El Ángel que bailaba con el Diablo 2

Salomón: Capítulo 5

Al llegar a su Palacio Salomón se encontró con la imagen de Sayuri sonriendo junto a Kalir, ella permanecía sentada en una silla mientras Kalir le daba una de las flores y remarcaba aspectos de esta. Se veía que mantenían una conversación agradable, Salomón reconocía que Kalir, dentro de su locura, siempre había sido más sociable, su enorme sonrisa llena de energía influía en los demás, en cambio él era más frío, serio. 
Podía entender que Sayuri se sintiese comoda con los sirvientes y los tratase gentilmente, pero ver que regalase una sonrisa a su hermano, siendo que era la primera vez que lo veía, definitivamente ya no pudo soportarlo.
Se acercó a ellos y lo nombró 

- Kalir.

- Oh, hola Salomón, no sabía que ya tenías prometida - comentó relajado.

- Ven conmigo, tenemos que hablar - dijo simulando sus celos.

- ¿Hablar? ¿De qué?

- Sólo ven - terminó y caminó hacia adentro esperando que Kalir lo siguiese.

- Está bien, ya entendí - resopló este y lo siguió hasta su sala personal. Ya cerrando la puerta por detrás comentó - Te tenías bien guardado lo de tu prometi-

- ¿Que hiciste?...

- ¿Eh?

- ¿Qué hacías con Sayuri? - insistió con una mirada que helaba la sangre.

- Na-Nada, solo hablabá de-

- ¡¿Qué le dijiste para hacerla reír?!

- ¿Qué rayos te sucede? No sé que estás pensando pero sólo estaba teniendo una conversación casual con ella, sabes perfectamente que soy incapaz de coquetear con las mujeres de los demás -se defendió Kalir frunciendo el ceño.

Salomón quedó un momento en silencio y se sentó en su silla soltando un suspiro.

Kalir lo miró extrañado - No me digas que te pusiste celoso por mi, hermanito - deslizó con burla.

- Callate, esta situación me está volviendo loco, Sayuri me vuelve loco...

- ¿Por qué?

- Porque yo no le agrado a esa mujer... - resopló con pesar - es esquiva conmigo, le sonríe a todo el mundo menos a mí... yo también quiero que me sonría, que me trate con confianza, que se acerque a mi...

- ¿Pero no se supone que sólo querías casarte para tener hijos? ¿Desde cuando te importa que una mujer sea cariñosa contigo? - preguntó mientras se sentaba en la esquina del escritorio.

- Desde que la conocí a ella...

- Wow, veo que te gusta de verdad.

- Sí, pero creo que yo no le agrado.

- Creo que ya te había advertido sobre los compromisos forzados hermanito... pueden ser en verdad tediosos.

Salomón lo miró un segundo en silencio, como asintiendo con la mirada, y Kalir continuó

- Cuéntame, ¿De dónde salió ella? - preguntó y Salomón contó la historia - Ahh, ya veo... - comentó.

- No entiendo por qué me rechaza así.

- ¿Por qué dices? ¿Quieres que te haga una lista?. Por lo que dices era una chica con una vida tranquila a la que conociste por causalidad, ni siquiera era una candidata para ti pero igual fuiste por ella y en lugar de cortejarla la pediste en matrimonio directamante a su padre y este te la entregó en una bandeja para beneficioso propio, y encima de un día para el otro la traes a vivir contigo que eres un total desconocido. ¿Cómo quieres que se sienta?

- Lo hice para protegerla.

- Sí pero ella no lo sabe, si no se lo dices no entenderá. Y además es menor que tú.

- ¿Insinuas que le parezco un viejo?

- Ja, ja! ¿Quién sabe? Quizas le gustan los hombres de su edad - se burló - tendrás aspecto jovial pero tienes la mentalidad de un maldito anciano, eres una piedra.

Salomón resignó la mirada y sacó del cajón de su escritorio un pequeño estuche 

- ¿Qué es eso? - preguntó Kalir.

- Es el anillo de compromiso, lo mandé a hacer para ella.

- ¿No estarás pensando en darselo ahora verdad?

- ¿Por qué no?

- ¿Acaso no entiendes lo que te digo? Tu prometida ahora es como un pájaro que volaba libre y de repente metiste en una jaula, si le das ese anillo ahora lo sentirá como un maldito grillete.

Salomón reflexionó un momento y aceptó que era cierto - Por esta vez tienes razón - respondió.

- Ja, ja! Cuando se trata de ser esposo nadie sabe más que yo - presumió.

- No puedo creer lo que estoy por hacer...

- ¿Qué cosa?

Salomón resopló - Necesito que me des un consejo...

- Ja, ja! - rio con fuerza - al fin reconoces mi experiencia en este tema hermanito.

- Ya callate y responde lo que te pregunté antes de que me arrepienta.

- Es tan simple Salomón ¿No lo ves?

- ¿Qué cosa?

- Sólo debes preguntarle a ella qué quiere - sonrió.

- ¿Preguntarle a ella?

- Claro, es una mujer con caracter, no dudará en decirte la verdad.

- Pensé que me dirías de algún obsequió en particular, algún detalle.

- ¿Para qué? Es perder el tiempo, es mejor preguntar, de esa forma le demuestras que te interesa lo que piensa, la conoces. Para ella en estos momentos eres un viejo extraño que la llena de regalos para caerle bien ja, ja!

- ¡Ya deja de decir que soy un viejo, maldito! 

Salomón quedó pensativo un segundo, Kalir lo notó y continuó - Por tu expresión veo que hay algo que sabes que quiere y no se lo estás dando por alguna razón.

- Sí, hay algo... quiere volver a su hogar para ver a su abuelo.

- ¿Y cual es el problema? Llevala, él es de su familia materna, no le hará nada.

- No quiero que se exponga al peligro, sus otros familiares podrían estar esperando una oportunidad.

- Oh, vamos Salomón, la escoltas y se acabó el problema... ¿Ó es que acaso hay "algo" más que te preocupa allí?... ¿Un posible rival quizás? - deslizó audaz.

Salomón frunció el ceño, era señal de que lo inquietó, Kalir tenía una lengua mordaz.

- Jo, jo! Por tu cara veo que sí, ¿tienes un rival, hermanito? Un rival joven seguro ja, ja!

- Vuelve a decir que soy viejo y te arranco la lengua, imbécil... pero sí, hay alguien así en ese lugar.

- ¿Era su novio? ¿O ella estaba interesada en él?

- No lo sé, no se lo he preguntado.

- ¿Cómo no? 

- No quiero ni recordarselo, de sólo pensarlo me siento inqueto.

- Jo, jo, estás celoso - se burló - Está bien, de todos modos si se lo preguntas a esta altura no te lo dirá, podría pensar que quieres saberlo para sacarlo del medio. Pero ahí tienes la respuesta, llevala a ver a su abuelo.

Salomón demostraba indecisión en su mirada.

- ¿Por qué dudas? Si te preocupa que haya otro joven acompañala en persona y marca tu territorio.

- No es sólo eso...

- ¿Qué es?

- Me preocupa que nunca quiera estar aquí... temo que si abro la jaula ella no vuelvas jamás.

- Es un posiblidad, pero así como están las cosas nunca cambiará. Abre la jaula y hazle sentir deseos de regresar.

- ¿Qué quieres decir?

- ¡Enamorala, hombre! Deja de ser tan piedra. 

- Lo dices como si fuese fácil.

- No es fácil pero si no lo intentas ella nunca te querrá, estás acostumbrado a que las mujeres te hagan caso sólo por ser quien eres, pero te has topado con alguien a quien no le importa en absoluto lo que eres ja, ja!. 

- ¿Te parece gracioso, imbécil?

- En realidad sí ja, ja, es gracioso verte sufrir así. Pero ya en serio, ella en estos momentos se siente un adorno más de tu jardín, acercate, conocela, pregúntale qué quiere, que siente, observala, pero obrservala en profundidad, lo que le gusta, lo que no le gusta, y sobre todo sé honesto con ella.

- Soy honesto.

- No, tu eres directo, pero no eres honesto.

- ¿Cual es la diferencia?

- Eres directo para decir lo que quieres, pero no eres honesto para decir lo que sientes. Dile por qué la tienes aquí, dile que sientes celos de ese otro muchacho, dile la verdad. Sobre todo la verdad de su padre.

- Si lo hago le romperé el corazón.

- Puede ser, es una de las consecuencias de la honestidad, tu sabes mi historia con Firinea, muchas veces cometemos el error de pensar por ellas creyendo que hacemos lo correcto y no prestamos atención a lo que de verdad quieren, yo casi la pierdo por no escucharla, tu no cometas el mismo error.

Salomón quedó en silencio pensando, tenía que aceptar que las palabras de su hermano eran sabías - Bueno tengo que irme, Firinea me espera, me llevaré algunas flores de nuevo - dijo ya bajandose del escritorio.

- ¿Otra vez peleaste con ella?

- No.

- ¿Entonces por qué le llevas flores?

- Porque quiero, la hacen feliz - sonrió y salió de la sala - Adiós! - se despidió cerrando la puerta por detrás.

El Diablo quedó sólo en aquella sala reflexionando sobre todo lo conversado con Kalir, sin duda a diferencia de él, tenía experiencia a la hora de tratar en profundidad con una mujer.

Desvió su mirada a la ventana y nuevamente observó a Sayuri sonriendole a Kalir ya yéndose con las flores.
Estaba lleno de dudas, pero tenía una sola certeza, quería ser más cercano a Sayuri, así que pondría en práctica el consejo de su hermano, tendría en cuenta sus deseos.

Aquella noche mantenían una cena silenciosa cuando Salomón preguntó 

- Sayuri.

- ¿Sí?...

- ¿Te gustaría ir mañana a ver a tu abuelo?...

Inmediatamente la mirada de la joven se iluminó - ¿De verdad? ¡¿Puedo ir a verlo?! - se emocionó.

El Príncipe pudo notar el entusiasmo en su voz, por primera vez lo miraba con un semblante diferente, era lo que quería. 

- Claro, pero serás escoltada.

- ¿Escoltada?

- Así es, yo... tengo un par de enemigos que buscan perjudicarme. Ellos supieron de mi interés por ti, por eso te traje conmigo, para poder cuidarte. Soy consciente de que estás en peligro por mi culpa, por eso me estoy haciendo responsable de tu seguridad.

- Oh, entiendo...

- ¿Te incomoda?

- No, mientras pueda ver a mi abuelo está bien - sonrió tímidamente.

- Bien, entonces así será.

- ¿Puede ser en la mañana? Quiero verlo antes de que se vaya al trabajo en lo posible...

- Por supuesto, a la hora que quieras.

- Entonces iré a la cocina ahora a hacerle su comida favorita y llevarla como obsequio - dijo mientras se ponía de pie - Gracias... Señor Salomón... - murmuró tímida y se retiró.

Él quedó sorprendido, con ese pequeño gesto había conseguido lo que no en toda una semana llenándola de obsequios, Kalir estaba en lo cierto, sólo debía ceder a esos pequeños y simples deseos que tenía la joven. 

Antes de subir a su habitación, Salomón pasó cerca de la cocina y la observó de reojo allí, se la notaba feliz haciendo aquello para su abuelo, él esbozó una pequeña sonrisa y esto fue observado por Mirten desde lo alto de las escaleras, el sirviente ya no tenía dudas, aquella joven podía cambiar el humor del Diablo con sólo sonreír.

Al día siguiente el Príncipe cumplió su palabra, no podía evitar sentirse inseguro al respecto, estaba latente la posibilidad de toparse con aquel joven.
La llevó en su carruaje pero no pudo quedarse con ella, pues tenía un compromiso importante, así que la dejó al cuidado de Mirten.

Al descender del vehículo se abrazó efusivamente con su abuelo quien se encontraba casualmente en la entrada a la casa

- ¡Sayuri! 

- ¡Abuelo! - exclamó ella, era evidente su felicidad al verlo y eso era algo que el Diablo no podía ignorar.

- Buenos días señor Takae - saludó Salomón.

- Buenos días joven Príncipe, gracias por traer a mi nieta, ya la extrañaba.

- Por nada, Sayuri, regresaré por ti en unas horas, Mirten se quedará a escoltarte.

- Está bien Señor Salomón... Muchas gracias... - respondió ella amable y el Diablo se retiró satisfecho al ver su expresión.

Efectivamente la joven se sentía agradecida con él, pero Salomón aun no podía evitar pensar en la existencia de ese hombre llamado Kaito, quería asegurarse de que no perjudicase su relación con Sayuri así que dejar a Mirten con ella no era una decisión al azar, el sirviente sería sus ojos en aquella casa y si ese muchacho aparecía se lo haría saber.

Las horas pasaron pero durante sus reuniones el Diablo no pudo despegar sus pensamientos de la joven, veía su joya a cada rato pero no recibía ningún llamado de parte de Mirten, lo que le hacía saber que Kaito no se había presentado y eso le daba cierta tranquilidad. Fue a recogerla como había acordado y Sayuri respetó su acuerdo, no opuso ninguna resistencia a regresar con él. 

- Gracias por venir mi niña.

- Prometo que vendré a verte de nuevo, espero que el Señor Salomón me lo permita... - dijo apenando su mirada.

- Confía en él Sayuri, creo que es un buen hombre, sólo quiere cuidarte.

- Lo sé... ¿Tú estás bien aquí sólo?

- Por supuesto, soy viejo pero no inútil mi niña - sonrió.

- Está bien... ¿Kaito... no sabe nada de todo esto verdad?

- No Sayuri, el día que fuiste él partió desde su trabajo a repartir el licor en los diferentes reinos, así que no lo he visto y por tanto no se a enterado... aún falta para que regrese.

- Ya veo..

Salomón logró escuchar eso y saber que el joven tardaría en regresar a la Villa le daba tiempo para intentar acercarse más a ella.
Ya en el carruaje, de camino al Palacio, preguntó 

- ¿Cómo está tu abuelo?

- Oh, bien, es un hombre fuerte - sonrió - siempre hemos estado juntos, por eso me preocupaba que se sintiese sólo... - respondió ella.

- Ya veo.

- Yo... ¿Puedo venir a verlo de nuevo?... - le pidió mirándolo a los ojos.

Al verla así Salomón sentía que no podía negarse a nada que le pidiese - Claro que sí, las veces que quieras, pero siempre acompañada, es por tu seguridad. Sólo pídeselo a Mirten y él te traerá.

- Gracias Señor Salomón... - sonrió ella emocionada. 

El Diablo posó su mano gentil sobre la cabeza de ella y acarició su cabello - No es nada, sólo quiero verte feliz Sayuri... eres tan hermosa cuando sonries...

Ella se sonrojó apenas, no esperaba un halago de él en ese momento, la manera en que lo dijo lo sintió diferente, su semblante era ralajado y su tono de voz profundo.
Al llegar al Palacio se separaron sin embargo a la hora de la cena Sayuri demostraba un mejor animo, volviendo el momento más ameno.
A medida que las visitas a su abuelo continuaban el humor de la muchacha había mejorado notablemente, ya no era distante con él, y en uno de esos días Salomón reflexionó que si verlo la hacía feliz sería bueno proponerle vivir con ellos, así que en una oportunidad en que fue por ella a su casa le preguntó

- ¿Que dice señor Takae? ¿Quiere venir con nosotros? - preguntó el Diablo mientras la joven estaba distraída con Toki, su bestia de transporte.

- Se lo agradezco joven Príncipe pero yo no dejaría esta casa, tiene mucho valor para mi, ya soy viejo y me gusta vivir a mi manera.

- Lo comprendo - respondió mientras el anciano desviaba la mirada hacia la joven y Salomón imitó su acción.

- Joven Príncipe ¿Qué siente por mi nieta?... - preguntó aquel hombre.

- Yo quiero a Sayuri, sé que mi propuesta de matrimonio fue apresurada pero desde el momento en que la vi supe que era especial y no quería dejarla ir... creo que me estoy enamorando de ella... - respondió honesto.

- ¿Enamorando?... vaya... lo felicito joven Príncipe... hay que ser muy valiente para atreverse a amar a alguien como mi nieta...

El Diablo lo observó extrañado - ¿Que quiere decir?... - murmuró y Sayuri ya acercándose interrumpió 

- Abuelo, Toki ya está cambiando sus plumas ¿Puedes hacerte cargo de eso?

- Claro mi niña, no te preocupes yo me encargaré de Toki.

- Ya es hora de irnos Sayuri - deslizó Salomón.

- Está bien, adiós abuelo, nos vemos.

- Adiós mi niña, adiós joven Príncipe - se despidió el anciano, pero por alguna razón Salomón percibía una sonrisa afligida en él.

- Le propuse a tu abuelo vivir con nosotros - comentó el Diablo de camino en el carruaje. 

- ¡¿De verdad?! ¿Y él qué dijo?

- Se negó, insistió en que no abandonaría su hogar.

- Lo imaginé - sonrió - mi abuelo está muy orgulloso del hogar que construyó para su familia, son demasiados recuerdos en ese lugar...- comentó y al llegar ambos descendieron ya dispuestos a ir a sus lugares en el Palacio, pero antes de ello Sayuri se acercó algo tímida a él - Señor Salomón... muchas gracias por ese ofrecimiento a mi abuelo... 

Él sonrió - Lo hago por ti, siempre que sepa de algo que pueda hacerte feliz no dudes en que lo haré Sayuri...

Ella se sonrojó conmovida por sus palabras - N-Nos vemos - dijo y se marchó nerviosa.

Era invitable, aquello realmente estaba dando frutos, el comportamiento de Sayuri para con Salomón había cambiado, pero aun así el Diablo sentía que no era suficiente, necesitaba acercarse aun más, enamorarla como le aconsejó Kalir.

Esa noche se encontraba en su habitación pensando de que forma llamar la atención de la joven, en un momento decidió tomar su violín e interpretar una hermosa y sentida pieza que le era costumbre desde su niñez para relajarse, así es, aquel Príncipe era un excelente violinista ya que al igual que el resto de sus hermanos tenía talento natural para la música.

Cuando la melodía acabó miró de reojo por la ventana y se sorprendió al descubrir que Sayuri lo obsevaba impresionada desde el jardín, cuando la joven notó que él se había percatado de su presencia inmediatamente se sonrojó y se volteó para marcharse. Salomón no pudo evitar sonreír, sin proponerselo había encontrado algo de él que podría gustarle, su música. 
Así que la noche siguiente Sayuri se encontraba sentada en una banca del jardín cuando él la sorprendió ya con su violín en mano.
El Diablo tocaba finamente las cuerdas soltando notas perfectas en cada pasar, la joven podía percibir el sentimiento y la pasión en su melodía, inevitablemente la conmovían, cuando acabó se sentó a su lado en la banca 

- ¿Te gustó? - preguntó clavando sus ojos en ella.

- Fue muy hermoso Señor Salomón, tiene usted mucho talento...

Él sonrió, tomó una flor cercana y la colocó delicadamente en cabello de la joven - Tocaré para ti cada noche a cambio de una sonrisa, pero el día en que me regales un beso me atarás a ti para toda la vida... - confesó seductor.

Sayuri sonrió apenada, era la primera vez que le decía algo tan sentido, profundo. Los sirvientes admiraban la escena desde la distancia y ya nadie tenía dudas, su Señor se había enamorado.

Las noches que siguieron Salomón repitió la acción, quería dejarle en claro que lo que sentía era real, que su interés por ella no era pasajero ni frívolo, que la quería de verdad, hasta que una tarde el Diablo regresó de una peligrosa misión encomendada por Loxur y no en la mejor condición. Aunque había resultado victorioso, aquel enfrentamiento dejó su marcas en él, pues volvió a su Palacio con enormes manchas de sangre en su ropa y su brazo derecho atado con una venda a su cuello, Sayuri iba bajando por las escaleras cuando su llegada la sorprendió 

- ¡Señor Salomón! ¡¿Qué le ocurrió?! - preguntó asustada mientras el Diablo era acompañado por Mirten a subir a su habitación.

- No te preocupes Sayuri, estoy bien, esto suele pasar, sólo necesito descansar - murmuró mientras subía las escaleras.

Ella lo siguió por detrás y esperó pacientemente a que Mirten saliese de la habitación para preguntar sobre su estado

- Mirten... ¿Qué le ocurrió? ¿Es grave?...

- No se preocupe Señora, el Señor perdió el brazo derecho durante el enfrentamiento pero se recuperará.

- ¡¿Qué perdió el brazo derecho dices?! - se sorprendió - pero si vi que sólo lo tenía vendado...

- Así es, debido al poder de su ancestro, la Hydra, el Señor Salomón tiene el poder de regenerar sus extremidades con rapidez, pero estás tardan un tiempo en obedecer sus impulsos nerviosos hasta que se regenera por completo internamente, en unos días estará bien solo debe dejar quieto su brazo hasta que la re conexión nerviosa finalice.

- Impresionante... ¿Puedo verlo? - preguntó preocupada.

- Claro Señora, adelante - dijo Mirten y ella ingresó.

Salomón estaba dormido ya, Sayuri tomó un paño húmedo que el sirviente había dejado y delicadamente limpió las manchas de sangre del rostro del Diablo.

- ¿Sayuri?... - murmuró algo somnoliento.

- Quedese quieto... Mirten dijo que debe descansar...- respondió aún limpiando las manchas en él.

- Que gentil eres... hueles tan bien... quédate conmigo... - comentó mientras se volvía a dormir.

Sayuri se sorprendió, Salomón siempre era serio y directo, pero de vez en cuando tenía para con ella esos gestos infantiles que la conmovían. 
Decidió quedarse y mientras él dormía, Sayuri se sentó en una silla al lado de su cama leyendo un libro. 
En un momento tocaron la puerta y Salomón despertó, era Mirten trayendo la cena a la habitación.

- ¿Sayuri? - se sorprendió el Diablo ya más consciente.

- ¿Tiene hambre Señor Salomón? - preguntó ella mientas agradecía con gestos a Mirten que abandonaba la habitación.

- Sí, pero qué..- preguntó sin entender mientras se sentaba en la cama.

- Mandé a traer la cena aquí, a mi no me gusta comer sola, no me parecía justo que usted tuviese que hacerlo por estar herido - sonrió tímidamente - abra la boca - dijo mientras le acercaba un bocado en un tenedor.

Salomón la observó perplejo y algo avergonzado

- ¿Qué ocurre? - preguntó ella.

- No soy un niño pequeño, puedo hacerlo sólo...

Sayuri soltó una risa - Nadie dice que lo sea Señor Salomón, pero de vez en cuando no es malo dejarnos concentir...

- ¿Concentir? - repitió - ¿Entonces puedo tomar esto como una muestra de afecto de ti hacia a mi? - deslizó audaz.

Ella se sonrojó - Mejor no hable... solo coma - terminó y el Diablo se dejó alimentar por aquella hermosa joven.

Luego de ello Sayuri se retiró a su habitación a descansar, Salomón quedó pensando en lo extrañamente conveniente que había resultado perder un brazo, pues aquella cena en la privacidad de su cuarto no tenía precio.

Al día siguiente la joven encontró al Príncipe en la sala principal desayunando con papeles a su alrededor, no podía obviar sus deberes a pesar de sus heridas.

- Buenos días Señor Salomón...

- Buenos días Sayuri ¿Irás a ver a tu abuelo hoy? - preguntó algo distraído.

- No, hoy no... yo... estaba pensando en que quizas podría quedarme a ayudarlo a usted... - comentó apenada.

El Diablo levantó la vista y no disimuló su sorpresa - ¿Qué?...

- Sí, bueno, es decir usted siempre tiene muchos deberes e informes que hacer, se me ocurrió que yo podría escribirlos por usted... con su brazo derecho así no puede escribir ¿verdad?

Salomón esbozó una sonrisa - Así es - respondió.

- Entonces dejeme ayudarlo, sólo dígame lo que debo escribír y lo haré por usted...

- Bien, sientate a mi lado entonces - dijo galante y Sayuri aceptó.

En eso se acercó Mirten con el desayuno para ella y preguntó - Señora Sayuri ¿Hoy ira a ver a su abuelo?

- No Mirten, iré mañana, hoy me quedaré a ayudar al Señor Salomón.

- ¿Ayudarlo?

- Sí, escribiré por él hasta que se recupere - sonrió.

- Ah pero si es por eso no se preocupe Señora, el Señor es-

- Mirten...- lo interrumpió Salomón - creo que te había pedido hacer "algo" ¿Lo recuerdas? - dijo intimidándolo con la mirada.

- A-Algo?... Oh, sí, ese "algo"... iré a hacerlo ahora Señor... - respondió nervioso ante la amenaza del Diablo y se retiró. 

- ¿Qué le ocurrió? - preguntó Sayuri sin entender.

- No te procupes, Mirten a veces es así, olvida las cosas. ¿Comenzamos? 

- Sí - respondió ella y transcribió sus palabras.

- Vaya, tienes una hermosa caligrafía - se sorprendió él.

- Gracias, me gusta escribir - sonrió.

- Bien, eso es bueno, porque nos espera mucho tiempo juntos...- deslizó y así se dispusieron a trabajar en conjunto.

Los días siguientes Sayuri se dividió entre visitar a su abuelo y ayudar a Salomón, lo segundo resultaba un poco agotador pero se sentía feliz de poder hacer algo de provecho en ese lugar, era en ese momento en que se daba cuenta lo difícil del trabajo del Príncipe y despertaba admiración en ella. Mientras que Salomón se sentía tranquilo pues Kaito parecía aun no regresar y curiosamente la familia paterna de Sayuri tampoco dio señales de acercamiento, pero aun así no bajaba la guardia con ellos.

Inesperadamente ambos se encontraron compartiendo mucho tiempo juntos, ya había pasado casi un mes desde la llegada de Sayuri al Palacio y uno de esos días ambos estaban en la sala personal de Salomón terminando otros informes. En un momento Sayuri sintió la mirada insistente del Diablo sobre ella, la hacía sentir nerviosa

- ¿Por qué me mira tanto? - preguntó.

- Porque aun no puedo creer lo hermosa que eres...- respondió.

- Señor Salomón... - murmuró sonrojada.

Con su mano izquierda tomó la mano derecha de Sayuri y continuó - Dime que tengo que hacer para que te intereses en mi, Sayuri... me vuelves loco...

- ¿Por qué dice eso ahora?... - preguntó nerviosa.

- Porque muero por que me toques, sentirte cerca de mi... muero de celos si te pienso cerca de otro hombre...

- ¿Otro hombre? ¿Quién? 

Salomón se sintió en evidencia pero ya no podía retractarse - El joven de la Villa, ese que abrazaste fuera de tu casa...

La joven lo miró extrañada y seguidamente soltó una risa - ¿Está hablando de Kaito? Kaito es mi hermano, Señor Salomón - sonrió ella.

- ¿Hermano?... - murmuró, se sintió estúpido, pero luego reflexionó - ¿Entonces quiere decir que soy el primer y unico hombre en tu vida? - preguntó acercándose más a ella.

- Bu-Bueno, sí ... - respondió nerviosa y sonrojada, había mucha tensión entre ellos, ambos se miraban profundamente, y justo cuando parecía que el Diablo podía robarle un beso la puerta se abrió de imprevisto.

- Hola! - era Kalir, entrando sin golpear como ya le era costumbre

- Señor Kalir, bienvenido - lo saludó Sayuri ya liberando su mano de la de Salomón.

El Diablo ya había cambiado su gesto, se veía visiblemente molesto por la interrupción 

- ¿Interrumpí algo? - preguntó Kalir.

- No, sólo estaba ayudando al Señor Salomón a redactar informes hasta que su brazo mejore.

- ¿Su brazo? 

- Sí, se hirió el brazo derecho y por eso no puede escribir.

Kalir soltó una risa burlona - ¿Desde cuando necesitas ayuda por eso tú? - preguntó mirando a Salomón.

- ¿Cómo? - indagó Sayuri.

- Este desgraciado es terriblemente hábil con las dos manos, es ambidiestro, así que si hay algo que no le afectaría es perder una de las dos - soltó sin problema.

Salomón se sintió terriblemente expuesto, Sayuri clavó sus ojos en él y preguntó - Señor Salomón... ¿Usted me engañó? - rápidamente ella dedujo que eso era lo que Mirten quiso decirle desde un principio.

- No, bueno, Sayuri, yo... - no podía justificarse. 

Ella se levantó de golpe de la silla - Que tenga buen dia Señor Kalir - se despidió y salió de la sala.

Kalir volvió su mirada a Salomón y este se veía terriblemente furioso - Kalir...- murmuró - date por muerto... - lo amenazó.

- ¿Qué? ¿Metí la pata? - preguntó con burla.

- ¡Acabas de arruinar días enteros de acercamiento con Sayuri, desgraciado!

- ¿Que yo lo arruiné dices? Ja ja! Creí que habíamos quedado en que serías honesto ¿y le tiras semejante mentira? Ja, ja!.

- ¿Acaso tienes idea de lo que me costó poder estar así con ella? ¡Debería matarte!

- Ja, ja, ja! Mejor guarda tus energías para disculparte con ella, ahora sabrás lo que se siente tener que pedirle perdón a una mujer ja, ja! Lo tienes merecido por burlarte de mi - dijo y salió de la sala entre risas.

Salomón se vio acorralado, ahora que Sayuri lo había descubierto no sabía que decirle para disculparse. 
La noche llegó y ella no se presentó a la cena, en cambio se quedó en el jardín sentada en la banca, admirando las flores.
El Diablo ya no podía inventar más excusas así que prefirió ser lo más honesto posible y salió del Palacio para buscarla en el jardín.

- Sayuri... - la nombró.

Ella volteó a verlo y un par de lagrimas rodaban por sus mejillas

- Señor Salomón...

- Sayuri... no llores, perdóname... no quería mentirte... pero... es que me sentí tan bien teniendote cerca... muero por tenerte cerca, que me mires, que me hables, que me sonrias... y sentí que si no lo aprovechaba nunca podría tener una oportunidad de acercame a ti... si estás distante no lo puedo soportar... 

- Señor Salomón... yo no estoy así por la mentira, estoy así porque hoy descubrí que estamos demasiado cerca...

- ¿Y eso que significa?

- Yo no era distante porque no me agrade... sé que tiene buenas intenciones, que me quiere, que le gusto de verdad... usted también me gusta... es imposible que ninguna mujer se sienta atraída hacia usted con lo seductor que es... pero esto está mal... yo no quiero que usted se enamore de mi... 

- ¿Por qué?...

- Porque no quiero lastimarlo Señor Salomón... si lo hace sólo va a sufrir...

- ¿Por qué dices eso Sayuri?... no entiendo.

- Yo no soy estupida, sé que si mi padre me entregó en matrimonio es por alguna razón, ya sea porque siente lástima de mi o porque tiene algun acuerdo con usted, no lo sé, pero cualquiera sea el caso... por el amor que usted a despertado en mi... ya no quiero mentirle más...

- ¿Mentirme?... ¿En qué?

- Señor Salomón yo no voy a casarme...

- ¿Por qué? ¿No quieres hacerlo? La pospondremos hasta que te sientas segura Sayuri, eso no es problema, puedo esperarte el tiempo que quieras...

- No es eso... yo no llegaré a casarme...

- ¿Qué?...

- Señor Salomón... yo... moriré el mismo día en que cumpla mis dieciocho años...


Continuará...



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En el texto hay: angel, amor, diablo

Editado: 18.01.2024

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