El apocalipsis de Uruch

2.

En el sótano de casa había un gran nido de cucarachas, siempre me parecieron sorprendentes, soportan niveles muy altos de radiación, DDT, lepra, SIDA, sobreviven sin tomar agua y hasta dos semanas sin alimento alguno, pueden comer su propia materia fecal para no morir, ser congeladas hasta por un mes y volver a la vida como si nada les hubiera ocurrido, reproducirse sin necesidad de un macho, sobrevivir sin cabeza hasta por dos semanas. Son casi inmortales, excepto por un gran pisotón.
Yo podía vivir entre ellas, me llegaron a aborrecer por eso. Nunca sentí asco al verlas, ni siquiera cuando encontraba sus huevecillos entre mi ropa o alguna flotando en la sopa, tampoco cuando caminaban entre mi cama o sentía sus delgadas patas recorrer mis brazos, era inmune a ellas…


- ¡Basta! no lo queremos muerto, no aún. - Esa orden me trajo de regreso de la tierra de mis recuerdos.
-También necesitamos a la chica ¡Ve a buscarla! Siguieron buscando mientras me dejaron en el piso, era de madera, estaba húmeda y con mi cara completamente vencida miraba aquel suelo, era muy polvoriento, como si no hubiera sido limpiado en años, bajo una de las sillas ví una fiel compañera de trabajo, era color marrón, siempre preferí ese tono, mis ojos de cerraban...
…Mi pasión por las cucarachas comenzó desde temprana edad, las estudié  y analicé toda mi vida, querería saber todo sobre ellas. Pero mi hambre de conocimiento no era equiparable a la de mi mentor. Lo conocí una tarde de verano en mi universidad, nuestra pasión nos hizo entablar una amistad profunda, me habló de sus conocimientos y proyectos, pronto me invitó a unirme a ellos, así comenzó todo.
El inició toda clase de experimentos, lo llevaron casi a la locura y a mí con él, me inyectó gran variedad de hormonas, tenía la teoría que yo era la forma humana de una de ellas. 
Sus trabajos llegaron a su cumbre con la inyección CUA, una especie de vacuna, cubría diversos males, en sus agradecimientos me nombro como una pieza clave.
Fue una gran ceremonia, había medios presentes de todo el planeta, pues el anuncio a realizarse era grande: una vacuna contra SIDA y el Cáncer, dos de las enfermedades más mortíferas en los últimos años.
“Señores me complace anunciar una nueva era para la medicina, tras varios años de investigación y esfuerzo colectivo, no sólo de mi equipo de trabajo, si no del mundo entero, me complace informar que hemos logrado encontrar, una vacuna contra el SIDA y el Cáncer. Se ha trabajado ya con 50 voluntarios humanos y 50 han sido curados sin reincidencia, además descubrimos que es un excelente complemento para tratamientos como la diabetes y para la regeneración de tejido. Quiero agradecer en especial a Uruch, sin ti nada hubiera sido posible”…
-¡No encuentro a nadie! - gritaron desde una de las habitaciones, despues de esas palabras, solo escuché una orden explicita
-Carguen a ese y quemen la casa.
Me cargaron como un bulto de harina, me subieron a una especie de camioneta, los gritos y golpes de los que intentaban huir y rogaban clemencia no cesaban, trabaron las puertas con madera y algunas herramientas metálicas, rodearon todo lo que pudieron con gasolina y con un cigarrillo la incendiaron. La lluvia se había ido. 
Entre el humo y los árboles alcance a ver como una sombra había logrado salir de la cabaña, el pequeño ángel había escapado, cerré los ojos…
…Habían pasado algunos años y el mundo entero había comprado y consumido la inyección CUA, incluso se le atribuyeron milagros como devolver la vista a los ciegos o la esterilidad a los menos afortunados. Los problemas comenzaron cuando se reportaron casos de actitudes anormales. Comenzaban con fiebre, el cuerpo alcanzaba temperaturas elevadísimas, 41° C o 42° C, ese primer paso mato a cerca de 300 000 personas, después venia el vómito incontrolable, se llegó a reportar casos donde le fluido abandonaba el cuerpo por los ojos y la nariz, la deshidratación no era menos terrible, el agua no saciaba su sed, los más desesperados bebieron sus propios orines, nada podía calmarla, a quien sobrevivía a tal calvario le venían las llagas, heridas profundas y hemorragias internas, aquello no era lo peor, no tenían manera de morir después de ese estado, a menos que la cabeza fuera arrancada e incinerado el cuerpo.
No tardaron en buscar culpables, lamentablemente la condición humana obliga a encontrar responsables sin analizar circunstancias, la época y el entorno. Quien busca verdadera justicia encontraría siempre que un crimen conlleva más de un solo culpable. Para desgracia de mi maestro, la responsabilidad cayó por completo sobre sus hombros, fue llevado a juicio, no se determinó sentencia, no por falta de odio o rencor, fue el conocimiento su salvación. Solo él tenía registro de cada experimento realizado. Así, muy a pesar de los fervientes deseos del mundo por verlo morir fue recluido con otro grupo de científicos en busca de una cura, a menos eso fue lo último que supe….  
El camino en la camioneta me pareció eterno, no entendía como no terminaba por dejar esta vida desangrado, nos detuvimos drásticamente, un ciervo se había atravesado en el camino y fue arrollado, debía ser removido o eso fue lo que entendí. Todos bajaron, pensé en detonar aquella granada que tome en la cabaña, me detuvo un rafagueo, similar a una escopeta. La camioneta se puso en marcha, sentí como daban vueltas zigzagueando, como si intentaran confundir a alguien. Al detenerse me bajó un grandulón, era moreno y muy musculoso, de facciones duras. Antes de quedar inconsciente nuevamente observé como aquel carro fue a dar a un lago cercano. Desperté después de un par de horas, tal vez más, esta vez en una especie de departamento, sumamente austero, el olor a medicamento y humedad eran casi insoportables.
-¡Eres un estúpido, casi echas a la basura todo! 
- El ángel parecía muy enfadado. Me esculcó con mucha fiereza, como si quisiera lastimarme, encontró la granada y con una mirada hecha bala me preguntó:
-¿Sabes para qué es esto?
-No, solo la tome por instinto.
-¿Instinto? ¿Nuestra única salida hasta ahora estaba en manos de tu instinto? ¡Menudo imbécil!
-¿Por qué nos buscan?
-¿Acaso no me recuerdas?...
…Cuando estaba en el estudio de mi maestro había siempre una niña, alegre y muy inquieta, quería saber todo acerca del mundo, era su hija y continuamente la regañaba, le decía que no se acercara a mí, en ese momento no comprendía los porqués, pero en una ocasión se escabulló entre mesas, sillas y personas para mirarme de cerca. 
-No me pareces tan peligroso cómo papá dice.- No supe cómo reaccionar, solo me agache un poco y le alborote el cabello.
-Deberías salir de aquí antes de que tu padre lo note.
-¡Eres bueno pero muy tonto! Me agradas – Me pareció un comentario tierno, me agache un poco y pregunté:
-¿Te gustan las cucarachas?
-Sí, son muy fuertes e incomprendidas.
-Ahora tú me agradas.- Tomé un cristal formado por la catalización de hormonas y parásitos de dicho insecto, tenía la forma de algún extraño prisma de múltiples caras y colores, era inofensivo y según el profesor, inservible. - Te lo regalo, pero debe ser un secreto.
-¡De acuerdo!
-¿Cuál es tu nombre?
-Papá dice que no debo dar esa información confidencial. ¡Adiós! –Se fue a hurtadillas y muy sonriente…
... Voltee y la miré con detenimiento, sonreí y lancé la pregunta - ¿Y tu nombre sigue siendo información confidencial?
- ¿Para un tonto como tú? Sí.
- Recuerdo poco de aquellos días, mi memoria es una luz intermitente de recuerdos y no comprendo todo, no recuerdo todo. Esta mañana tuve que correr por mi vida y desconozco los motivos. Imbécil o no merezco una explicación, porque creo recordar que perdí a prácticamente toda mi familia, no tengo esposa, novia y mis amigos viven a kilómetros de aquí. No tengo motivo para querer luchar- Me encontraba ya sentado en aquella cama individual, el dolor de la herida había disminuido considerablemente.
-¡Ya está sucediendo! Ahora entiendo porque mi padre quiere mantenerte a salvo. – dijo mientras  miraba la herida del cuchillo – Te guste o no, con motivos o no, tu vivirás y no creas que me hace feliz darte esa noticia. Duerme un poco.
- ¡No necesito dormir!- grite mientras golpeaba con mi puño un pequeño buro.
- No duermas. Eso sería más normal en ti. – Caminó hasta la puerta y cuando estaba a punto de cerrarla dijo. – Por cierto Leonardo te vigilara esta noche para evitar más contratiempos. – Tras estas palabras cerró y nos dejó a oscuras.
Leonardo era el que me había cargado y llevado hasta la habitación, debería medir alrededor de 2 metros, su chaqueta negra de piel estaba aún manchada de sangre, al igual sus manos, pantalón y zapatos, era como un gran carnicero pero con mirada noble. Una mirada propia de los que han visto demasiado de la vida. Tras notar como no paraba de mirarlo acercó una silla de madera y se sentó en ella como quien se dispone a hacer un interrogatorio.
-Yo en tu lugar andaría con más cuidado ¿Para qué saliste a entregarte?
-Una corazonada.
-Entiendo ¡Vaya que eres impulsivo! – dijo después de tomar un poco de agua, no había notado lo reseco de sus labios. – Tienes unas ojeras terribles ¿Cuánto tiempo llevas sin dormir?
- Sabes, me estoy hartando de decir que no lo sé ¡no sé nada carajo!
- Alisa solo intenta ser fuerte, en el fondo está más asustada que tú y yo, por eso su silencio. Pero yo odio enfrentar el miedo con silencio, me parece un mal habito no hablar de esas cosas, disimulamos todo el tiempo y ¿para qué? Para que el mundo nos crea fuertes,  la verdadera fuerza debería consistir en el valor de enfrentar los miedos, en lugar de alabar la fuerza empeñada en esconderlos. – Yo lo miraba extrañado, ya hablaba más consigo mismo, reaccionó y se sacudió la cabeza. – Perdona, a veces me pierdo en mis ideas. En lo que respecta a ti solo diré que nos dirigimos al Centro de Investigaciones Genómicas de Brasil, mañana partimos en helicóptero. 
Leonardo reacomodo su silla en un rincón y a pesar de su cansancio no desvió su atención de mí. No pude dormir nada. Pasaron cuando mucho dos horas cuando amaneció, me levante y fui al sanitario, tome pasta dental y un cepillo ajeno, si no me importaban las cucarachas menos lo haría la boca de otra persona. Al cepillar mis dientes me miré al espejo, la imagen que vi en él no me era familiar. Pálido, delgado, mi último bocado fue hace 2 días, no recuerdo haber tomado agua, el cabello alborotado, grasoso por el sudor y un color marrón inundaba mi ropa, la sangre se había secado. Me quite la playera, las costillas se marcaban en mi piel y la herida había cerrado y mirando el espejo mi memoria volvía a despertar…
En el altavoz se escuchaba una voz ronca, yo estaba en una cámara de cristal, completamente desnudo, lo único que poseía era una máscara, llegaba a penas debajo de los ojos, producía una presión apenas soportable.
“Prueba B17, el sujeto de pruebas será sometido a un baño de ácido sulfúrico, esperamos los daños a la piel sean mínimos y se estudiaran por 2 meses las posibles reacciones secundarias”.
- Iniciar secuencia de operación 5, 4, 3, 2, 1…
Aquel gas no me había dejado ver claramente lo que pasaba, era de un tono blanco, duro menos de dos minutos aquel baño.
- Uruch, te habla el doctor Leonel Heard. Asiente con la cabeza si reconoces mi voz. – Hice la señal como lo había solicitado. – Muy bien Uruch  ¿puedes decirnos cómo te sientes?
- Bien, solo tengo frío.
- Es una sensación normal ¿sientes picazón, dolor o ardor?
- No, solo frío, mucho frío. – Estaba temblando.
- Nuestro equipo médico te sacara de ahí en unos minutos. Por favor permanece quieto.
Tardaron muy poco en entrar unos sujetos con trajes amarillos, máscaras de gas, me quitaron las esposas de las manos, me guiaron a una subcámara.
- Sentirás aún más frio ahora, te rosearemos algunos líquidos para limpiar tu cuerpo, cuando se te de la señal podrás quitarte la máscara, en el cuarto siguiente encontraras algo de ropa, cuando termines deberás  seguir por el pasillo siguiente y entrar en el consultorio 54B ahí se te valorará tu actual condición ¿ha comprendido?
- Si.
Se retiraron inmediatamente…
Escuche a Leonardo llamar a la puerta.
- Apresúrate.
- ¿Tanta es la prisa por irnos? 
- No, pero necesito usar el sanitario. 
Ese comentario me desconcertó un poco. Me dirigí hacia la sala, pase por un pasillo pequeño, a mi costado derecho estaba la cocina y la izquierda se encontraba en la sala, todo estaba muy desordenado y sucio. En el sillón el pequeño ángel veía el noticiario.
“Hoy por la mañana se registró nuevamente ataques CUA´s a la población civil no infectada, la policía y el ejército trabajan de manera conjunta para contenerlos. Se sospecha que tienen objetivos definidos pero las autoridades no han dado más detalles del asunto, seguiremos informando”
Al verme apago la tele. 
-Siéntate. – Tomó una postura seria, dejo de recargarse en el sillón, puso su espalda recta y me invito a sentarme. – Nos buscan a nosotros, eso ya lo sabes, debes estar harto pero para evitar repeticiones necesito saber qué recuerdas.
- No mucho, mi mente esta confundida, recuerdo el laboratorio, estaba retenido y solo podía recibir visitas una vez al mes, las puertas cafés, al doctor Heard, a ti, a mi madre, a mi padre, a mi hermano gritando.  ¿Están muertos verdad?
- Lo desconozco. – Comenzó a mirarme a los ojos. - Hace algunos años mi padre te encontró en el colegio de biología de tu universidad, buscaba entomólogos destacados. Tu apenas eras un becario pero con una fascinación tan tremenda como la de mi padre por las cucarachas. No se cómo te convenció, al poco tiempo estabas en el laboratorio.
-¿Estabas ahí cuando yo llegue?
- Sí. A mi padre le gustaba llevarme a su trabajo, decía que podría vigilarme mejor ahí, era una niña de 6 años la primera vez que te vi. Llevabas bata blanca, jeans azules y playera negra ¡hasta tenías buen aspecto! – Reímos un poco, cómo si tuviéramos melancolía. – Todo era normal, estudios, experimentos, mediciones, clasificación y demás cosas rutinarias, parecía todo tan común en ese lugar y luego un día, uno de los contenedores de las colonias de cucarachas se rompió, no hubiera existido problema o miedo alguno ante un hecho de tal naturaleza, pero aquella colonia había sido invadida de lepra. Todas comenzaron a dispersarse con su particular velocidad, hasta que tú…
…Todos se desplazaban hacia zonas de seguridad previstas para las posibles complicaciones, yo por el contrario me sentí atraído a ellas, fui a contracorriente de mis compañeros, ninguno parecía tener temor y aun así se apresuraban. Me fui acercando tan pronto como pude, las mire perplejo, tan veloces y audaces, no me temían. Al llegar frente a una de ellas se quedó estática, congelada, movía sus antenas, yo me puse en cuclillas, sacó sus alas y comenzó a volar, era una blatella germánica, color marrón, no media más de un centímetro y medio; se posó en mi hombro tras un vuelo ágil, angelical y demoniaco, suave, audaz, le dije  “no te muevas". Caminó por mi hombro y muchas de ellas comenzaron a rodearme, en unos breves instantes cerca de 130 cucarachas estaban a mi merced, como esperando órdenes, me levante sorprendido. La blatella germánica seguía en mi hombro, extendí mi brazo y ella camino por el, hasta llegar a la palma de mi mano, la observé detenidamente, ella seguía mis movimientos con su rostro, estaba fascinado, asustado también. La acerqué a y al tenerla frente a frente le susurró "Regresen, las pondré a salvo". La cucaracha lo entendió, emprendió el vuelo en dirección opuesta y descendió con sus compañeras. Mientras tanto tome un colmenar vacío, lo puse de lante de ellas, me agache y dije de nuevo "entren, estarán a salvo", así lo hicieron, entraron en orden, como si fuera un desfile. Todos observaban a la distancia.



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En el texto hay: aventura accion misterio amor intriga

Editado: 13.12.2019

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