La inesperada explosión llamó la atención de todos e hizo que vieran el improvisado espectáculo de fuegos artificiales. Varios pared de oídos quedaron destrozados al escuchar el aullido de dolor del árbol. Un gran trozo suyo voló en pedazos. Sangre, mucha sangre verde se escapa de la herida como si fuera un agujero en una presa.
Junto con la sangre, partes de madres y astillas también salieron volando unos cuantos ojos, pequeñas esferas blanquecinas e inútiles que parecían unos pedazos de mashmellows en crema de espinaca.
—¡Santa Madre del Dios Ratón! — exclamó Pascal, quien estaba parado al otro lado de la casa, cerca al huerto.
—¡Eso fue hermoso! — gritó Nerol.
Pascal quería decirle que se calle, no le importaba si quedaba como un hipócrita frente a él. Pero no lo hizo. Estaba tan anonadado como para formar frases coherentes. Ambos ratones estaban parados cerca del árbol y había visto el acto heroico de Eduardo Zúñiga. Pascal había pensado en ayudarlo acercándole el control, pero le daba miedo tocar el pasto. Ambos ratones tenían una bomba encima de sus cabezas y estaban parados en uno de los bordes de la casa, lo más lejos posible del pasto.
El pasto. Pascal se sentía como un auténtico idiota. No lo había tomado en consideración a la hora de idear su plan. Su plan consistía en que un grupo de ratones distrajera al árbol y a la secta (principalmente al árbol) mientras que Pascal y Nerol, y un grupo de ratones, se encargaban de colocar y activar la bomba. El árbol se convertía en un montón de tablas y astillas. Problema resuelto. No todos los héroes son limpios o miden más de un metro.
Pero se había olvidado que el pasto estaba vivo. Cualquier intento de distracción estaría descartado si esas hojas afiladas atrapaban a los ratones.
—Lo planifiqué todo demasiado rápido. No me fijé en los detalles — dijo Pascal al ver como sus terrores se confirmaron. El pasto envolvió lo que quedaba del cuerpo de Eduardo Zúñiga y lo desapareció por completo y al instante.
—Eso prueba que eres un idiota Pascal — le dijo Nerol.
Pascal lo ignoró y trató de pensar en una solución. La repentina salida de la mano de Eduardo Zúñiga hizo gritar de terror a ambos ratones. La mano no fue lo único que consiguió sacar de su encierro, su cabeza también salió. Eduardo Zúñiga dijo una frase que Nerol encontró emocionante:
—¡Vete al infierno, árbol espacial!
—Yo también voy a decir eso cuando activemos la bomba — le comentó Nerol a Pascal.
La explosión hizo que los ratones saltaran de miedo, se convirtieran en pequeñas bolas de pelo y se cubrieran las orejas en busca de protección. Pascal había estado cerca de una explosión y todavía no se había acostumbrado al ruido, al calor y al olor a madera quemada y carne asada. Nerol fue el único de los ratones al cual el sonido de la explosión no le afectó. Se quedó sentado, mirando con ojos de niño, como parte el árbol estallaba.
El tener las patas en los oídos no bastó para callar el ruido. Pascal escuchó perfectamente como el árbol chillaba de dolor, como parte de este se separaba de su sistema, como la sangre verde salía como si fuera una catarata que funcionaba a la mitad de su capacidad. Pascal sintió el olor de los tentáculos, las semillas quemadas y los ojos quemándose (algunos todavía seguían en llamas) y vio como estos caían en lo que, alguna vez, fue un suelo fértil.
El árbol había quedado muy lastimado.
—Pascal mira.
Del suelo se dejó ver el cadáver de Eduardo Zúñiga, cuyo medio cuerpo tenía varios piquetes en toda la piel y quemaduras. Junto con Eduardo Zúñiga varios cadáveres esqueléticos de ratones vieron a la luz. Eran los recolectores, los encargados de salir de la madriguera en busca de comida para el resto de la manada.
Este fenómeno no solo se veía en este pedacito del patio. Todo el patio se había convertido en una especie de cementerio sin tumbas. En una piscina de cadáveres. Más ratones, perros, gatos, pájaros y un par de humanos. Todos en los puros huesos, se dejaron ver ante los ojos de los humanos y los ratones.
El pasto, alguna vez verde, se marchitó hasta convertirse en unas hojas marrones y carentes de vida, liberando a los ratones.