanto de mi escritorio para salir, pero alguien mucho más alto que yo se para enfrente bloqueando mi paso.
—¿Qué demo...?—Smith me mira con el ceño fruncido.
—Muévete—le ordeno sin ánimos. Esta vez no puedo esquivarlo como antes. Lo miro directo a los ojos esperando intimidarlo lo suficiente para que se mueva, pero permanece inmóvil.—Escucha, no tengo tiempo para esto. No sé qué fascinación tienes con seguir estorbándome, pero no estoy de humor para…
—¿Quién eres?—pregunta casi en un susurro. Me mira como si tratara de resolver un rompecabezas en su cabeza. La paciencia se me acaba.
—Tu peor pesadilla si no te quitas—le advierto. Mi frustración aumenta al ver que no planea hacerlo.—Muévete—repito.
Pongo mi mano en su pecho usando mi fuerza para obligarlo a retroceder lo suficiente para poder salir del salón. Lo dejo de nuevo detrás de mí. Siento su mirada sobre mí conforme me alejo por el pasillo.
¿Quién demonios se cree que es?
Sigo a los pocos alumnos que se quedaron atrás. Todos caminan hacia el mismo lugar, la cafetería. De repente, algo por el rabillo de mi ojo capta mi atención, su presencia es lo suficientemente fuerte para saber que es él. Me mira unos segundos, antes de girarse y alejarse de aquí.
Espero que todos los humanos desaparezcan de aquí antes de seguirlo hasta el salón en dónde lo vi desaparecer. Cierro la puerta detrás de mí para poder hablar con más tranquilidad.
—¿Adam? ¿Qué haces aquí? Creí...
—No lo estoy, sigo aquí abajo—una débil sonrisa cruza su rostro. Luego lo entiendo, es un espejismo.—Quería verte, saber cómo va todo.
—Odio que tenga que estar vigilada por tu perro guardián todo el día y estar en esta escuela no ayuda para nada—paso la mirada por el salón.—Pero estoy bien. Todo está marchando de maravilla.
—Me alegra escuchar eso—noto tristeza en su voz.—Sé que tener a Archer no es de tu agrado, pero me tranquiliza saber que estás protegida.
—Sabes que no necesito protección.
—Lo sé—sonríe recordando las peleas que hemos tenido los dos, las cuales siempre termino victoriosa.—Pero nadie puede saber de ti. Pueden atraparlos a ellos, pero a ti no. Si las cosas se complican saben que tienen que sacrificarse para salvarte—aunque hay kilómetros de distancia entre los dos, puedo sentir como si en verdad estuviera aquí junto a mí. Cómo desearía poder tocarlo, sentirlo...—Mira el lado positivo, muy pronto tendremos todo lo que siempre quisimos, solo serán unos días más.
—Unos días suena alentador—noto como el espejismo de Adam empieza a desmoronarse, lo que significa que desaparecerá en cualquier momento.—Adam…—unos pasos afuera nos alertan a los dos.
—Cuando pueda te volveré a buscar—dice apurado. Un conserje entra al salón antes de que Adam logre desaparecer del todo.
—¿Qué rayos?—el hombre abre los ojos asustado. Intercambia su mirada entre mí y el espacio vacío que dejó Adam.
Genial, ahora tengo que arreglar esto. Me acerco al señor congelado en la puerta. Me planto frente a él, sostengo sus hombros mirándolo directo a los ojos, segura que él hace lo mismo.
—Entraste al salón a recoger algo. No viste a nadie aquí. Dime si entendiste lo que dije.
—Entendí—contesta sin pestañear.
Paso a su lado para salir antes de que salga de la compulsión. No quiero ni imaginar lo que pudo haber pasado si el hombre hubiera salido corriendo de aquí. Aunque sé que nadie le creería si decide hablar, no puedo permitir que ande por ahí suelto diciendo lo que cree que vio. No puedo dejar ningún cabo suelto. Esa es una de las muchas órdenes que tenemos.
De pronto una sombra capta mi atención, desaparece tan rápido como apareció. Un sentimiento familiar me recorre. No logro recordar cuándo fue la última vez que lo sentí, pero un gran peso se asienta en mi pecho haciéndome respirar con dificultad, mis ojos se nublan en lágrimas, un nudo se forma en mi garganta, cierro los ojos tratando de recordar. Una vocecilla resuena por el lugar interrumpiendo mi concentración.
—¡Eve! ¿¡Qué estás haciendo!? ¡La cafetería está por aquí!—Maia grita por el pasillo. Mueve la mano invitándome a acercarme a ella.
Todo mi cuerpo me dice que la ignore y me aleje, pero tengo que seguir con este juego si en verdad quiero mezclarme con ellos. Si lo pienso bien ella puede serme de gran utilidad. Giro sobre mis talones caminando hasta ella con una sonrisa forzada. Dejo que guíe el camino hasta la cafetería. Voces se escuchan por todas partes. Unas jóvenes levantan las manos tratando de captar nuestra atención. Maia sostiene mi brazo arrastrándome hasta donde están ellas sentadas.
—Chicas, ella es Evelyn—me introduce como si hubiera encontrado algo muy valioso.—Eve, ellas son Quinn, Amber y Layla—inmediatamente siento como me analizan de pies a cabeza.—Ven toma asiento aquí. Ahora vuelvo.
#12774 en Fantasía
#5017 en Joven Adulto
demonios seres sobrenaturales angeles, angeles demonios humanos amor envidia, ángeles demonios amor prohibido infierno
Editado: 12.09.2025