- NUEVE -
RAYNARD:
No quise quedarme en aquella sala, pero la curiosidad por su respuesta me carcomía por dentro así que me quedé pegado a la puerta que había dejado abierta escuchando lo que ella tenía que decir.
Esas tres palabras que susurro se quedaron grabadas en mi pecho como si hubiesen fundido hierro en el mismo.
Soy su mujer.
Ahora la tenía en frente esperando a que abriese la boca, mientras mi amigo y Aria se acababan de meter al agua yo le había pedido que se quedase un segundo para hablar conmigo. Observé atentamente como se quitaba la parte de arriba de la camiseta dejando un bikini negro a la vista, Tuve que apretar los puños con fuerza, porque… ficken! (¡joder!) Ese abdomen tan marcado y esos pechos apretados me estaban volviendo loco. Fruncí el ceño al ver una cicatriz en el lateral de su cintura derecha.
- ¿Cómo te has hecho eso? – Sus labios se entreabrieron sorprendida por mi pregunta, bajo los ojos donde le estaba apuntando.
- ¿Eso es lo que quieres preguntarme? – Levanto la cabeza con una pequeña sonrisa.
- Davina. – Musite apretando los labios.
Me analizo durante unos segundos antes de responder, suspiro quitándose el pantalón dejándolo junto con su camiseta, trague duro repasando sus malditas piernas. Mi amigo de abajo estaba apretándome con fuerza y las ganas de llevármela de aquí eran inmensas. Sin embargo, debía de controlar el impulso animal que sentía.
- Fue en la segunda semana después de irme. – Era obvio, eso no lo tenía antes de irse.
Y no, no se me podía haber pasado. Me aprendí su cuerpo de memoria, sabia cada curva y cada peca de la infinidad de su piel.
- Ayudándole con lo de su hermana nos atacaron y una bala me rozo. No me perforó, pero se llevó algo de piel. – Hizo una mueca con sus labios que me distrajo por completo.
Me crucé de brazos observando como sus ojos se iban a mis bíceps, tuve que reprimirme la sonrisa que amenazaba con salir de mi boca, aparte la mirada al escuchar una enorme carcajada de Jakob mientras Aria le sacaba el dedo del medio. Estábamos lo suficientemente lejos para no escuchar lo que decían, ni ellos a nosotros.
- ¿Por qué no has aceptado la oferta de Jakob? – Arrugó la nariz, se echó el pelo hacia atrás mientras cambiaba el peso de una pierna a otra.
- Estoy segura de que te lo ha contado ya. – Rodé los ojos por la forma de esquivar la pregunta.
- No me importa lo que diga él, quiero escucharlo de ti. – Su rostro empezó a ponerse rojo.
Comenzó a recoger su ropa del suelo diciendo algo por lo bajo que no lograba escuchar. Se puso las zapatillas y se dio la vuelta. Con rapidez le agarré del brazo impidiendo que se fuera sin entender muy bien su comportamiento.
- Esto ha sido mala idea. – Soltó evitando mirarme a los ojos.
- ¿El qué? Solo te he hecho una pregunta. – No entendía nada de lo que esa cabecita suya estaba pensando.
- ¿Intentas avergonzarme? – Pregunto indignada. - ¿Qué es lo que pretendes?
- No entiendo nada Davina. – Soltó una carcajada sin gracia tirando su ropa con furia al suelo.
Alce las cejas atónito por su comportamiento.
- ¿Qué es lo que exactamente quieres escuchar de mí, eh? – Dio un paso amenazante hacia mí.
Estábamos tan cerca que me obligaba a agachar la cabeza para mirarla directa a los ojos. Su rostro estaba levantado hacia arriba con una actitud que claramente no entendía.
- Mira. – Le dije manteniendo la calma. – No quiero discutir contigo. – Di un paso hacia atrás. – Solo quiero saber porque debería de incomodarte recibir dinero nuestro. – Apretó los labios.
- Porque yo no soy ninguna trabajadora vuestra. – De una manera muy tajante me respondió.
- No te consi…
- ¿Ah, no? Entonces ¿por qué un maldito contrato de trabajo?. – Elevo la voz claramente furiosa.
- Creo que estas dramatizando.
Eso no le gustó nada, lo que acaba de soltar con sinceridad por mi boca, se quedó callada completamente con una mano en el pecho. Me dio la sensación de que se sentía dolida por mi comentario, en ese momento no supe muy bien que más decirle, pero si no era más específica no comprendería lo que quería decirme.
- ¿Aria tiene un sueldo? – Alce un ceja sin alcanzar a entender a donde quería llegar.
- No que yo sepa. Jakob comparte todo lo que tiene con ella. – Asintió mirando hacia otro lado.
- Yo no quiero que compartas conmigo todo tu dinero. – Me explico. – No sería justo y menos después… después de lo que pasó entre nosotros. – Ladeé la cabeza. – Me dais de comer y un sitio donde vivir. Para mí es suficiente. Además, - cogió aire antes de seguir. – Tengo cincuenta mil dólares guardados en una bolsa, Kaito me pago por ayudar a su hermana. – Rodé los ojos molesto.
- ¿De él si aceptas dinero? – Negó con una falsa sonrisa.
- Me fui con él a cambio de que me ayudase a encontrar a Belov. No era nada para mí, así que sí, acepte el dinero sucio. – Escupió indignada.
- Maldita sea Davina, te estoy ofreciendo dinero para que seas independiente. – Resignado deje caer los brazos a ambos lados de mi cuerpo.
Y ahí entendí todo. Ella se sentía mal por ofrecerle un trabajo cuando se suponía que era mi mujer y debíamos de compartir todo como su amiga y el mío. No pensé que esto le podía llegar a ofender, ni si quiera que le molestara. No obstante, mi corazón se hinchó con una oleada de esperanza, ella me amaba, ¿eso es lo que intentaba decirme entre líneas?
- Soy tu mujer. – Me susurró con los ojos cristalizados.
Me quedé completamente en blanco, ficken! (¡joder!), estaba deseando escucharlo de sus labios decir esas malditas tres palabras de nuevo.
- No me voy a volver a disculpar Raynard. – Bruscamente se limpió las mejillas. – No me voy a estar pidiendo perdón toda la vida por la decisión que tome. – Su voz salió estrangulada.
- No quiero que te disculpes, hübsch. – Pestañeó varias veces al escuchar aquella última palabra. – Te perdoné hace mucho tiempo. – Suspiré finalmente mientras me rascaba la nuca. – Sufrí mucho cuando te fuiste, más de lo que me hubiese imaginado. – Carraspeé sintiéndome extraño por hablar de mis sentimientos. – Estuve cabreado durante mucho tiempo contigo, pero Aria un día me abrió los ojos. – Me reí mirando como sus labios se curvaban en una pequeña sonrisa. – No comparto tu forma de hacerlo, pero entendí tu decisión. Le hiciste una promesa a Derek y nadie te iba a parar hasta cumplirla. – Se movió del sitio nerviosa. – Eres leal y sabía que volverías en algún momento aquí.
- ¿Me…me perdonaste? – Tartamudeo acercándose un paso a mí, asentí lentamente observando sus movimientos.