El Ángel en la Casa

Capítulo 10

Amanda apretó el paso para bajar las escaleras. Estaba impaciente por contarle sus planes a Callum. Él adoraría la idea del viaje y lo dejaría elegir entre España e Italia, tras explicarle las joyas que, en el pasado, ella había encontrado en cada país.

            Al salir al jardín por la puerta trasera no logró verlos. Por supuesto, su hermana y Callum no utilizarían la parte pública del jardín ahora que podían conversar sin descanso. Amanda no pudo evitar sentirse un tanto celosa ante la idea de que, después de la votación, Callum podría relacionarse con cualquier otra persona, y ella dejaría de ser especial e importante para él. Sería libre para escoger a otra muchacha con la que pasar su tiempo.

             Una sensación desagradable llenó su estómago,  pero luchó por deshacerse de ella mientras caminaba hacia los establos. Callum merecía poseer su propia libertad y decidir qué hacer con el resto de su vida, y ella aceptaría su decisión de marcharse aun a costas de su propio corazón. Pues tenerlo a su lado como su siervo, sabiéndolo forzado, le daba una desagradable sensación de no ser realmente amada.

            Cruzó la puerta del establo y escuchó las voces. Sonrió para sí misma, orgullosa de haber deducido donde los encontraría. Poseía aquella vaga vocecilla en su interior, alimentada por orgullo, que le hace a uno ser consciente de su propia inteligencia. Y siempre lo había sido, desde pequeña su cerebro había demostrado enfrentarse con facilidad a todas las lecciones de la escuela, y su dialecto infantil, le había arrancado una sonrisa de admiración a los adultos en millares de ocasiones. Había crecido escuchando una y otra vez "eres una niña muy inteligente" y sus calificaciones de la escuela a menudo, habían llegado a casa acompañadas por notas de las profesoras en las que se decía que excedía el nivel de su edad. Sin embargo, nunca se había enorgullecido tanto de que se lo señalaran como la tarde anterior.

            La muchacha sonrió, recordando la escena, mientras acariciaba a Fuego Fatuo, uno de sus caballos.

            ―Amanda, mira lo que hemos encontrado ―chilló la vocecilla de su hermana al verla.

            Callum y Cassandra estaban inclinados sobre el suelo y observaban una herradura de caballo.

            ―Le he dicho a Callum que dan suerte y él me la ha regalado ―volvió a chillar su hermana incapaz de esperar a que los alcanzara.

            Su ojos se cruzaron con los del muchacho que le dedicó una tierna sonrisa y su corazón de encogió de forma deliciosa, al igual que su estómago.

            En ese momento la puerta del otro lado de las cuadras, se abrió y dos fornidos sirvientes que Amanda nunca había visto irrumpieron por esta. Para agarrar a Callum de los brazos e izarlo.

            Cassandra chilló y Amanda se quedó paralizada.

            Los hombres arrastraron a Callum hacia el exterior y ella corrió hacia ellos mientras les ordenaba que lo soltaran, pero estaba demasiado lejos como para que ellos la tomaran en cuenta y en un segundo habían desaparecido hacia el exterior.

            Amanda y Cassandra salieron tras ellos y se encontró con su madre y las mujeres que la habían interrogado el día anterior, y los siervos de estas.

            ―Mama, diles que lo suelten ―gritó Amanda, intentando forcejear con uno de ellos. Pero era inútil pues era como intentar mover un brazo de acero. Callum estaba paralizado fingiendo su papel de siervo sin voluntad.

            Mary se acercó a ellos y sacó algo de uno de los oídos de cada uno. Era una especie de tapón, para evitar que escucharan las órdenes de Amanda.

            ―Llevároslo ―ordenó la mujer, y una de las mujeres les comunicó la orden en el lenguaje de signos a los dos siervos.

            ―¿Qué? ―le gritó a su madre enloquecida, y entonces se volvió hacia los tres hombres que se estaban alejando de ellas hacia la casa.

            ―¡Callum lucha. Libérate! ―gritó, fingiendo darle una orden.

            El muchacho comenzó a forcejear de inmediato y tras liberar uno de sus brazos, le asestó un golpe el otro hombre que cayó redondo de espaldas.

            ―Aron, Henry, Thomas aprésenlo. Aten sus manos ―ordenó una de las mujeres, produciendo que el resto de siervos se abalanzaran sobre Callum hasta lograr retenerlo.




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