El Ángel del Infierno.

-VEINTICINCO-

DAVINA

Cuando volvimos del baño estaban los chicos hablando con su grupito de mafiosos. Juntos podrían ser la nueva boy band de moda. Solo con imaginármelos en un escenario me entraba la risa. Raynard paso su mano por mi cintura mientras hablaban de los ligues de Emilio, mire de reojo a Aria que soltó una enorme carcajada por la barbaridad que debía de haber soltado el argentino por la boca y yo no me había enterado de nada por estar metida profundamente en mis pensamientos.

Con demasiada rapidez la mano de mi amiga fue a mi muñeca, le mire confusa por su brusca acción. Sus ojos me miraban suplicantes.

  • Necesito que me acompañes a la habitación. – Arrugué la nariz sin entender que le pasaba. – Por favor…- Suplicó.
  • Si, claro. – Me gire a Ray que me miraba con una hipnotizante sonrisa. – Ahora volvemos, Aria necesita ir a su habitación. – Me dio un suave beso.

Aria me arrastró por las escaleras que daban al salón de baile o banquete, como quisieran llamarlo. Justo antes de subir un camarero nos paró.

  • ¿Todo bien? – Le miré unos segundos quitándole del medio.
  • Todo perfecto, si nos disculpas. – Subí agarrando el brazo de mi amiga firmemente.

Cuando llegamos arriba nos metimos por el segundo pasillo a la derecha del inicio de la escalera. Caminamos apresuradamente hasta llegar a su habitación que abrió con una llave personal, pues cada mafioso tenía una habitación asignada.

Cuando entramos sus ojos estaban cristalizados, y si yo no entendía nada antes ahora lo hacía menos. Me acerqué preocupada abrazándola, apoyé mi barbilla en su coronilla antes de hablar.

  • ¿Qué pasa Aria? – Esta soltó un pequeño sollozo.
  • Me he hecho un poco de pis encima… - Hipo.

Abrí los ojos poniendo mis manos sobre sus hombros para poder mirarla fijamente.

  • Pero… si acabamos de ir al baño, y…
  • ¡Pero estoy embarazada! Y me hago pis a todas horas. – Aprete los labios evitando reírme. - ¡No te rías de mí! – Soltó un nuevo sollozo. – Odio las hormonas y odio que Emilio me haya hecho reír.

Solté de poco en poco el aire en mis pulmones para no reírme, la miré con la expresión más cariñosa que pude.

  • No pasa nada Ari. – Esta parpadeo alejando las lágrimas. – Venga, vamos a ver cuanto has manchado. – Asintió limpiándose la cara.

Le ayude a subirse el estrecho vestido, al final solo había manchado un poquito su ropa interior, así que le ayude a lavarse y a ponerse unas bragas nuevas. Ambas soltábamos de vez en cuando alguna carcajada por la situaciones, pero ¿y qué? Éramos amigas desde que teníamos memoria, para mi ella era mi alma gemela e íbamos a estar en las buenas, en las malas, y sin duda, en las peores.

Siempre.

  • Gracias Davi. – Le di un beso en la mejilla quitándole importancia.
  • No las des, no es que nunca nos hayamos visto desnudas. – Rodó los ojos con una enorme sonrisa. – Además, espero que cuando me pase a mi me limpies mis partes igual de bien. – Me dio un codazo a la vez que soltábamos a la vez una carcajada.
  • Eso es verdad. – Sonreí de vuelta agachándome para ponerle los tacones que se había quitado para ducharse. – Abróchamelos no muy apretados, se me hinchan los pies.
  • Vale guapa. – Le saque la lengua.

Una vez ella lista de nuevo se echó perfume y lo metió en su carterita de mano. Yo decidí dejar todo en mi habitación para no llevarlo encima, no pensaba alejarme de Raynard en ningún momento y a cualquier sitio iba a ir acompañada, por seguridad.

Llamarón a la puerta justo cuando Aria se estaba echando una chaquetilla a juego con su vestido sobre los hombros, mi mirada fue hacia mi amiga y luego al trozo de madera que volvió a resonar. Los vellos de mi nuca se erizaron por completo y un malestar momentáneo me apretujo el estómago.

  • Abro yo, tu quédate ahí. – Susurré.
  • Davina no creo que… - Le miré con seriedad haciendo que se callase. – Vale… - Susurro de vuelta poniendo sus manos sobre su barriga abultada.

Camine hasta la puerta mirando de reojo una daga colgada en la pared.

Muy conveniente.

La escondí tras mis espaldas y gire el pomo abriendo, no del todo, la puerta. El camarero que nos había cortado el paso antes estaba en frente con una sonrisa demasiado radiante y un paño sobre su brazo.

  • ¡Oh! Es el camarero. – Habló Aria.

Sin embargo, algo raro estaba con él, cuando mi amiga intento avanzar le corte el paso. Este saco una pistola provocando que yo me activase por completo. Empuje a mi amiga atrás metiéndola completamente en la habitación. Le di una patada clavándole el tacón en el abdomen haciendo que se golpease con la pared de fuera del pasillo. Cerré la puerta a mis espaldas y me puse en posición de defensa con la daga por delante.

  • ¡Cierra la puerta con llave y las ventanas! – Grite para que Aria me escuchase.

Este miro la pistola que estaba en el suelo, de mi golpe la había perdido.

  • Va a ser que no. – Gruñí.

Se lanzo a mi con un golpe demasiado torpe, me agache golpeando y alzando mi mano para cortarle en el abdomen. Eleve el brazo para propinarle un gancho con el codo, gire sobre mi y le di una patada sobre la cabeza, esta vez él fue más rápido que yo, agarro mi tobillo provocando que me golpease contra el suelo. Le di un fuerte golpe en la espinilla escuchando como mi tacón se quedaba clavado sobre su piel. Alce el cuerpo del suelo clavándole la daga en la ingle, donde el ser humano tenia una de las venas mas vitales para vivir. La sangre me salpicó por completo cuando saqué el filo. Su grito retumbó en mi oídos. Cayó de rodillas, me levante, no sin antes quitarme los tacones dejando uno de ellos clavado en su gemelo. Me miro desde abajo y sin pensármelo le clave la daga en el cráneo. La saque de ahí bruscamente cuando unos pasos a mi espalda llamaron mi atención.

  • Berk! – El segundo hombre vestido de camarero grito el nombre del cuerpo que había a mis espaldas. – Lo has matado… pedazo de zorra. – Escupió al suelo, ladee la cabeza con una sonrisa macabra.




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