El Ángel del Infierno.

-VEINTISEIS-

DAVINA

Estaba en el coche de vuelta a casa con Raynard a mi lado, podía ver como por sus atormentados ojos circulaban miles de teorías, preguntándose como había pasado esto de nuevo. Aunque algo dentro de mí me decía que hasta que no acabásemos con Lynx y su maldita mafia seguirían pasando cosas como estas. Eran unas cucarachas que se metían en cualquier alcantarilla para llegar a cualquier lado. Mi amiga estaba en un peligro brutal, y, por ende, todos los que la rodeábamos también lo estábamos. Sabía que los pensamientos que Raynard estaba teniendo iban por ahí, por mi seguridad, por la necesidad de protegerme.

  • Ray. – Le llamé apretándole la mano con suavidad. - ¿Estás bien?

Giró la cabeza pestañeando un par de veces. Se acercó a darme un suave beso en los labios que me tomo totalmente por sorpresa. Cuando nos separamos negó con la cabeza con una extraña y triste sonrisa.

  • Eso debería preguntártelo yo a ti. – Me mordí el labio inferior antes de contestar.
  • Oye, anoche te dije que estaba bien. – Me encogí de hombros con la esperanza de quitarle importancia. – No sucedió nada. – Este soltó un bufido.
  • Pero podría haber pasado algo. A quien quieren con vida es a Aria, no a ti.

El tono de su voz me mostro lo que ya me imaginaba, estaba aterrado de perderme, de que me pasase algo. Pero yo también lo estaba, me asustaba muchísimo que le hicieran algo a él, que cada vez que se iba con Jakob a hacer negocios o a “resolver asuntos” no volviese.

  • Ray… - Le susurré con una pequeña sonrisa.
  • Hübsch… - Suspiró dejando un beso en la mano que teníamos entrelazada. – No me pidas que no me preocupe. – Negué sin quitar la sonrisa del rostro.

La voz de Igor, que iba conduciendo con Molly de copiloto, se hizo presente cuando bajo la ventanilla que nos separaba de ellos.

  • Jefe, estamos en la villa ya.

Habíamos atravesado los enormes portones que protegían la enorme villa familiar en la que ahora vivía. ¿Quién podía imaginar que habría varios chalets enormes esparcidos por ella? Viviamos todos juntos pero separados. El teléfono de Raynard vibro y de inmediato lo cogió para mirar lo que mandaron. Frunció el ceño exageradamente.

  • Nein, nein… (No, no…) – No sabia alemán, pero esa palabra la conocía.
  • ¿Qué pasa? – Le pregunte confusa.
  • ¿No se da cuenta del peligro constante en el que esta? - Murmuró bastante cabreado.

Miré al frente viendo que Molly nos miraba sin entender lo que pasaba, me encogí de hombros dándole a entender que yo no tenía ni idea.

  • Ray… - Este me miró con el ceño fruncido. – Oye, a mi no me mires así. No he hecho nada. - Proteste por su borde mirada.

Rodó los ojos enseñándome la pantalla del móvil. Alcé las cejas al leer el mensaje que le había mandado Jakob a mi chico. Ahora entendía porque se cabreó al ver el teléfono.

  • Igor, ¿puedes llevarnos a casa de Jakob y Aria? – Le pregunté educadamente.
  • Claro jefa. – Arrugue la nariz divertida.
  • ¿Jefa? – Este soltó una carcajada.

Observé de reojo a Diablo quien tenía media sonrisa.

  • Si. – Me miró por el retrovisor. – Usted se ha ganado ese título.

Fui a abrir la boca para decir algo, pero no sabía que decir. ¿Me había ganado el título? ¿Cómo?

  • ¿A Aria le llamas así también? – Este asintió como si fuera lo más obvio.
  • Bueno, lo intentamos yo y los chicos. Pero nos dijo que como le volviésemos a llamar así dormiríamos en un establo todos junto. – Alcé una ceja sorprendida. – Así que la llamamos señora o Aria. – Se encogió de hombros aparcando el coche en el porche principal de la casa de mis amigos.
  • Oh…bueno. Llámame Davina. – Este se giro cuando puso el freno de mano y me miro con una sonrisa.
  • Vale Davina, aunque los chicos le van a llamar jefa. – Sorprendida mire a Ray quien me dio un beso rápido antes de salir del coche.

Baje yo también algo conmocionada por la novedad, tenia que hablar con Aria.

(…)

RAYNARD

Escuchaba a Davina discutir con Aria desde el salón de la casa de mi amigo, que estaba patas arriba con la mudanza de Walt y Sofie a la pequeña casita que se habían construido a unos metros. Era raro escucharlas discutir entre ellas, no las había visto así nunca. Davina le estaba diciendo que no podía salir de la finca, al menos durante unos días, para ver las malditas cunas y decoración para su futuro hijo.

Jakob estaba sentado en el sofá en frente del sillón en el que yo me había acomodado, mi amigo estaba cansado, tenía unas ojeras terribles y la cara descompuesta. La falta de seguridad, el constante peligro que estaba sometida su mujer, y, además, el de su hijo no lo estaba llevando demasiado bien.

Se escucharon unos pasos acercarse, Aria furiosa se plantó en frente con el ceño fruncido hacia su marido.

  • ¡Vale! – Soplo cogiendo una chaqueta que estaba apoyada en el respaldo del sofá. – Estaré recluida aquí.
  • No estas recluida, ¡vives en una maldita villa de miles de hectáreas! – Le grito Davina cruzándose de brazos desde el marco que conectaba la cocina con el salón.

Yo me mantenía en silencio completamente, era mejor no meterme porque ambas chicas estaban soltando humo por sus cabezas.

  • ¡No es lo mismo! – Le grito de vuelta.
  • ¡Es por tu seguridad, joder! – Podría ver como mi chica estaba empezando a perder la paciencia.

Jakob me miró y yo le miré a él, con una simple mirada y un movimiento de cabeza nos levantamos para ponernos más cerca de ellas. No se iban a pegar ni mucho menos, pero ambos sabíamos que ellas dos no debían estar enfadadas entre ellas demasiado tiempo, es algo que no llevarían para nada bien.




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