—Las claras y las yemas… No son así — Azirabelle inclina la cabeza.
—Bueno, claro... están crudos. Ahora se cocinarán —explica Croulieau mirando su obra.
—Pero no has… no… No entiendo —le mira a él de nuevo.
—¿Qué no entiendes?
—Tenías que batir tres huevos —Azirabelle se ríe un poco pensando que es broma.
—¡Eso hice! Están mezclados, ¿no lo ves? —Croulieau le sonríe y se los muestra.
—Ehh… vale. Vale… —se sigue riendo un poco.
—¿Entonces? ¿Cómo hacemos que se vuelvan blanditos?
—Blanditos… —otra risita del rubio.
—Pues... viscositos. Como... ya sabes. Hay que... ¿hervirlos? ¿O flambearlos?
—Ehh… primero hay que sacarlos —los señala con el dedo.
—¿De dónde? —frunce un poco el ceño.
—Estas… ¿estás de broma? —Azirabelle le mira a la cara—. ¿Cómo que de dónde?
—¿De broma de qué? Pues ¿de dónde quieres sacarlos?
—¿Del cascarón? —pregunta el rubio un poco sarcástico.
—Ni que fueran polluelos —la serpiente pone los ojos en blanco.
—Son…. Iban a serlo, pero ya no lo… Son. de que hablas?! Por qué no…. Que…. ¿¡Cómo crees que funcionan los huevos?! —es que no entiende nada.
—¿Cómo funcionan de qué?
—¿Te comes los huevos enteros como serpiente y has olvidado como se los comen los humanos? —pregunta, serio.
—Pues, supongo que podría, pero... —lo valora y luego arruga la nariz.
—¡Hay que quitarles la cáscara! —exclama.
—Eso lo hacen los polluelos —le mira.
—Y los cocineros al cocinar.
—¿Y cómo se hace? ¿Con un cuchillo como una naranja? —le mira.
—De verdad nunca has…. Hecho esto —Azirabelle le mira y realmente nota que nunca ha abierto un huevo, el señoritingo Pirrurris
—¿Qué? Sí he pelado naranjas, es como las manzanas. Me cuesta un poco, solo con la cola, pero sí que puedo.
—No, es que…. Los huevos son muy diferentes. Mira, ven…. Aunque solo con la cola va a costarte, tendrás que hacerlo como un chef de verdad.
—Mmm... —le mira, no muy seguro.
—Lo que se come es el relleno —explica tomando uno.
—Eso ya lo entiendo —Inclina la cabeza.
—Pues hay que sacar el relleno y tirar la cáscara que es dura — Azirabelle saca un traste distinto y rompe un huevo en el para que Croulieau vea.
La serpiente levanta las cejas porque pensaba que saldría un pollo de ahí, ¡no un huevo viscoso!
—Esto es un huevo… que hubiera podido ser un pollo —explica al notarle la cara, porque… ¡¿Cómo va a salir de ahí un pollo?!
—Uhm, ya lo sabía —desvía la mirada porque ahora le da vergüenza admitir que no tenía ni idea.
—No creo —Azirabelle sonríe un poco, de ladito—. Ábrelo tú.
La verdad, va a tomar uno y... va a aplastarlo con demasiada fuerza intentando imitarle.
—Algo así, si, tienes que tener más cuidado…. –Azirabelle aprieta los ojos.
—Ugh... déjame... déjame intentar —pide y de repente, tocan a la puerta, haciendo que Azirabelle de un salto y rompa otro huevo.
—¡Ugh! Noooo, va a ser Gabriel —se lamenta.
—Ve a abrir, yo me ocupo de esto —Croulieau le sonríe.
—¿Cómo te ocupas de esto? —le mira, sin confiar demasiado—. ¿Seguro? Nada de cáscara que son duras.
—Ya, ya... —hace un gesto con la cola para que vaya.
—Si es Gabriel, necesitas esconderte —mira a la puerta de reojo.
—Que no se entere tu novio que tienes un amante—bromea—. Me quedaré en la cocina o me saldré por la ventana para evitar el escándalo.
—Ugh, el PEOR novio posible sería él. No, no lo digas ni de broma, que me CRISPA —susurra moviendo un poco las manos medio histérico, poniéndose nervioso y haciéndole reír—. Espera aquí, no hagas ruido
Croulieau asiente, riendo un poquito aún.
—¿S-Sí? —Azirabelle odia a Gabriel, pero ahí va, apretando los ojos, rezando para que no sea él y, de nuevo, nadie es inoportuno como Gabriel.
—Azirabelle, los niños del pueblo dicen que has vuelto —comenta a través de la puerta con su sonrisa de tiburón.
—Sí, pero estoy ocupado —vacila, mirando hacia Croulieau en la cocina, porque querría hacerle alguna señal de que sí es, pero no sabe ni cómo.
—¿Qué? No te oigo a través de la puerta —protesta, intentando mirar por la mirilla desde fuera y pegar la oreja a la puerta.
—¡ESTOY OCUPADO! —grita el rubio, pero Gabriel, inmune al desaliento, vuelve a golpear la puerta—. Ughhhh, lo odio —murmura para sí mismo y acaba por abrir la puerta porque ¡es insoportable!
—Azirabelleeee —Gabriel sonríe
—Estoy ocupado —repite él frustradamente, ceño fruncido. El moreno le toma de la mejilla y le da un par de palmaditas suaves sonriendo de lado y pasando dentro sin escucharle—. No, no, Gabrieeeeel —protesta, intentando que le suelte, empujándole un poco.
Finalmente lo logra, pero el cazador entra a la casa apartando a Azirabelle y mirando alrededor.
—Ugh, Gabriel. De verdad, estoy ocupado y no puedo atenderte —insiste el rubio mientras el otro entra hasta sentarse como si esta fuera su casa.
—Solo será un momento —prácticamente se quita las botas.
—Un momento no tengo, ¿qué necesitas? —protesta, apretando los ojos con que haga eso y se ponga tan cómodo.
—Bueno, la última conversación terminó un poco abruptamente —le mira, quitándose la otra bota. Azirapbelle suspira—. Y algunos niños decían que tenías una máquina aterradora —se ríe.
—Ahh… no, no. No hay máquinas aterradoras, no —niega fervientemente con la cabeza.
—Ya imagino... y deberías oír el resto de la historia... —sigue riéndose—. En fin.
—Ehm… bueno, y ¿qué necesitas? —Azirabelle levanta una ceja sin saber de qué tanto se ríe tan a carcajadas (Y eso que no han visto a la serpiente).
—Tu firma, te lo he dicho mil veces —se encoge de hombros.
—No funciona así. No voy a firmar —Azirabelle frunce el ceño.
—Tal vez deje de venir a proponerte esto... y decida hacer otra propuesta a tu hermana —amenaza Gabriel frunciendo el ceño.