DAVINA
Sentí un leve meneo en mi brazo, gruñí dándome la vuelta por lo molesto que me resultaba que no me dejase seguir durmiendo. La noche anterior fue lo suficientemente intensa como para que me quedase en coma durante un día entero, sin embargo, quien estaba a mi lado no estaba para nada de acuerdo con ello, pues continuaba moviéndome el cuerpo. Escuche una suave carcajada que fue melodía para mis oídos.
Esa carcajada… Mi corazón dio un respingo que me obligó a abrir los ojos de golpe, giré la cabeza notando un pequeño pinchazo en mi frente que hizo que dirigiese mi mano hacia las tiras de aproximación que permanecían en un lateral de mi cabeza.
Sus labios se ladearon y me dieron ganas de quitarle la sonrisa socarrona de la cara de un tortazo, él sabia de sobras que no me gustaba que me diesen órdenes.
Se rascó la nuca algo nervioso, le miré de nuevo directamente a los ojos. Llevaba una camiseta blanca de manga corta y unos vaqueros oscuros largos rasgados, estaba muy juvenil y realmente me encantaba verlo así. Aun con lo que paso anoche me transmitía una calma que había echado muchísimo de menos.
Escapé de entre las sábanas dejando mis piernas desnudas, gateé hasta los pies de la cama para coger la camiseta de tirantes negra con la espalda rasgada que eligió Raynard de entre toda mi ropa, los vaqueros eran cortos y de color claro. Volví la cabeza hacía el hombre que estaba sentado a penas a menos de un metro de mí, le pillé observándome de aquella manera tan particular que solía hacer. Tragué despacio sintiendo mi vientre bajo arremolinarse con fuerza, me chupé el labio inferior sonrojándome por completo.
Me levante de la cama agarrando la ropa y las zapatillas, imitó mi acción cortándome el paso hacia el cuarto del baño. Aprete las prendas con fuerza sobre mi pecho intentando controlar mi respiración, lo que Raynard conseguía provocarme sin decir si quiera una palabra no lo consiguió nadie. La necesidad primaria de lanzarme sobre tu duro y enorme cuerpo era tan primitiva que me asustaba. No es que nunca hubiéramos hecho nada, porque no era así, pero después de estar nueve meses separados me sentía nerviosa, no sabía cómo reaccionar.
Cerré la puerta tras mi espalda dejando caer todo al suelo. Me apoye en ella mordiéndome el labio inferior sonriendo como una estúpida enamorada. Estaba enamorada de Diablo desde hacía mucho tiempo, quizás desde antes de lo que pensaba o quizás no, pero el sentimiento lo tenía claro.
(…)
Llegábamos tarde, habíamos decidido ir andando. Pese a que ambas casas estaban en la misma finca, está tenia muchos, MUCHOS metros cuadrados. A paso relajado como íbamos nosotros se tardaba unos ocho minutos aproximadamente en llegar. Lo cierto es que el tiempo hoy era caluroso, pero a esta hora de la mañana se estaba perfecto. Respiré hondo llenando mis pulmones son una pequeña sonrisa en la cara. Podía escuchar los pájaros cantar y nada de ruido de ciudad, y eso era un total privilegio.
Raynard caminaba con seguridad y tan relajado que era digno de admirar su presencia, imponía e intimidaba, era grande y musculoso, sus facciones se marcaban con fuerza y su mirada… esa dichosa mirada que me derrotaba cada vez que me la clavaba.
Ósea, que ella e Igor al final se fueron a hacer cosas de mayores. Estaba claro que mi amiga vendría a contarme todos los detalles de aquel encuentro y yo, para que mentir, estaría encantada de escucharla. Solo, con todo mi corazón, esperaba que ella estuviese bien y por fin estuviesen juntos, me dolía en el alma verla llorar.