El árbol de los 1000 ojos

Capítulo 9

En el interior de la casa abandonada/guarida de los ratones se celebraba una reunión. Eran las nueve de la mañana. La reunión se celebraba en el dormitorio de la casa, una de las habitaciones más pequeñas de la vivienda. Solo contaba con una cama vieja de la cual era imposible para un humano dormir en ella. Todos los resortes salían del colchón. Solo alguien con un alto nivel de masoquismo podría descansar ahí.

Había una fogata en el centro de la habitación. Nerol miraba con suma admiración el fuego y como este estaba contenido gracias a un grupo de piedras que lo rodeaban. A su lado había una botella de alcohol etílico que había robado de un hombre hipocondriaco, junto con otros medicamentos. La manada pensaba usarlos en un vecino con problemas cardiacos.

Solo tenían que esperar a que haya comprado la comida de la semana.

Nerol abrazaba la botella como si de una criatura viva se tratase. Como si fuera su hijo. Mientras veía la fogata, que le había enseñado a sus compañeros ratones a crear, se mostraba más tentado en formar un camino con el alcohol y dejar que el fuego lo recorriese. La habitación era tan pequeña que el hacer eso causaría un incendio.

Nerol estaría muy interesado de verlo.

Hogares abundan pero el sentir como la adrenalina fluye por su cuerpo al ver un incendio a gran escala no se lo quitaba nadie. Una de las cosas de las cuales Nerol se arrepentía era que, al ser un líder, tenía sus limitaciones. No podía hacer tantos incendios como quisiera.

Nerol odiaba a Franny, como cualquiera de los ratones, pero tenía que admitir que si no fuera por ella no se habría divertido tanto cuando quemó la casa de al lado. El fuego de la fogata tenía toda su atención hasta que uno de los ratones tocó su hombro haciendo que Nerol salte del susto.

—¿Qué ocurre? — preguntó un Nerol confundido.

—Tienes que decir algo al respecto de la falta de comida.

Junto al fuego habían unos paquetes de galletas, unas migajas de pan y un pedazo de carne. Era una porción decente de comida, pero no iba a durar mucho. Nerol se aclaró la garganta antes de empezar a hablar:

—Antes de comenzar con nuestro desayuno quiero informarles que estos tiempos difíciles están por acabar porque he fichado la fecha para nuestro ataque a la familia Ramírez. Una vez tengamos su comida podremos sobrevivir unas semanas más antes de fijar nuestro siguiente objetivo.

Una de las promesas de Nerol era que sus compañeros ratones iban a comer comida de mejor calidad. Nada de basura. Y para eso propuso que los recolectores fueran a las casas de los humanos para robar comida. Una propuesta muy arriesgada que podría causar la muerte de varios miembros de la manada. Pero que si funcionaba los sobrevivientes podrán comer una comida más fresca y deliciosa.

Fue un éxito a medias. Algunos recolectores murieron pero consiguieron traer la comida. Sin embargo no era suficiente para satisfacer a todos.

Pascal solo se conformaba con la basura. No todo lo que comían era delicioso, pero era seguro y se aseguraba de que alcanzara para todos.

—Y nuestro ataque será un rotundo éxito gracias a estas bellezas — Nerol le dio unos golpes a un frasco de pastillas —. Será muy fácil apoderarnos de su comida cuando los humanos están sufriendo algún infarto o se están desmayando del sueño. Puede que consigamos una mejor vivienda, ¿Que les parece?

La idea era arriesgada pero atractiva. Y aun así no tuvieron ningún problema en dar un veredicto unánime. Todos estuvieron de acuerdo. Los ratones aplaudieron a Nerol mientras repetían su nombre. Nerol se regodeaba de los halagos de su manada. Sus planes siempre eran arriesgados, mucho más arriesgados y locos que los de la gata, pero eso era lo que quería: Riesgo, emoción, adrenalina.

Todo lo demás era secundario.

—Les pido que tengan paciencia mis queridos roedores que pronto vendrán cosas mejores para nosotros.

Los ratones se mostraron más aliviados ante las alentadoras palabras de Nerol

—Ya no tengo nada más que decirles que agradecerles por todo. Dicho esto vamos a comer.

Antes de comenzar a repartir las raciones, cada vez más pequeñas, la manada escuchó como la puerta se abría. Era la puerta principal. El roedor más cercano a la puerta de la habitación fue a echar un vistazo.

Humanos. Tres de ellos. Eran humanos musculosos que sostenían unos enormes martillos de piedra. Los humanos no perdieron el tiempo e hicieron lo que vinieron a hacer: Destruir. Golpearon con fuerza las paredes haciendo grandes agujeros con el primer golpe. Las paredes eran tan débiles que unos golpes a puño limpio hubieran bastado para dañarlas.

Mas humanos entraron a la cabaña. Todos igual de fuertes. Igual de destructivos.

Entraron a todas las habitaciones de la casa, forjando un camino de destrucción y polvo a su paso. Un par de ellos entró a la habitación donde estaba la manada de ratones. Todas se escondieron por los agujeros de las paredes. Todas menos Nerol, que se escondió debajo de la cama. Abrió la botellita de alcohol y la rodó dese debajo de la cama. El alcohol tocó el fuego y los pies del hombre. El fuego, potenciado por el alcohol, se extendió por sus piernas. El resto de sus compañeros trataba de apagar el fuego que se extendía peligrosamente hasta su entrepierna.



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En el texto hay: cultos, gato negro, monstruosidades

Editado: 18.09.2024

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