El árbol de los 1000 ojos

Capítulo 37

¿Qué hay de mí?

Recapitulemos. Un gigantesco tentáculo, cubierto de lo que parecía la madera más blanda de la historia envolvió mi cuerpo y me levantó por los aires. Casi todo mi cuerpo estaba envuelto por el tentáculo, un par de ojos aparecieron, y me miraron con suma atención, como si fuera alguien de otra especie (y lo era). Mis patas eran las únicas partes que aun conservaban su movilidad. Inútilmente arañé al aire como si este tuviera la culpa de lo que estaba pasando. Lo siento, es que estoy desesperada.

El árbol se abrió en dos partes, separando su copa como si fuera una cortina. Lo siguiente que vi se va a quedar conmigo por el resto de mi vida. Una boca enorme de madera, con los dientes afilados, me dio la bienvenida. La boca estaba rodeada de varios ojos. Comencé a descender al interior de la boca. Entré en pánico. Toda mi vida (y puede que mi anterior vida también) estuvo definida por el miedo y el pánico. Pero ahora las cosas eran muy diferentes y se potenciaban aún más en comparación de mis experiencias pasadas.

Estaba entrando al interior de un árbol infernal.

Mis garras no solo consiguieron hacerle daño al aire, también arañé parte del tronco del tentáculo que me estaba sosteniendo. Seguí haciéndolo, aun sabiendo que el árbol no me iba a soltar por unos cuantos arañazos. Puede que haya una oportunidad. Una oportunidad del 0,00001% de que me suelte. Si eso llegase a pasar solo tendría que caer de patas y escapar.

Me enfrentaba a un adversario peligroso. La batalla está perdida, solo soy una gata. No hay nada que yo pueda hacer.

Necesitaba ayuda. No la voy a encontrar a varios kilómetros a la redonda.

¿Por qué no te escuché Pascal?

Huye amigo. Huye y no voltees atrás que el tiempo se ha acabado para mí.

Me introdujo al interior de la boca llena de ojos. Esta se cerró y la copa del árbol regresó a la normalidad sumiéndome en la oscuridad. Miré hacia todos lados muy nerviosa; los gatos estamos acostumbrados a la oscuridad, pero no a lo desconocido. La oscuridad dio un paso al costado para darle cabida a la luz.

Una luz verde se encendió como un foco. No sabría decirles de donde vino, pero hizo el lugar un poco menos aterrador. Más luces aparecieron, todas provenientes de las paredes interiores del árbol. El interior del árbol estaba lleno de gruesas semillas verdes que latían como si tuvieran un corazón dentro.

¿Qué tramará este árbol?

—¿Por qué?

Grité de miedo. Si hay algo peor que estar sola en un ambiente oscuro y desconocido es estar con alguien en un ambiente oscuro y desconocido, que tiene una voz gruesa y que no tienes idea de donde está.

—¿Por qué?

Su voz me guio hacia una dirección que me daba mucho miedo: frente a mí, a unos centímetros de mi para ser exactos. Un ojo muy parecido al de los humanos me miraba fijamente. No parpadeaba ni pestañeaba porque carecía de parpados y pestañas. La tenebrosa voz provenía de ese ojo. Todos los pelos de mi cuerpo se pusieron de punta. Estaba tan asustada que sentía que en cualquier momento mi corazón va a estallar y esa planta infernal iba a terminar con un cadáver felino entre sus lianas.

—¿Por qué? — preguntó por tercera vez. Su voz, más tranquila, estaba empezando a impacientarse.

—¿Por qué qué? — me aventuré a preguntar. Muy en el fondo no quería hacer preguntas ni dar respuestas.

—¿Por qué mataste a uno de mis pájaros? Esos pájaros son los únicos amigos que tengo, los únicos seres vivos que me importan en este planeta, ¿Por qué te atreviste a matar a uno?

Tragué saliva en un gran “Glup”. Ahora sí que la había cagado y que a mi vida solo le quedaban unos segundos y eso siendo muy generosa.

—Nunca fue mi intención. Lo hice porque necesitaba su ayuda. Necesitaba tanto su ayuda y me la negaron. Me atacaron entre los tres. No me quedaba otra opción. Lo juro.

Mis palabras salieron con una voz quebrada, mis ojos estaban aguados. Estaba a punto de llorar.

—¿Mi ayuda, eh? Dime, pequeña alima… dijo felina. ¿Qué puedo hacer por ti?

El caño de mis emociones estaba abierto y no creo que se pueda cerrar con facilidad así que le conté la historia de mi vida. Como conocí al señor Ricardo y a su hija, y lo mucho que significaban para mí. Lo que estaba dispuesta a sacrificar con tal de verlos a salvo.

—No me importan los demás humanos. En lo que a mi concierne puedes hacer lo que quieras con ellos — No era cierto. Si de mí dependiera salvaría a todos, pero viendo como están las cosas nada depende de mí —, si quieres tómame a mí pero déjalos tranquilos.

El ojo del árbol me miraba fijamente. Sin verlo ni quererlo varios ojos se abrieron a mi alrededor rodeándome por completo en un circulo ocular. Todos los ojos comenzaron a reírse a carcajadas, lagrimearon de la risa. Me sentía como una comediante exitosa que había conquistado a su audiencia. Las risas se mezclaron. Eran una infinidad de voces que parecieron venir del mismo árbol: masculinas, femeninas, infantiles, ancianas, etc.

Las risas me causaron migraña.

—¡Dejen de reírse maldita sea!

Sabía que iba a morir tarde o temprano, prefería hacerlo con un poco de dignidad dentro de mí. Las risas cesaron. No podía creerlo. Funcionó. A este árbol necesita que le griten más seguido.



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En el texto hay: cultos, gato negro, monstruosidades

Editado: 20.09.2024

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