DAVINA
Los días seguían pasando, el reloj no paraba de dar vueltas y el tiempo no se detenía. Cinco días después de que mi amiga y su marido se fueran de viaje de novios me encontraba en la cocina de la casa de Raynard charlando con Molly. Desde aquella noche que dormí con él me preguntó si quería venirme a su casa hasta que nos fuéramos a Alemania. No me sentía lista para dormir en la misma habitación con él conscientemente, así que volví a mi antigua habitación trasladando todo lo que tenía en casa de Jakob. Ayer me dedique a empacar, de nuevo, todo pues hoy a primera hora de la mañana habían salido la mayor parte de nuestras pertenencias de camino a nuestro nuevo hogar.
Hogar, sí.
Me seria raro tener que acostumbrarme a vivir en un país que no era el mío, pero mucho mas entender a la gente. Solo rezaba y deseaba que supiesen hablar mi idioma, porque de verdad que intente aprender alemán con Molly durante los meses que estuvimos en Japón, pero soy nefasta para eso. Aprendí alguna que otra frase básica, palabras que podrían sacarme de un apuro, pero ya no hablemos del acento porque eso si que era tiempo perdido.
Molly mordió la zanahoria que se estaba comiendo mientras me contaba su aventura con Igor. No me contó casi nada hasta hoy, pues se había dedicado a acostarse con el alemán cuando él tenia ratos libres. Sonreí por la felicidad que irradiaba, me alegraba por ella, y sobre todo por saber que Igor ha entendido que ni Raynard ni Jakob se iban a interponer en el amor que siente por la rubia.
Estábamos sentadas alrededor de la isla de la cocina.
El rostro de la rubia se torno completamente rojo de la vergüenza que quizás estaba sintiendo. Afirmo con la cabeza cogiendo otro trocito de zanahoria, aunque esta vez comenzó a golpear otros trozos con la que mantenía en la mano.
Podía parecer que lo que estaba diciendo sonaba demasiado duro, pero era así. Molly se acostaba con Kaito porque tenían química, se gustaban. Sin embargo, el corazón de mi amiga siempre perteneció a una sola persona, y sinceramente, ella le advirtió desde un principio de sus sentimientos.
Era solo sexo.
No me gustaba que sintiesen pena por mí, no lo necesitaba. Llevaba cinco días durmiendo a una puerta de distancia de la habitación del maldito alemán. No dormía bien, quería tomar el impulso de meterme en su cama, aunque no tenía la suficiente fuerza de voluntad para hacerlo. Y luego estaban mis pesadillas, las cuales estos días han sido muy suaves y a penas me he levantado hiperventilando, llorando o con un pequeño ataque de ansiedad.
Molly comenzó a escribir algo a gran velocidad en su móvil, una pequeña sonrisa se le escapó y eso provoco que rodase los ojos divertida.
RAYNARD: Llegaré tarde.
Gesticule disgustada por la sequedad de su mensaje, aunque no sabía que esperaba.
DAVINA: Vale ¿todo bien?
RAYNARD: Si, un pequeño problema con quien sustituye la zona que antes era de Caníbal.
Un escalofrío me recorrió por completo el cuerpo. Ese malnacido esperaba que estuviese sufriendo en el infierno.
DAVINA: Ten cuidado.
Espere ansiosa a que me contestase, inconscientemente mire la hora de mi móvil. Eran las once menos veinte de la noche, ni si quiera cenaría aquí. Aunque Molly y yo ya lo habíamos hecho.
RAYNARD: Siempre lo tengo hübsch.
No pude evitar sonreír con disimuló. Raynard tenia un ego tan grande que ni si quiera en su estúpida mansión cabía. Suspiré levantándome de la silla viendo que Molly ya había guardado los platos en el lavavajillas.
Comencé a reírme junto con ella viendo como subía y bajaba las cejas. Mi amiga no tenia remedio en ninguno de los sentidos, aunque para ser sinceros, me encantaba como era y no alcanzaba ningún tipo de necesidad de cambiarla.
(…)
Estaba caminando por un estrecho pasillo, cada vez que intentaba abrir una de las puerta que había a ambos lados ninguna daba pie a abrirse. Resignada seguí andando con la esperanza de encontrar algo o a alguien, sin embargo, hubiese deseado no hacerlo.