El Ángel del Infierno.

- DOS -

Davina

Habíamos aterrizado hace unos veinte minutos, seguía sentada mirando por la ventada por la ventanilla del avión, joder. Todavía iba medio drogada porque no soportada volar en una lata con alas. ¿Alguna vez comenté que odiaba volar? Me mordí el labio inferior con demasiada fuerza, no quería bajar. Casi prefería que el avión diese media vuelta y volviese a Tokio, ir hasta allí, donde a lo lejos se observaban dos coches negros, era enfrentarme a la realidad. No quería.

No quería.

NO QUERIA.

Me aterrorizaba enfrentarme a... a él.

Mi corazón parecía ir desbocado, notaba como una y otra vez latía con fuerza sobre mi pecho. Rebotando con tanta fuerza que me iba a reventar. Molly salió del avión en el momento que el tripulante de vuelo abrió la puerta de la cabina seguido de Daiko. Kaito estaba en frente mío mirándome con una ceja alzada, no hablo, no dijo nada. Solo estuvo ahí todo el rato esperando pacientemente a que yo reuniese el valor que aparentemente era inexistente.

- Ángel. – Desvié mis ojos para clavarlos en los suyos. – Mataste a Caníbal de una manera... tremendamente excitante. – Hice una mueca con los labios. – Estas mas que preparada para enfrentarte a lo que hay ahí fuera. – Señalo con la cabeza hacia el exterior.

- Raynard... él. – Cerré los ojos unos segundos. – Él no va a....

No me salían las palabras. Se acerco a mi apoyando sus codos sobre sus rodillas.

- Mira, estoy seguro de que tomara tiempo que arregléis lo vuestro, pero hoy estas aquí por Aria. – Asentí tragando saliva. – Ella es como tu hermana, ¿no? – Volví a afirmar con la cabeza. – Te necesita, sino Infierno no habría movido hasta el grano de tierra mas pequeño del mundo para traerte de vuelta.

- Tienes razón. – Susurré. – Te voy a echar de menos. – Le dije sincera.

- Y yo a ti Ángel.

Me levanté a la par de él y le di un fuerte abrazo. Suspiré sintiendo su calor sobre mí, Kaito se volvió tan importante para mí que por momentos me costaba no compararlo con la relación fraternal que tuve con Derek.

Camine tras de él bajando las escaleras de su avión privado, cuando él estuvo abajo extendió su mano para que yo la agarrase, cuando baje el último peldaño la cogí temblorosa. Me guiño el ojo con una hermosa sonrisa y me indico que comenzase a andar delante de él. Levante la cabeza mirando hacia el cielo estrellado, cogí aire cerrando los ojos. Estuve cinco segundos conteniendo la respiración hasta que la solté de golpe mientras me intentaba serenar.

- Vamos Davina. – Me dije a mi misma.

Empecé a andar hacia donde estaban aparcados los dos coches negros tan característicos que tenían los mafiosos alemanes. Podía, a medida que me acercaba, divisar la caballera de Molly junto con Daiko, ambos hablando con quien parecía ser Jakob. Mi amiga estaba dando pequeños saltitos cuando sus ojos se clavaron en los míos. Esboce una enorme sonrisa al verla.

Su pequeño cuerpo comenzó a correr en mi dirección, hice lo mismo, me puse a correr hasta ella. Le había echado tanto de menos, pero estaba tan preocupada por ver a Raynard que no me había parado a pensar lo que quería a Aria, moriría por ella, mataría por ella sin pestañear. Cuando estaba a dos metros de ella reduje la carrera cogiéndola en brazos. Se colgó de mi en un enorme abrazo, comencé a llorar de forma silenciosa escuchando como su sollozo era realmente escandaloso. Me caí de rodillas al suelo sin soltarla y nos quedamos ahí durante largos minutos, sin decir nada, solo abrazadas.

- Por favor, por favor. – Susurraba. – Nunca te vayas durante tanto tiempo.

Un nudo se instalo en mi garganta que me hacía imposible tragar.

- Por favor... - Sollozo. – Te he necesitado tanto.

Joder Aria.

- No lo haré. – Le prometí. – Siento mucho haberme ido así. – Aunque mi voz sonaba amortiguada por aun estar abrazadas, podía notar la clara angustia que vivía en mi tono.

Nos separamos un poco, ambas teníamos la cara chipiada, aunque ella estaba mucho más roja que yo, el dolor de Aria era mucho mayor. En ese momento me sentí fatal conmigo misma, mi amiga estaba así por la forma en la que me fui y, sobre todo, por el tiempo que me había ido. Nunca habíamos estado tanto tiempo separadas.

- Estas preciosa. – Me dijo. – Te queda muy bien el pelo así.

Me reí limpiándome la cara. Ella se había dejado crecer el pelo bastante, además de que se puso unas bonitas mechas que aclaraban su tono de raíz.

- Tú también Aria. – Me dio un beso en la mejilla limpiándose la cara continuamente.

- Vamos.

Ambas nos levantamos y comenzamos a andar hacia donde estaba el resto. No fuimos consciente ninguna de las dos del momento en el que Kaito llegó hasta donde estaban esperándonos. Entrelace mi mano con la de mi amiga mientras caminábamos hasta ellos. Cuando llegué pude confirmar que él no estaba aquí parado, sin embargo, noté como algo se clavaba en mi cara, comencé a mirar a mi alrededor viendo que Diablo estaba dentro del uno de los coches mirándome con tanta intensidad que me desmorono en el momento. Todo a mi alrededor se esfumo. Éramos un lienzo totalmente blanco en el que solo estábamos los dos. En el momento que aparto la mirado todo volvió a la realidad.

- Te veo bien Davina. – Miré algo incomoda a Jakob.

Me miraba con mucho detenimiento, entendía que me odiase. Me fui haciendo daño al amor de su vida y a su mejor amigo que era como su hermano.

- Gracias. – Dije simplemente. - ¿Podemos irnos ya?

De reojo volví a mirar a la ventanilla donde él estaba sentado, me miraba de nuevo con el ceño muy fruncido. Kaito llamo mi atención posando su mano en mi espalda baja.

- Nosotros iremos a mi piso. – Asentí comprendiéndolo.

- Vale. – Le abrace con fuerza pero brevemente, luego abracé seguidamente a Daiko, quien se demoró bastante más que Kaito.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.