El árbol de los 1000 ojos

Capítulo 18

Pascal y yo la pasábamos en grande en la casa del señor Ricardo, salvo por un pequeño detalle al que me gusta llamar: El factor “Sara y Alberto”, sin contar ese predicamento no me puedo quejar. Hay mucha comida, mimos y un techo encima de nuestras cabezas. Es un hogar casi perfecto.

Sin embargo hay días en los cuales me pregunto: ¿Que fue de la señora Soliz? Esa amable mujer que decidió acoger a un par de gatos callejeros y darles un hogar. No supe más de ella desde mi escape de las garras de Romanov. A veces me sentía culpable de haber escapado, pero luego otro pensamiento vino de repente y le dio una patada en el trasero. Por favor, Franny si no te hubieras ido Romanov te hubiera asesinado sin problemas, ni culpa.

Pascal me dijo lo mismo:

—No deberías sentirte culpable. Si no te escapabas ese gato te hubiera arrancado la cabeza de un mordisco, por lo que me cuentas.

Asentí. No quiero que me arranquen la cabeza. Nadie quiere que le arranquen la cabeza. Tal vez algún suicida con fetiches muy específicos, pero no es que esa clase de sujetos abunden en este mundo.

Aun así me pregunto: ¿Que fue de la señora Soliz?

La desaparición de la gata Franny afectó a la señora Yolanda Soliz más de lo que cualquiera se esperaría. La mujer se sentía tremendamente culpable por haber permitido que se escape. Una noche ella había leído un artículo que decía que los gatos que se escapaban tenían pocas posibilidades de regresar a casa. Serian gatos callejeros de por vida.

La señora Soliz hizo todo lo posible por encontrar a su querida gatita. Durante seis de los siete días de la semana ella ponía letreros de “Se busca” con la cara de Franny en HD. Durante su estancia con la señora Soliz, los ojos de Franny habían sido víctimas de las enceguecedoras luces de los Flashes de una cámara antigua. La señora Soliz les tomaba muchas fotos a sus dos preciadas mascotas. Romanov las odiaba mucho más que Franny. Cuando intentaban tomarles una foto juntos siempre terminaba en una pelea.

La señora Soliz sospechaba que Franny y Romanov no se llevaban muy bien que digamos.

Mientras buscaba a Franny la señora Soliz se aseguró de mantener a Romanov encerrado. Ya había permitido que un gato escapase, no iba a dejar que el otro siguiera ese camino. Cada vez que salía dejaba las puertas y las ventanas bien cerradas. Romanov se había convertido en un prisionero con una carcelera de lo más sobreprotectora.

Romanov odió cada segundo de su encierro.

El enorme gato marrón estaba furioso y el desprecio que sintió hacia Franny había aumentado. Se había multiplicado por cien. Invertía su tiempo tras las rejas fantaseando en cientos de cosas horribles que le haría al cuerpo (ahora obeso) de Franny. Varias de esas ideas eran para mayores de 21 años. Varias de esas ideas harían que los directores de las películas más explicitas dijeran:

—Este gato sí que está loco.

Una parte de su tiempo lo usaba en planificar una forma de escapar.

Otra cosa que había cambiado en la relación entre Romanov y la señora Soliz era que su dueña lo miraba con otros ojos. Unos más tiernos y maternales. Para ella Romanov no era una mascota, era un hijo. Lo había inscrito en la oficina de registro civil dándole un nuevo nombre de manera oficial:

Piero Garfield Soliz Sotomayor.

Si Franny hubiera escuchado de la existencia de ese nombre se hubiera reído a carcajadas hasta agujerearse un pulmón y romperse un par de costillas.

Romanov, digo Piero, había ascendido al estado de hijo (algo mucho peor que ser un prisionero). El gato gordo se vio obligado a usar ropa. ¿Qué clase de madre mantendría a su hijo desnudo las 24 horas del día? La señora Soliz vestía a Romanov con todo tipo de ridículos disfraces que iban desde un león hasta Elvis Presley. La señora Soliz y sus amigas convirtieron a Romanov en un sujeto de pruebas para todos los disfraces más ridículos que el dinero pueda comprar.

Las cuatro mujeres le tomaron tantas fotos como para llenar cincuenta anuarios bien gordos. Desde que la señora Soliz descubrió Instagram su vida mejoró de forma trascendental. Romanov le dio mucha relevancia en las redes sociales. Su cuenta: “Piero360” tenía seguidores de Rusia que le mandaban mensajes en inglés. La señora Soliz desconocía el idioma así que solo respondía con un “YES”.

Este ascenso de mascota a hijo afectó psicológicamente a Romanov manteniéndolo en constante estrés. El enorme gato marrón se preguntaba a si mismo todos los días que tipo de disfraz ridículo lo iban a obligar a usar esa tarde después de que la señora Soliz regresara a casa de su búsqueda. Habían días en los cuales la señora Soliz se olvidaba de encerrarlo en esa jaula estrecha. Esos días los aprovechaba para arañar la puerta y buscar una salida. No había ninguna. La nueva marca de comida para gatos con la que lo alimentaba era demasiado grasosa, Romanov había engordado mucho en el periodo de tiempo de la ausencia de Franny.

Romanov había engordado más que Franny.

Esos kilos de más hicieron que sus movimientos se volvieran más lentos y torpes. Romanov creía que iba a morir de un par cardiaco antes de cumplir su sueño de matar a Franny.

Romanov no encontraba una salida por ninguna salida y viendo lo precavida que se había vuelto la mujer (el estar fuera de su jaula eran solo breves periodos de descuido que se hacían menos recurrentes) decidió pensar en un plan de escape. Romanov era mucho más inteligente que Franny así que idear un plan para escapar no le sería muy complicado.



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En el texto hay: cultos, gato negro, monstruosidades

Editado: 18.09.2024

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