El Ángel del Infierno.

-VEINTITRÉS-

DAVINA

Mis mejillas estaban ardiendo desde el momento que Raynard me propuso meternos juntos en el jacuzzi.

Desnudos.

Suspiré temblorosamente, me giré para que no fuese consciente de mi reacción. Había soñado con algo así miles de veces en Japón, pero ahora que me lo estaba ofreciendo me sentía una estúpida por reaccionar con tanto nerviosismo.

Una vez desnuda giré sobre mis talones encontrando a Raynard en su máximo esplendor de desnudez, inevitablemente mis ojos fueron a su miembro y cuando volví a mirarle a la cara tenía esa típica sonrisa ladeada suya.

Egocéntrico.

Me ofreció una mano para entrar al jacuzzi, sin dudarlo la cogí metiéndome en el. El agua estaba calentita, perfecta para un baño de burbujas. Me senté sin dejar de mirarle, quedando uno en frente de otro en total silencio, únicamente se escuchaba el burbujeo constante que hacía al expulsar el aire sobre el agua. Me mordí el labio inferior mirando a mi alrededor.

  • Davina. – Volví a mirarle de inmediato. - ¿Desde cuando tienes el tatuaje de las lumbares? – Baje la mirada pensativa.
  • Me lo hice en Japón. – Me encogí de hombros volviéndole a mirar. – Decidí hacerme el pequeño dragón japones una noche en la que las pesadillas me aterrorizaron demasiado.

Raynard me miro con demasiada seriedad, sus ojos eran dos enormes tormentas mientras su mandíbula se apretaba con fuerza.

  • Kaito me hablo del dragón japones y lo que significaba, así que a la mañana siguiente le pedí que me llevase a hacerme un tatuaje. – Hice una mueca jugando con el agua. – En la mitología japonesa se pueden sacar conclusiones positivas incluso de los dragones más feroces. – Este suavizo la mirada. – Eso me dijo Kaito, y me pareció un buen tatuaje. – Sonreí un poco. – Me sentí algo identificada.
  • A mí me gusta tu ferocidad. – Mis mejillas volvieron a explosionar por su confesión.

¿Por qué me soltaba aquellas cosas?

  • Y eso es muy positivo. – El tono de su voz ronca sonó llena de oscuridad y excitación.
  • ¿Ah sí? – Tragué duro sin saber que responder.
  • Así es hübsch.

Mi respiración comenzó a acelerarse, pues Diablo se fue acercando a mi hasta quedar en frente. Abrió mis piernas con delicadeza y se quedó de rodillas sin dejar de mirarme a los ojos, con sus manos aun en mis pantorrillas.

  • Tengo que reconocer que me aterraba que fuera demasiado para ti. – Susurró mientras con una se sus manos acariciaban mi muslo.

Empezó un recorrido por mi abdomen, rodeando mi pecho hasta pellizcarme un pezón provocándome un quejido de placer.

  • Pero resultó ser tremendamente excitante verte en esa faceta tan salvaje. – Acercó sus labios a mi oreja, chupándome el cuello.

Solté un gemido de excitación, mi parte baje estaba palpitando con tal fuerza que hasta dolía. Aunque el siguiente gemido que solté por la boca fue porque su otra mano empezó a hacer círculos en mi clítoris.

Diablo iba a llevarme al mismísimo infierno.

  • Raynard… - Jadeé excitada.

Cogió mi barbillas con su otra mano obligándome a mirarle a los ojos.

  • ¿Pero sabes lo que más loco me vuelve? – Negué gimiendo, uno de sus dedo entro dentro de mi haciéndome soltar un pequeño grito. – Es verte derretirte ante mí. – Mis ojos se oscurecieron.
  • Eres…un engreído. – Solté un gemido más alto pues introdujo dos dedos de formas más ruda.
  • Oh… hübsch. – Sus labios fueron a mi cuello, y yo perdí la cordura del todo.

Mis manos que estaban agarradas con fuerza sobre el asiento del jacuzzi fueron a su espalda para pegarlo más a mi cuerpo. Necesitaba sentirle al completo, había añorado tanto el contacto físico de Raynard que no iba a salir servida nunca, él era mi droga favorita.

Lleve una mano a su miembro caliente y palpitante provocando que gimiese.

  • Esto es para ti. – A penas se podía diferenciar el iris de sus ojos, pues sus pupilas estaban tan dilatadas como las de un depredador.
  • Es para los dos. – Replique moviendo con más rapidez mi mano, aprovechando para acariciar con el dedo gordo la punta.

Gruño lanzándose a mis labios.

(…)

Después de la sesión de sexo en el jacuzzi me saco en brazos para un segundo asalto llevándonos a ambos de nuevo al orgasmo, ¡al maldito mejor orgasmo!

Joder.

Estábamos tumbados en la cama mirando hacia el techo, yo apoyada en su pecho y su brazo sobre mis hombros mientras su mano acariciaba mi piel con delicadeza.

  • No creas que he tenido suficiente. – Le dije provocando que soltase una carcajada profunda que me hacia vibrar.

De esas que tan pocas veces se escuchaba salir de Raynard.

  • Nunca tendré suficiente de ti, hübsch. – Mi corazón se estrujo, no si se él fue consciente de la cosa tan bonita que me dijo.

Gire sobre mi cuerpo apoyando mis manos sobre su pecho, le miré con una enorme sonrisa y le bese. Sus manos comenzaron a acariciar mi cintura y el tono de aquel beso se tornaba mucho más caliente cuando aporrearon la puerta.

  • ¡Davina! Se supone que debías llamar a mi puerta hace diez minutos. – Me separé abriendo los ojos de par en par.
  • ¡Ya voy! – Alcé la voz hacia Aria mientras me fui a incorporar, sin embargo, Raynard me agarro de las muñecas uniéndome a él. – Ray… tengo que vestirme, Aria me va a matar. – Susurré riéndome por su puchero. – Luego más… - Le prometí.
  • Está bien…. – Me dio un sensual beso y me soltó.

Ambos comenzamos a vestirnos con rapidez. Mi vestido debía de estar en la habitación de Molly, así que me puse unos vaqueros y una camiseta básica junto con unas convers blancas. Llevaba el pelo algo húmedo y despeinado, así que me hice una coleta alta agarrando el móvil de la mesilla. Le di un rápido beso a Raynard riéndome de nuevo porque no me soltaba, el tan solo llevaba unos vaqueros y una camiseta blanca abierta.

  • Diablo… - Me queje con gracia, escuchando a mi amiga decirle algo a su marido.
  • Está bien. – Rodo los ojos dejándome un casto beso.




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