Varios meses han pasado desde aquella prodigiosa fecha. Aquella en que dos almas desiguales se tornaron, nuevamente, una sola. Como dos pilares sosteniendo una vida, firmes y valientes, preparados para confrontar todas y cada una de las adversidades.
Después de tantos años de vida desperdiciados, finalmente logré entender la importancia que esta tiene, el valor inmenso que posee y la grandeza que se obtiene si se la ejecuta de manera correcta.
Hace muy poco tiempo, creía que la vida no tenía sentido, hasta que logré otorgarle uno.
Gracias a eso, pude escapar de ese pozo interminable, porque aprendí a usar cada obstáculo como peldaño, cada desgracia como impulso y cada caída, para recordarme que no debo despegar jamás los pies de la tierra.
Ahora, tan solo resta cumplir mis sueños, aquellas metas que, en la inocencia de la niñez, prometí algún día cumplirlas. Y hoy, gracias al camino recorrido en el Gyän, poseo más que nunca la certeza de que lo conseguiré, porque soy consciente de que solamente depende de mí hacerlo. Lucharé, y no me detendré hasta tenerlos en mis manos. Pero, principalmente, lucharé por evitar que la felicidad se aleje nuevamente de mi vida.
Porque, después de todo, ¿qué sentido tendría vivir si no somos felices?
Fin.