El Ángel del Infierno.

- DIECISIETE -

DAVINA

No podía quedar mucho para llegar a Alemania, la pastilla para dormir me había hecho menos efecto de lo esperado y hacia una hora que me desperté algo desorientada. Suspiré mirando por la ventana, lo cierto es que era algo realmente increíble ver desde lo alto el mundo que nos rodeaba.

Después de que Igor viniese a buscarnos con una escuadrilla de guardias de seguridad y encargarse de deshacerse de los cuerpo, nos llevaron a casa para curar nuestras heridas. Tuve una pequeña discusión con Raynard porque no quería ponerse el cabestrillo que el médico, amigo de Kaito, le dijo que debía llevar durante al menos diez días. El muy cabezón se negaba, pero a pesar de que la bala no hubiese hecho ningún estropicio en su brazo un maldito trozo de metal le perforó el hombro. Me moví incómoda sintiendo un tirón en mi abdomen donde tenía unos cuantos puntos debido al corte que llevaba.

En aquel momento Raynard no estaba a mi lado, aunque algo me decía que estaba en la parte trasera del avión hablando por teléfono con Jakob. Aria me llamo muy preocupada y alterada ayer por la noche después de enterarse de lo sucedido, y lo que menos necesitaba mi amiga en su situación era estresarse. La tranquilice lo mejor que pude prometiéndole que cuando volviese de su viaje de novios tendríamos un día de chicas para nosotras solas, sus sollozos me indicaban que lo necesitaba con desesperación.

  • Toma. – La gruesa voz de Igor llamo mi atención.

Se había levantado del asiento donde Molly permanecia a su lado durmiendo, estaba orgullosa del grandullón, ya no quería ocultar más lo que tenía con aquella rubia loca que era mi amiga.

  • Gracias Igor. – Agarré el botellín con zumo de naranja, además de una pastilla para el dolor del abdomen. – Ya no me acordaba.
  • Molly me dijo que si ella estaba dormida debía dártela yo, más bien me lo ordeno. – Negó rascándose la cabeza rapada, inconscientemente mire a mi amiga durmiendo.
  • Cuídala, ¿vale? – Este se sentó enfrente mío apoyando sus codos en sus rodillas. – Ella es increíble.

Igor sonrió mirándose las manos que las había juntado una a la otra. Su mirada reflejaba muchas cosas, mientras esperaba a que respondiese me tome la medicación con el zumo de naranja. Me encantaba el zumo, de verdad.

  • Todos los días me arrepiento de haberle hecho tanto daño con mis decisiones. – Le dedique una pequeña sonrisa.

Me incliné hacia él agarrándole sus manos.

  • Ambos os hicisteis daño en el pasado, pero mira… - Le señale con la cabeza hacia mi amiga. – aquí estáis los dos, lo importante es que sigáis adelante y os sepáis querer de la forma correcta.

Este asintió agarrándome las manos de igual manera.

  • Gracias Davina, daría mi vida por la de Molly. – No pude evitar esbozar una sonrisa mayor.
  • Estoy segura de que darías la vida por mucha más gente, Igor. – Este me miro con asombro. – Así eres tú.
  • ¿Desde cuando eres tan sabia? – Rodé los ojos dejándome caer de nuevo en el asiento.
  • Vete con tu chica. – Le dije divertida.

Me sonrió de vuelta antes de levantarse y andar unos pocos metros hasta donde seguía Molly durmiendo como un tronco. Ella no necesitaba una maldita pastilla para caer inconsciente en esta dichosa lata con alas.

Estire mis hombros hacia abajo sintiendo lo entumecidos que los tenia, totalmente en tensión. Me era muy complicado relajarme, mi cabeza no paraba de dar vueltas, de pensar, de analizar… Era demasiada información de golpe y la mayoría de las veces me sentía agotada mentalmente. Aunque para ser sincera, ayer cuando se hizo de noche le pedí a Raynard dormir con él, necesitaba tanto acurrucarme sobre él y sentirme a salvo durante al menos unas horas que casi sonó a suplica. Me metí entre sus sabanas sintiendo el calor que emanaba hacia mí, en cuestión de minutos caí dormida profundamente, mi cabeza desconecto por completo y pude descansar como hacía mucho tiempo no conseguía.

El Diablo era mi claro en mitad de la tormenta, irónico, ¿verdad?

  • Hübsch, estas despiertan. – Alce la mirada observando a un rubio con un cabestrillo sentarse a mi lado. – Estaba hablando con Jakob por videollamada, se nos ha alargado la reunión demasiado. – Negué restándole importancia.
  • No importa, Igor me dio a medicación. – Este me sonrió cuando le enseñe el zumo. - ¿Todo bien? – Se rasco la nuca pidiendo con la mano buena un zumo igual que el mío.
  • En dos días vuelven a Alemania. – Arrugué la nariz, aun les quedaban días del viaje de novios. – En cierto modo es lo mejor, además de que aquí estarán más seguros.
  • Pobrecillos… - Hice una mueca con los labios. – Se merecen ese viaje más que nadie.
  • Lo sé. – Agarró el zumo. – Gracias. – Apreté los labios cuando le escuché agradecerle al tripulante de vuelo.

Recuerdo aquel día que le dije que no debía de ser tan seco y borde con aquella gente que no se merecía eso.

  • ¿Qué? – Una de las comisuras de sus labios se curvo.
  • Nada. – Me encogí de hombros divertida.

Señores pasajeros, el avión esta ha diez minutos de toma. Abróchense los cinturones.

Me mordí el labio inferior abrochándome con rapidez el cinturón. Respiré hondo intentando no alterarme, me encantaba las montañas rusas pero los aterrizajes no. Ayude a Raynard abrocharse mientras le escuchaba decir palabras en su idioma, probablemente palabrotas. Rodé los ojos de nuevo.

  • Odio el cabestrillo. – Bufé pasándome un mechón tras la oreja.
  • Tienes que llevarlo, en nueve días te lo quitas. – Este gruño y dijo algo más en alemán. – Oye, dilo en mi idioma. – Aprete los labios frunciendo el ceño.
  • Estoy diciendo que esto es una puta mierda. – Automáticamente solté una pequeña risa, me encantaba su maldito acento, joder.
  • Ya te quedan menos días, debes recuperarte. – Este frunció el ceño dejando la botellita en el reposa bebidas que llevaba el brazo de su asiento.




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