El árbol de los 1000 ojos

Capítulo 23

Seis adolescentes que estaban regresando a casa de una fiesta viendo al árbol mientras pasaban por la casa del señor Ricard. Tal vez sea por el exceso de alcohol en sus venas y eso les causaba una temporal distorsión de la realidad y lo que estaban viendo no podría pertenecer a este mundo:

—¿Ese maldito árbol está brillando?

Ninguno respondió esa pregunta, con una respuesta obviamente afirmativa. Todos estaban anonadados ante ese brillo, ese espectáculo cuyo origen no podía ser natural. Tres de ellos fueron más valientes y saltaron la reja, mientras que el resto se quedó mirando al árbol desde fuera, como si fueran unos vampiros y estuvieran esperando una invitación para entrar.

La invitación llegó en forma de una Sara sonriente y complacida por su presencia, ella les abrió la puerta y los chicos entraron sin saludar. Corrieron al árbol para poder apreciarlo mejor. Estaban a una distancia prudencial de la enorme planta; el árbol les dijo que se detuvieran. Todavía no podían tocarlo.

Tenían que esperar. La espera los llenó de ansiedad e hizo que sus piernas temblaran.

Listo, ahora si pueden tocarlo.

Seis pares de manos tocaron el árbol y acariciaron su corteza. Las yemas de sus dedos tocaron esa superficie extraña. Por un momento parecía una gelatina bien cuajada y unos segundos después se endureció hasta tener la contextura normal de un árbol. Varias agujas microscópicas aparecieron en la corteza y pincharon sus dedos.

Los seis adolescentes comenzaron a convulsionarse. Sus ojos se tornaron blancos, como dos huevos cocidos. Los adolescentes vieron una historia, la historia del árbol, galaxias más alejada que el recuerdo que le contó el señor Ricardo a Franny hace unos días.

El árbol había formado una conexión con esas personas con un solo toque.

Los adolescentes dejaron de convulsionarse y cayeron al suelo como si fueran un montón de moscas tras chocar con una luz brillante. Todos abrieron los ojos al mismo tiempo, como si estuvieran programados para hacerlo.

Y lo estaban.

Los seis adolescentes se arrodillaron y se pusieron a rezar. Estuvieron así por diez minutos hasta que el árbol, complacido de que le Esten rindiendo tributo, comenzó a darles órdenes.

Tres de las seis personas se levantaron y salieron de la casa sin decir nada ni despedirse. Regresaron unos minutos después. Cada uno de ellos traía consigo a una persona acompañada. El proceso se volvió a repetir.

Y así el lugar se fue llenando de más y más personas.

—Ni idea — respondí a la pregunta de Pascal —. Seguramente todos están apreciando al árbol. Desde lejos se ve tan bonito.

—¿Te estas escuchando a ti misma? No es bueno que los humanos Esten adorando a un árbol.

—¿Y yo que sé? Ahora mismo estoy tan estresada que no tengo idea de lo que estoy diciendo.

Alguien tocó la puerta de la cerca y Sara fue a abrir. Tal vez sea algún descerebrado dispuesto a tener a un árbol como su nuevo dios. Estando echada en mi cama, con Pascal a mi lado, pude ver lo que estaba pasando. Sara abrió la puerta revelando que se trataba del padre de Alberto, Francisco. Sara le echó de su casa porque no tenía una orden de registro y que si quería hacer algo tenía que ser con la ayuda de la policía.

Francisco vino acompañado de dos policías.



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En el texto hay: cultos, gato negro, monstruosidades

Editado: 18.09.2024

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