El árbol de los 1000 ojos

Capítulo 19

Mientras Romanov iba por mi sin saber qué dirección tomar yo tenía mis propios problemas. Tenía frente a mí un árbol enorme, el árbol más grande y grueso que había visto en toda mi vida. Era tan alto que no me sorprendería que sus ramas pudieran tocar el trasero de la luna. Nada que ver con el sol porque se quemarían.

Miraba al árbol como si fuera un enemigo temporal. En realidad yo no tenía ningún problema con el árbol. Era un árbol común y corriente (en un par de días me voy a comer mis palabras), lo que me irritaba de veras eran las criaturas que se encontraban en las ramas más gruesas de su enorme copa de hojas verdes. Eran unos pájaros amarillentos que no dejaban de cantar. Todo el día. Mañana, tarde y noche.

Al parecer solo a mí y al señor Ricardo nos afectaba. Sara no parecía importarle demasiado. Si había algo que teníamos en común el amo y su mascota era que los dos encontrábamos esos cantos irritantes. El señor Ricardo no podía hacer nada debido a su edad y por eso me pidió que acabara con ellos, y eso era lo que iba a hacer.

—No recuerdo que te haya dicho explícitamente a ti que te encargues de esos pájaros — me dijo Pascal a primera hora de la mañana.

—Tú no estuviste ahí.

—No, pero tú me contaste lo ocurrido y en ningún momento dijo que te hicieras cargo de nada. Solo dijo que era un problema y que no iba a hacer nada para evitarlo.

—Por eso mismo. Esto es un problema que los humanos no pueden resolver…

—Si pueden.

—Déjame terminar, ¿Quieres? Esto es un problema que los humanos no pueden resolver y para eso estamos nosotros, los animales. Nosotros seremos capaces de resolverlo de forma natural y sin venenos — comenté muy entusiasmada por ese nuevo día —. Además si no lo hubiera dicho, nosotros terminaríamos haciéndolo de todos modos. Es una buena forma de pasar el tiempo, ¿No te parece?

Pascal no dijo nada más. Solo se recostó en mi lomo mientras yo salía de la casa. Apenas di un paso fuera pude sentirlo temblar. Estoy consciente de que vivir en una casa con una mujer que odia a los ratones y a otros bichos puede ser muy estresante, sobre todo si eres un ratón, pero en este caso las cosas se tornaban muy extrañas.

Pascal no estaba estresado o en un constante estado de alerta. No, Pascal estaba asustado. Al levantarme lo vi convertido en una temblorosa bola de pelos, ¿Tenía frio? Eso es imposible, no con estas frazadas. Apenas Sara salió para sus ejercicios de la mañana desperté a mi amigo. Pascal abrió los ojos y soltó un fuerte grito al verme la cara.

No sé cómo debería sentirme al respecto.

Soy un gato y es normal que los ratones nos tuvieran terror. Cuando conocí por primera vez a la manada de ratones de Pascal varios de ellos corrieron asustados ante mi presencia. Pero no se trataba de cualquier ratón, se trataba de Pascal, mi mejor amigo y un ratón que está acostumbrado a la presencia de un gato.

—Qué bueno verte — me dijo un tembloroso Pascal.

Le pedí que me contara lo que le pasaba. Que lo tenía tan asustado. Estaba preocupada por él. Temblar y orinarse en la cama no era muy suyo de él. Pascal no perdió el tiempo y me contó todo lo que pasó anoche. Era una historia que involucraba a Sara, Alberto y un árbol asesino.

Yo escuchaba cada una de sus palabras, tratando de creer todo lo que me decía. Pero cuando entró al territorio de los arboles asesinos, criaturas extraterrestres comencé a tomar sus palabras con un poco de cuestión. No estaba segura que tan ciertas eran sus palabras. Incluso llegué a pensar que Pascal tenía hierba escondida en algún lado.

Si ese era el caso, tiene que compartirla con su mejor amiga.

Cuando terminó lo primero que dije fue:

—¿Estás seguro que no lo soñaste?

—¡Demonios no! — exclamó —. Todo lo que te he contado es cierto. Lo he visto, maldita sea.

—Lo siento, pero no puedo creer una historia de esa naturaleza — solté una risita juguetona —. Pascal sí que tienes mucha imaginación.

Pascal sintió como si un enorme yunque le cayera encima y lo dejara plano, en lugar de destrozarle todos los órganos del cuerpo, como ocurriría en una situación más realista.

—Creo que necesitas un poco de aire fresco.

Antes de salir tomamos desayuno. Mientras Pascal comía unas croquetas Sara llegó a casa. Pascal volvió a esconderse, más rápido que de costumbre. Sara se detuvo cerca de mi plato mientras yo tomaba mi leche, mis respetos a la vaca. Sara no dejaba de mirarme, como si ver a una gata obesa tomando leche fuera lo más emocionante del mundo. No pude evitar sentirme incomoda al respecto. Seguí comiendo, tratando de ignorarla.

—¿Estas escondiendo algo?

Ya no podía ignorarla. Esa simple pregunta erradicó mi apetito. Solo seguí comiendo para mantener la apariencia de que esa pregunta no me afectó en lo más mínimo. Sara seguía mirándome, como si estuviera esperando una respuesta. Se la di. Levanté mi cabeza, tenía el hocico y los bigotes llenos de leche. Maullé una vez. Era mi forma de decir “NO” en mayúsculas y que todo formaba parte de varias imaginaciones suyas.

—La verdad es que no me importa.

Sara se levantó y se dirigió al baño para darse una ducha. El apetito fue regresando poco a poco. Seguí comiendo. Pascal esperó hasta que Sara hubiera desaparecido de su vista para salir.

—¿Lo ves? Ella me vio apenas terminó de matar a su novio. Soy un testigo y por eso piensa deshacerse de mí.

Me reí del terror de Pascal. Sé que sonará a mala amiga, pero no pude evitarlo.

—En primera Sara debe tener cientos de razones para querer deshacerse de ti, y en segunda ¿Hablas en serio? Pascal, eres un rato. Tú no podrías ser un testigo de asesinato aunque quisieras. No podrías comunicarte con los humanos.

—Bueno, podría señalar a la culpable con una de mis patas, ¿Tú crees que eso bastaría como evidencia?

Le entregué un poco de comida para que desayune el pobre paranoico.

—Delicioso — dijo Pascal con la boca llena —. ¿Sabes que es lo peor de todo esto? Que de verdad voy a extrañar esta comida.



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En el texto hay: cultos, gato negro, monstruosidades

Editado: 20.09.2024

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