El árbol de los 1000 ojos

Capítulo 7

La historia de Pascal me dejó anonadada. Me contó que lo habían expulsado de la manada por juntarse con el enemigo natural de ratones (o sea yo) y que habían nombrado como nuevo líder a un ratón con una cicatriz en la cabeza llamado Nerol. Nerol era un ratoncito adicto al fuego y a los incendios. Aunque para esta historia era conocido por dos razones: La primera porque fue pieza fundamental por la cual Pascal y yo nos conocimos, y la segunda fue porque su adicción al fuego y a los incendios nos ayudaron en nuestra victoria contra el asesino artístico.

Tenía un par de cosas que agradecer a Nerol, pero el haber hecho que expulsaran a Pascal y el haberle quitado su puesto bastaron para ponerlo en la lista negra. No lo podía permitir.

—Me arrepiento de haberlo salvado. Debí haber dejado que te lo comieras — quería decirle a Pascal que no hablara de deliciosos ratones que el nugget no me había llenado —. Nerol podrá ser bueno creando incendios pero no era un buen líder. Me sorprende que haya conseguido apoyo. Era un donnadie cuando yo estaba a cargo. Malditos desagradecidos.

Pascal levantó la cabeza y notó un detalle en mi anatomía que no se había percatado en los diez minutos que llevaba este reencuentro.

—¡Santo Dios! — exclamó horrorizado — ¿Qué diablos te pasó en la oreja?

Para darme más pistas de a que se refería movió su oreja derecha. Yo hice lo mismo y noté que estaba cercenada. Lo había olvidado por completo. Estaba más enfocada en tratar de salvar el resto de mi pellejo que no me acordaba que ese monstruo obeso me había arrancado la oreja con los dientes.

Le conté todo a Pascal. Todo sobre el infierno que había pasado en casa de la señora Yolanda Soliz gracias a Romanov. Pascal me escucha con toda la atención del mundo. Movía la cabeza de vez en cuando para comunicarme que estaba prestando atención.

—Y yo pensaba que la estaba pasando mal — comentó Pascal apenas terminé de contarle mi historia.

Solo asentí.

—Bueno, no tan mal si te soy sincero. Dejando de lado la oreja no sufriste tanto. Tenías un techo encima de tu cabeza. Lo que yo daría por tener uno de esos — dijo Pascal con un tono melancólico.

Me levanté y me puse encima de Romanov estirando las cuatro patas. Mi panza servía de sombra para el ratoncito.

—¿Qué estás haciendo? — preguntó confundido.

—Soy un techo encima de tu cabeza.

—Sabes que no me refería a eso.

Regresé a mi lugar. No sin antes estirarme un poco.

—Si, es genial tener un techo encima de mi cabeza, pero el estrés que ese gato me hacía pasar lo mandaba todo al carajo — con solo mencionar la palabra “estrés” unos pelos cayeron de mi cuerpo 3 ¿Te imaginas tener que dormir con una criatura que puede matarte en cualquier momento?

—Si, sí, me lo imagino — esa indirecta fue tan obvia que pude entenderla.

—Esto es diferente y lo sabes.

—Como digas.

Nos quedamos callados unos segundos. No había nada más que contar. No tengo un reloj pero puedo jurar que no han pasado ni quince minutos desde que nos reencontramos. ¿Ahora qué?

—¿Pero quieres volver?

Esa pregunta me tomó por sorpresa. Le pregunté que quería decir.

—¿Quieres volver a esa casa? ¿Con la señora Soliz? — me preguntó Pascal seriamente.

—Si — le respondí de inmediato. Esa pregunta ni se pregunta. Jamás había estado tan segura de algo en toda mi vida.

Pascal hizo una pausa dramática. Lo sabía. Tenía algo que proponerme.

—¿Qué te parece esto? Tú me ayudas a sacar a Nerol del poder y yo te ayudo a acabar con Romanov.

—¿Como se supone que voy a sacar a Nerol del poder?

Pascal se quedó descolocado ante mi pregunta. Creo que lo descolocó más la sinceridad y la seriedad de la misma.

—¿Estás hablando en serio? Eres un gato. Podrías comértelo si quieres.

—Es verdad - pasé mi lengua por mis dientes. Aún tenía hambre.

Solo tenía que caminar hasta esa casa abandonada, el refugio de la manada de Pascal. Pasar por los ratones asustados, incapaces de hacer algo para detenerme. Todos irían a esconderse dejándome a solas con su líder. Le ordeno que se largue. Si se niega me lo como. Tengo que admitir que el poder es intoxicante.

    • Ese cretino sería capaz de quemar la casa o algo peor. Podría llevarnos a un estado de guerra civil. Conmigo habrá paz.
    • Vamos a traer la paz A LA FUERZA.

—Una vez haya regresado al puesto que me pertenece por derecho te ayudaré a destruir a Romanov y a regresar a casa. Problemas resueltos y ambos felices.

La idea era tan tentadora que tendría que ser una idiota para decir que no, y no era una idiota. Sin embargo había un detalle que no me cuadraba.

—¿Y cómo se supone que me ayudarás a destruir a Romanov? Ese gato es una bestia. Es inteligente. Es hábil. Es fuerte. Es sanguinario…

—Y tiene un pedazo de verga…

—Lo que quiero decir es que Romanov no es alguien a quien debemos tomar a la ligera.



#119 en Terror
#2804 en Otros
#596 en Humor

En el texto hay: cultos, gato negro, monstruosidades

Editado: 18.09.2024

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.