Los ratones se quedaron callados ante la presencia de Pascal. Todos estaban sucios (más que de costumbre) y temerosos. Uno de los ratones, el más grande del grupo, dio un paso al frente. Tanto Pascal como el resto de ratones mantenían una sensación de incredulidad al presentarse mutuamente. Sin embargo estaba enfadado por esta inesperada visita.
—Miren lo que tenemos aquí. En todo su lujo y opulencia Pascal decidió hacernos una visita, ¿Ya saben quién es, no? Pascal, el maldito responsable de todo esto.
Pascal se limpió los oídos para comprobar que todo lo que estaba escuchando eran problemas auditivos porque no podía creer que alguien fuera tan estúpido.
—¿Qué diablos están haciendo aquí? — preguntó Pascal —. Yo recuerdo haberles dicho que se alejaran lo máximo posible de esta casa. Que no es segura para ustedes.
—Eso pensábamos hacer hasta que uno de nosotros encontró una abertura en la pared tan amplia como para que podamos entrar. Esa abertura nos condujo al sótano — dijo el enorme ratón —. Creímos que este sería un buen lugar para escondernos mientras nos encargamos de los humanos y de esa asquerosa gata que vive contigo.
Pascal se acercó al enorme ratón con firmeza, su tamaño no lo asustaba. Después de toda la mierda que había presenciado en solo unas horas ese enorme ratón no significaba nada para Pascal.
—¿Todavía siguen con esa mierda?
—Nos gusta esta casa y queremos que sea nuestra — respondió el gran ratón.
—Si, y nos gustaría más si no hubieran humanos viviendo en ella.
Pascal recordó todas las macabras intenciones de su familia. Ellos querían matar al señor Ricardo, a la señorita Sara y a Franny.
—Si todavía quieren matar a la familia que vive aquí no se los voy a permitir.
El enorme ratón marrón le mostró los dientes a Pascal, eran enormes. Y si tenían contacto con la piel o la carne de Pascal podrían hacerle mucho daño. Sumado con los dientes también sacó las garras. El ratón estaba dispuesto a luchar por su derecho de matar a todos los humanos que quiera.
El gran ratón comenzó a reírse de forma burlona, sonaba como un matón musculoso de una película de mafias, ante las amenazas de Pascal. Todos los demás ratones siguieron su ejemplo y se rieron a carcajada débil. En este momento todos los ratones se encontraban en un estado deplorable, para ellos reírse era su única ventana a la felicidad. Era una ventana muy pequeña.
Pascal no le encontraba la gracia.
—¿Quién nos va a detener? ¿tú?
Las carcajadas continuaron. Pascal se estaba poniendo nervioso ante la falta de apoyo por parte de sus compañeros. El enorme ratón miró a todos lados, solo había presencia ratonil en todo el lugar.
—No veo a esa maldita gata, ¿Dónde está? — la pregunta sobre Franny distrajo a Pascal, el otro ratón aprovechó para agarrarlo de pescuezo y levantarlo unos milímetros al aire —. No importa. Nosotros también tenemos un plan para ella. En cuanto a ti traidor, cobarde, bueno para nada.
El gran ratón formó un puño con su pata rosada. Pascal trataba de liberarse del poderoso agarre, pero estaba igual de débil que el resto de los ratones y era muy poco probable que quisieran compartirle algo de comida. El importaba que tanto se moviera Pascal el otro ratón lo tenía bien agarrado. Justo cuando estaba a punto de darle un puñetazo una voz interrumpió la pelea (masacre para Pascal).
No la interrumpió por mucho tiempo. El enorme ratón consiguió propinarle un derechazo en la cara a Pascal.
—¿Qué está pasando aquí? — preguntó una voz femenina y autoritaria.
La voz provino de detrás de una columna de cajas. Se trataba de Roberta, la ratona que se había autoproclamado lideresa de la manada de ratones. Pascal la veía más pequeña que antes. Cojeaba y necesitaba un bastón (un mondadientes) para poder moverse adecuadamente y no tenía cola, se la habían arrancado de cuajo. Todos los ratones se inclinaron ante su presencia, incluido el enorme ratón. Para él fue muy fácil obligar a Pascal a inclinarse también.
—No ocurre nada, señora — dijo el enorme ratón —. Solo hemos encontrado a este pedazo de mierda que nos estaba asechando.
Pascal se había convertido en una muñeca de trapo sin libre albedrio, ni voluntad propia, que solo se movía si el enorme ratón se lo permitía. El enorme ratón lo levantó y lo obligó a sentarse para que Roberta pudiera verlo con más claridad. Al igual que el resto de los ratones lo reconoció de inmediato.
Era más que evidente que Pascal había dejado una huella en las mentes de esos ratones. De buena o mala manera.
—¿Pascal? ¿Eres tú? — Roberta tocó su rostro y sonrió —. Hace mucho tiempo que no vienes a visitarnos y eso que vivimos en la misma casa.
Pascal se frotó la cabeza. El golpe que le había dado el enorme ratón le había aclarado unas ideas mientras que, al mismo tiempo, le había oscurecido otras. Sabía de una ratona llamada Roberta pero no recordaba haber visto una en su vida.
—Soy Roberta, fui una de las ratonas que más te apoyó en tu primer mandato y también sugerí que regresaras a ser el líder cuando Nerol se fue.
Pascal seguía sin saber muy bien quien era, sin embargo prefirió pretender que si lo sabía. Prefería eso antes de meterse en más problemas con los otros ratones.