Era un dia cómo cualquier otro en el Reino de la Codicia, Salomón, Señor del lugar, pasaba el tiempo cumpliendo con sus obligaciones permanentemente.
De los siete diablos era el más obediente de todos, incluso más que Loxur en algunos aspectos, no se metía en conflictos y hacia la voluntad de su Padre siempre que este lo requería, y si había algo que Satanás exigía de sus hijos era descendencia.
Hasta ese momento Salomón no había incurrido en el tema de buscar una esposa oficial, sólo disfrutaba de compañías casuales, pero cuando su Padre tocó el asunto, él no objeto en aceptar sus sugerencias, así que ese día se encontraba en su sala personal cuando el sirviente principal tocó la puerta.
- Adelante Mirten - dijo el Diablo.
- Señor Salomón aquí he traído la lista de candidatas que los consejeros de su Padre sugirieron cómo esposas para usted - comentó mientras dejaba las hojas sobre el escritorio.
- Ya veo.
- Todas provienen del linaje de los clanes más importantes de este Reino.
En ese momento entró a la sala Kalir, ya le era costumbre a veces pasar tiempo con Salomón.
- ¡Hola! - saludó con su siempre enérgica sonrisa.
- Bienvenido Señor Kalir, bueno Señor Salomón considere las propuestas y en caso de decidirse por alguna o algunas de las candidatas hagamelo saber para consensuar una cita u encuentro.
- Entendido Mirten, puedes retirarte.
- Sí Señor - dijo por ultimo el sirviente y se retiró.
-¿Qué es esto? - preguntó Kalir tomando asiento en la silla de compañía mientras sacaba una de las hojas - Vaya ¿candidatas a esposas para ti?, veo que por fin te decidiste a ser una esposo ejemplar como yo - aseguró con una enorme sonrisa.
Salomón lo miró de reojo y mientras seguía con otros papeles respondió - ¿Esposo ejemplar tú? No me hagas reír... lo único que tienes de ejemplar es tu mujer y sólo es mérito de ella.
- ¡Ja, ja, ja! Es verdad, Firinea es perfecta, la mejor de todas.
- No sé como te soporta con lo problemático que eres, tal vez debería hacerle una visita y preguntarle si no le gustaría cambiar de Diablo... - deslizó audaz.
Kalir rápidamente frunció el ceño - ¡Tienes prohibido acercarte a mi mujer! - exclamó señalandolo con el dedo.
- Sigues siendo tan estúpidamente celoso, nunca nos dejaste acercarnos a Firinea, ni siquiera cuando eramos niños.
- Eso es porque los conozco a todos ustedes malditos Diablos depravados - respondió cruzando los brazos.
- ¿Depravados? ¿Lo dices porque todos hemos tenido experiencias con más de una mujer?... No es nuestra culpa que la unica en tu vida haya sido Firinea - comentó algo indiferente.
- Ese no es tu problema, no necesito a nadie más, Firinea y yo estamos bien así como estamos.
- ¿Bien dices? Si viniste aquí es porque estás huyendo del llanto de tu mujer de nuevo, ya me sé de memoria todos tus dramas...
Kalir se mantuvo en silencio con la mirada desviada y Salomón continuó
- Dejame adivinar, otra vez discutieron por los hijos...
- Ahhh! Ya callate, no es asunto tuyo - dijo revolviendose el cabello.
- ¿Hasta cuando vas a negarte a darle un hijo a tu pobre esposa? Vas a lograr que se harte de ti...
- No entiendo porque tanta prisa, la pasamos bien siendo nosotros dos por ahora.
- ¿Prisa? Ya hace años que están casados y aun no te decides, así no eres ejemplo para nadie...
- Que no me haya decidido a tener un hijo no quiere decir que no sea un buen esposo.
- Sabes que el único interés que tiene nuestro Padre sobre los matrimonios es que tengamos descendencia, hasta Rustem que acaba de cumplir la mayoría de edad está decidido a tener muchos hijos...
- Yo estoy enamorado de mi esposa, nuestra relación no está construída en base a tener hijos sólo porque el viejo lo demanda - dijo refiriéndose a su Padre - ¿Acaso no te importa atarte toda la vida a una mujer que no soportas sólo para tener un hijo de buena estirpe?
- ¿Hablas de amor? Yo no tengo cabeza para eso. Le daré los nietos que quiere y seguiré con mi vida, si no nos llevamos bien da igual, este lugar es lo suficientemente grande como para evitar cruzarnos.
- Eres un piedra, ¿no tienes sentimientos?
- Ya te dije, no me interesa. Estudiaré a las candidatas y eligiré a la mujer más hermosa de este Reino para casarme.
- Bueno ya vi que es imposible sacarte de tu pensamiento, mejor me voy de una vez a hacer lo que tengo que hacer.
- Puedo imaginar que es... si viniste a llevarte flores de mi jardín otra vez para disculparte con tu mujer pídele a Mirten que las tome por ti, no quiero que dejes el lugar hecho un desastre.
Kalir se apenó, se sintió en evidencia - Si pudiese hacerlas crecer en mi propio Palacio te aseguro que no vendría a molestarte por eso, pero son las favoritas de Firinea y sólo crecen aquí...
- ¿Y no sería más fácil que la trajeras a ella aquí? Así las disfruta en persona y dejas de saquear mi jardín cada vez que te peleas con tu esposa.
- Firinea no puede vivir fuera del ambiente de mi Reino, pero además no te daré el gusto de tenerla cerca, ya puedo imaginar que quieres que la traiga para mirarla con esos ojos lujuriosos tuyos.
- Eres un maldito paranoico, ¿lo sabías?
- Piensa lo que quieras, voy a llevarme las flores, te las compensaré con cualquier otra cosa que necesites - dijo ya encarando la puerta.
- Si necesito algo te lo haré saber, pero por última vez Kalir, esa mujer no quiere flores, quiere un hijo.
- Ya callate, gracias por las flores, adiós! - terminó por decir ya marchando por los pasillos.
Salomón dio un pequeño suspiró mientras la puerta se cerraba lentamente generando una leve brisa que voló un par de las hojas que Mirten había dejado en el escritorio.
Las recogió, observó la descripción y retratos de las candidatas, y así un par más.
Sin duda todas eran bonitas, de variadas razas y provenientes de los mejores clanes del Quinto Infierno, pero ante los ojos de Salomón todas se veían exactamente iguales para él, daba lo mismo quien fuese la mujer, sólo lo haría para complacer a su Padre.
Continuó revisando los papeles y en un momento observó por la ventana como Kalir salía sonriente de su jardín con las flores para su esposa, no pudo evitar reflexionar que él nunca había estado en un situación así, jamás le entregó obsequios a ninguna mujer, ni cortejó de alguna forma, después de todo las palabras estaban de más en los encuentros que tenía con diferentes damas.
Una relación de afecto o amor para con alguna era algo completamente desconocido para él, ya sea por su atractivo o posición de Príncipe siempre tenía mujeres dispuestas a hacerle compañía sin siquiera proponerselo, así que el amor era un sentimiento ajeno para Salomón.
A su modo de ver los matrimonios eran oportunidades de afianzar relaciones con otros poderosos demonios, su plan de vida era seguir el ejemplo de su Padre, tomar a las mujeres de los clanes más importantes de su Reino y tener un hijo con cada una, ya que aquella idea había fracasado en Loxur al unirse sentimentalmente sólo a Petra.
Terminó de ver como Kalir partía y no podía evitar preguntarse ¿qué se sentiría amar a alguien?, pero sus hermanos más cercanos, Kalir y Hazar, no eran el mejor ejemplo para tener una idea apropiada del amor, ya que ambos habían demostrado comportamientos estúpidos e irracionales a causa de este, así que si de eso se trataba el amor prefería no sentirlo y apegarse a su plan original.
Cómo no tenía experiencia conviviendo con ninguna mujer decidió que se casaría primero con una sola para acostumbrarse a la idea y luego sí con las otras.
Aquel día no terminó por elegir a ninguna, tenía otras obligaciones por concretar y, aunque todas le daban igual, estaba determinado a que la primera sería sin dudas la mujer más hermosa del Reino.
Así, sin darse cuenta, pasaron dos días desde la entrega de las propuestas y Salomón aún no había respondido las sugerencias
- Señor Salomón, los asesores de su Padre quieren saber si ya se decidió por alguna joven, las familias de estas están esperando una respuesta, ya sea positiva, negativa o que las tendrá en cuenta para posibles esposas en el futuro... - dijo Mirten mientras le servía la cena.
- Vaya... lo olvidé por completo, me sumergí tanto en otros asuntos que perdí la noción del tiempo. Traeme los papeles aquí, los revisare mientras ceno.
- Sí Señor - respondió el sirviente y le acercó una vez más los informes.
Bocado mediante repasaba las hojas, eran en total treinta jovenes de las cuales terminó pre seleccionando diez, solo restaba determinar quien de ellas sería finalmente la elegida.
Observaba una y otra vez aquellas diez hojas, eran sin dudas las jóvenes más bellas y de buena familia de las sugerencias de su Padre, pero no podía terminar de decidirse por una sola, inevitablemente volvieron a su cabeza las palabras de su hermano Kalir cuando le preguntó si no le importaba unirse a una mujer cuya actitud no soportara sólo para tener un hijo.
Aquella pregunta terminó volviéndose una molestia en su cabeza, necesitaba salir un poco de su palacio, despejar la mente.
- Señor Salomón ¿A dónde se dirige?
- Iré al dar un paseo por el Reino, necesito aire para tomar una decisión. Deja las hojas donde están, seguro cuando regrese tendré la respuesta definitiva.
- Sí Señor - dijo por ultimo el sirviente y vio partir al joven Diablo.
Así Salomón caminó por las calles del poblado principal de aquel infierno esperando reflexionar en soledad.
Inevitablemente era reconocido por los demonios pobladores, aunque era joven, su porte y seriedad inspiraban respeto, lo consideraban un buen gobernante.
Mientras cruzaba casualmente unas palabras con un par de demonios ancianos desvió un poco su mirada y alcanzó a apreciar, algo alejado, el pasar de una joven que sin dudas llamó su atención.
Aunque sólo observó su perfil izquierdo le pareció la mujer más hermosa que haya visto hasta ese momento, tenía un largo cabello blanco y lacio, de un particular corte escalonado que trazaba un flequillo sobre su frente, pálida piel y un precioso vestido azul que dejaba al descubierto sutilmente sus hombros. Estaba acompañada de un par de custodios y terminó ingresando al territorio de los demonios de Luna, por su vestimenta y compañía estaba seguro que pertenecía a la estirpe mayor de aquel Clan y fue entonces cuando tomó una clara decisión, quería a esa mujer.
Regresó a su Palacio y nuevamente revisó todos los papeles, pero ella no estaba en ninguno, sólo encontró una candidata que provenía de los demonios de Luna y era nada más y nada menos que la princesa Kaori, hija del líder del Clan y descendiente directa del demonio original, sin embargo ella no era la joven que había visto hace un momento en el pueblo.
Inmediatamente llamó a su sirviente
- Mirten, ven.
- ¿Que desea Señor?
- Acabo de ver una mujer en el pueblo principal, ya lo decidí, quiero que ella sea mi esposa.
- ¿Como dice? - se sorprendió el sirviente al notar cierto entusiasmo en sus palabras - ¿Pero quién es? ¿Acaso no es ninguna de las de aquí? - dijo tocando los papeles.
- No, ella no es ninguna de estas, no sé su nombre, solo la vi pasar, pero estoy seguro que pertenece al Clan de los demonios Luna. Es muy hermosa, elegante, por sus ropas deduzco que es de una de las primeras líneas de sangre, tal vez no sea de la principal pero quizas de una segunda o tercera familia, quiero que me traigan un informe de todas las señoritas de ese Clan, así la encontraré.
- Como usted ordene Señor, sólo le recuerdo que una de sus candidatas es la princesa Kaori, el mejor partido que puede obtener de ese Clan.
- Lo tendré en cuenta, pero has lo que te pedí. Esa mujer es sin dudas las más hermosa que haya visto, tiene que ser mi esposa... - dijo lleno de determinación y el sirviente obedeció.
En los siguientes días Mirten, con ayuda de otros sirvientes, se dedicó a recolectar la información de todas las jovenes demonios de Luna, y cuando finalmente la obtuvo por completo se la entregó a Salomón.
Esforzándose por recordarla en detalle, revisó hoja tras hoja pero aquella joven simplemente no estaba.
- Ella no está aquí Mirten, no es ninguna de estas mujeres... - dijo mientras se recargaba en la silla en su sala personal.
- Lamento oírlo Señor pero le aseguro que son todas las jovenes que pertenecen a las primeras diez familias del Clan, incluso hemos agregado a las que están casadas ya, por sí ese era el caso.
- No lo entiendo. Estoy seguro de lo que vi, no puede ser que simplemente no exista... - quedó pensando.
- Me gustaría poder darle una respuesta que lo satisfaga, pero este ha sido un trabajo minucioso y a discreción, pues no queríamos que las familias se sintiesen invadidas.
- Está bien Mirten, confío en tu trabajo - dijo aun revisando un par de hojas.
- Señor...
- ¿Qué?
- No quiero molestarlo pero... ya han pasado dos semanas desde el inicio de esta búsqueda y por ende de su falta de respuesta... los asesores de su Padre quieren saber su decisión final...
Salomón permaneció un momento indiferente y arrugó la hoja que tenía en su mano.
- De acuerdo Mirten, quizás lo estoy pensando demasiado... y también perdiendo el tiempo con esto - dijo, se puso de pie y mirando al jardín desde la ventana respondió - invita a la familia principal del Clan de los demonios de Luna a cenar hoy, quiero conocer a Kaori. Si al finalizar la cena ella me agrada sellaremos el compromiso.
- Entendido Señor.
- Y deshaste de todo esto - dijo refiriéndose a los papeles.
- A la orden - terminó el sirviente y se llevó las hojas consigo para quemarlas.
Salomón quedó mirando las flores de su jardín a través de la ventana, recordaba a Kalir llevandoselas para su esposa, por un momento pensó que aquel inesperado interés que había despertado en él la figura de esa mujer podía ser el inicio de lo que sus hermanos definían como "amor", pero luego de no encontrarla reflexionó que todo fue una pérdida de tiempo y los más práctico era escojer a la mejor candidata para él, y esa era la princesa Kaori.
Tal como el Príncipe ordenó, Mirten envió las invitaciones que fueron aceptadas casi de inmediato por aquella familia, era evidente que estaban interesados en formalizar con el Diablo.
La hora del encuentro llegó, la servidumbre del Palacio estaba revolucionada llevando a cabo el protocolo para dicha ocasión, Salomón no tenia ánimos de aquello pero estaba resignado a la situación así que esperó en la puerta principal, en compañía de Mirten, la llegada de la familia.
- Ya llegaron - comentó el sirviente al ver un elegante carruaje parar frente al Palacio.
El cochero bajó y abrió la puerta del mismo ayudando a salír a la princesa en compañía de su madre, seguidas por detrás del lider del Clan.
- Señor Salomón ellos son el señor Shumatsu, la señora Nanae y la princesa Kaori, líderes del Clan de los demonios de Luna - los presentó Mirten.
Salomón tomó la mano de Kaori y la besó por cortesía - Bienvenida princesa Kaori, es un placer conocerla personalmente - saludó.
La joven se sonrojó, aquel Diablo hacia tiempo era su anhelo de esposo, aunque lo conocía desde la distancia era una de las tantas señoritas que soñaban con casarse con él.
- E-El placer es mío Señor Salomón... - respondió algo tímida. Sin dudas era bella, sus rasgos eran los típicos de todos los demonios de aquel Clan, cabello blanco, ojos azules y palida piel, llevaba un elegante vestido rojo y un peinado recojido con apliques en él.
- Agradecemos su invitación Señor Salomón, mi hija estaba muy ansiosa de conocerlo - agregó su madre.
- El gusto es mío Señora, espero que puedan pasar una agradable velada aquí.
- Estoy segura que sí - sonrió algo jocosa.
- Pueden pasar ya si gustan, Mirten les indicará el camino - dijo el Diablo siempre sin perder la seriedad.
- Muchas gracias, ¿Vienes querido? - preguntó Nanae.
- En seguida las alcanzo - respondió Shumatsu y las mujeres entraron en compañía de Mirten.
- ¿Sucede algo? - preguntó Salomón extrañado por su comportamiento.
- No, no Señor Salomón. Sólo estoy esperando la llega- intentó explicar pero el sonido de un segundo carruaje lo interrumpió - Ah, ya llegó...- comentó aliviado.
Salomón desvió la mirada hacia el mismo, sorprendido pues no esperaba más familia que la presente, pero en cuanto la puerta de aquel carruaje se abrió sintió su corazón detenerse pues del mismo descendió aquella joven...
Ahora que la veía de frente pudo notar sus particulares rasgos, pues en su perfil izquierdo tenía el cabello blanco y el ojo azul, en tanto que su ojo derecho era color miel y su cabello negro, era como si sus rasgos la dividieran perfectamente a la mitad, pero sin dudas era ella, la mujer que vio en aquella ocasión, incluiso traía el mismo vestido azul.
La joven aceleró un poco el paso y Shumatsu le extendió la mano
- ¡Perdón por el retraso! - se disculpó ella.
- No te preocupes hija, apenas llegamos también - respondió Shumatsu.
- ¿Hija?...- murmuró impactado Salomón.
- Señor Salomón le presentó a mi segunda hija, Sayuri... - sonrió el lider del Clan.
- Es un placer Señor Salomón...- dijo la joven con una pequeña reverencia.
El Diablo quedó sin habla, la mujer que tanto había buscado y de la cual no obtuvo rastros estaba ahora frente a él, y era nada más, y nada menos, que la hermana de la mujer a la que pretendía tomar en compromiso...
Continuará...