Es mediodía y, desde el cielo, observamos que el agua del mar resplandece como un espejo, con hermosos destellos verdes, acompañados por los rayos del sol que nublan nuestras miradas.
Descendemos poco a poco hasta tocar el agua que humedece nuestras alas y deslizamos los dedos como tocando las delicadas teclas de un piano italiano. Al llegar a tierra firme, el jefe de la guardia de los querubines me pide que revise las coordenadas (11°17′00″N 74°11′00″O) y luego, con voz firme, dice: "DANILO, diles a los demás que estén alerta; pues nuestra misión apenas empieza".
Yo le digo: "Mi señor, las coordenadas son correctas; el lugar es el Parque Tayrona". Hermoso paraíso oculto en medio de la selva. ¡Playas gigantes! Con la brisa y el vaivén de las olas que nos deleitan con su aroma. Este lugar está ubicado frente al mar Caribe.
Y sutilmente dejamos huellas en la arena, pero el viento es tan fuerte que las borra al instante. Caminamos entre el pasto verde durante más de siete minutos y, a lo lejos, vemos una hermosa cabaña en medio de las montañas. Allí está nuestro amigo, durmiendo en una silla de madera, siempre formal con su camisa azul y con el libro sagrado en sus manos.
"¡No muestren nuestros cuerpos!"
Yo le hablo con un susurro al oído: "¡Hola! ¿Cómo estás, mi amigo?".
Él, a sus 97 años, parece un joven aún. Se despierta, sonríe y dice: "Han pasado 70 años y me parecía muy extraño que no supieras que estaba aquí. Hice todo lo posible por alejarme del sonido de los autos y de la contaminación de las grandes ciudades, y hoy estoy disfrutando, en este cuerpo, el tic-tac de mi corazón en los últimos segundos del tiempo.
Pero, cuéntame, ¿qué buscas y en qué puedo ayudarte? Pues ya no soy el que conociste aquella noche. Tan solo, con la mente puesta en mis diseños y pensando cómo cambiar el mundo desde mi casa en Alemania, llenando mis libros de números y encontrando en la física cuántica los secretos del rey supremo. Pero son tantos, que apenas puedo entender los más elementales, secretos de los átomos bajo el lente de mis inventos".
En ese momento, mi querida esposa me dice desde lejos:
—¡Mijo, mijo! ¡Ven, la torta de banano está lista!
Ustedes ni se imaginan lo que sentí al escuchar su tierna voz y el olor del banano caliente que recorría mi cabaña, así como la neblina acaricia una montaña en un atardecer después de la lluvia.
Y pensé: "¡Qué delicia!".
Yo le respondí:
—Ya voy, mija, en un rato... No, mejor tráela tú, por favor.
Ella, muy amable y con sus pasos lentos y su cabello blanco como la nieve, llegó hasta aquí y deleitó todos mis sentidos. Luego, le digo al oído:
—¿Por qué no descansas?
Ella entra sonriendo y yo le mando un beso con el viento.
A mi derecha, la voz de mi amigo dice:
—¿Recuerdas cómo nos conocimos?
Yo le contesto:
—¡Claro! Cómo olvidar la impresión que me diste en un día tan fuerte para la historia de este planeta.
Y al rato le pregunto:
—¡Dime! ¿Cuántos te acompañan hoy?
—Somos más de siete legiones, pero mira, esta es la razón por la que estamos aquí. Hoy es el último día y, por los cuatro ángulos de la Tierra, entramos a la atmósfera; solo unos pocos lo sabrán. ¡Y en este momento el viento será cada vez más fuerte!
Mi mente se eleva y, escuchando lo que dice, empiezo a recordar ese día otra vez, como si fuera hoy. Era la noche del 9 de noviembre de 1938. Se me erizan los vellos de todo el cuerpo tan solo al recordarlo. Fuimos perseguidos por los alemanes, todos los descendientes de los países del Medio Oriente y, como tú sabes, mis abuelos fueron judíos. ¡Y allí comenzó todo!
—Yo tenía 27 años y estaba concentrado resolviendo ecuaciones de física cuántica y mirando unas partículas en un microscopio que armé en mi taller, pieza por pieza. Estaba observando los átomos de una esmeralda que un amigo de Colombia me regaló. ¡Era una piedra enorme!
Cuando la vi, me sorprendí tanto que la llevé a mi laboratorio y empecé a analizar sus componentes químicos. "Sé que todos miran las esmeraldas como piezas decorativas para una dama", ¡pero yo no!
Construí este microscopio para extraer los secretos ocultos de las piedras preciosas, y en la esmeralda encontré un elemento químico que puede transformar la visión de este mundo.
Justo cuando estaba separando el berilio, el aluminio, el cromo y el vanadio (Be³Al²(SiO³)⁶), en la calle escucho el sonido de muchos cristales que caen al piso. Trato de no pensar en lo que está pasando y sigo con mi experimento químico.
Sin querer, tropiezo con mi mano la botella de mercurio que está en la mesa y, como en cámara lenta, veo cuando unas gotas caen en el microscopio y van directo a la esmeralda.
Muchos rayos verdes salen del lente del microscopio y entran directamente a mis ojos color café. Los ojos me duelen mucho, no soporto el ardor y empiezo a gritar en hebreo: "Hjælp mig, øverste konge!" traducido en español dice: "¡Ayúdame, Rey Supremo!".
Por un momento pierdo la visión y, aunque mis ojos están abiertos, veo todo negro y siento cómo mis huesos se alargan y mis músculos se extienden. Pero no soporto el dolor y sigo gritando; cada vez oigo más cerca la caída de los cristales rotos.
Con el impacto de los rayos verdes, en medio de la desesperación, lancé el microscopio al piso y la esmeralda se partió en mil pedazos. Los rayos iluminan todo el laboratorio. En ese instante, me desplomo en el suelo:
"¡Y siento que muero!"
Caigo inconsciente y, en unos segundos, escucho que están partiendo los cristales de mis ventanas. Mi visión regresa; me levanto del suelo rápidamente, coloco el libro de física cuántica en la maleta y, mientras busco otras cosas en la mesa, una voz me dice:
"¡Amigo, no tomes nada de este lugar, solo sal de aquí! ¡Corre, corre! Los alemanes van a entrar por la puerta principal; sal por la puerta de atrás, pero date prisa, tu cuerpo aún está débil."
Miro por todos lados y no hay nadie, pero siento el peligro y salgo del laboratorio. Camino lentamente hasta llegar al espejo del pasillo y, al mirarme, mis ojos café cambian a color verde y ya no me siento débil.
Salgo corriendo sin parar por la puerta de atrás y noto que mis ojos verdes pueden ver en la oscuridad. La voz dice nuevamente:
"Los alemanes van detrás de ti."
Y enfrente veo un bosque; estoy corriendo muy veloz.
Pero ¡miren! En plena noche encuentro un camino con dos campos de girasoles a cada lado, y cuando creo que todo es perfecto para mí, tropiezo con una piedra y caigo en medio de los girasoles, con los ojos puestos hacia un cielo lleno de estrellas, y hasta creo poder verlas muy de cerca.
La voz dice:
"¡Hola! ¿Cómo te llamas?"
Observo en todas las direcciones, y no hay nadie. Le digo:
—¿Quién eres? ¿Por qué no puedo verte?
Siento tu presencia y te escucho desde que estaba en la casa.
En ese instante, oigo miles de susurros hablando al tiempo, y no van a creer lo que vi después:
¡Como un relámpago! Aparece en el cielo, de la nada, un ángel dorado y extiende sus alas enormes que resplandecen como el color de luces de fuego que salen del sol.
Y está justo enfrente de mí, y le pregunto:
—¿Por qué me persigues? Los ángeles solo sirven a Dios.
Sin responder mi pregunta, miles de ángeles se materializan uno a uno detrás de él, y vuelve a preguntarme:
—¿Cómo te llamas?
–Yo, con mucho susto y con el sudor corriendo por mi frente, le digo: Mi nombre es Ángel.